Relámpagos

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Porque incluso las tormentas generan calor. 

Colombia 1984

Mi mente seguía viajando aun por 1825, solo podía imaginar como en esta misma habitación hace más de 150 años dos mujeres se entregaron la una a la otro, no conozco las leyes de la época y no sé si lo que hicieron era ilegal, pero por lo que yo leía en las palabras de estos diarios ellas solo tuvieron relaciones sexuales, ellas hicieron el amor.

Una sonrisa se extendió por mi rostro al poder casi sentir la felicidad que envolvía a María José en ese momento, me quedé observando su pulcra caligrafía que no me di cuenta en que momento dejo de llover, mientras Bon Jovi sonaba en mi walkman y yo invadía la privacidad de un muerto.

Pasaron varios minutos antes de poder salir de mi trance y percatarme que el sol estaba saliendo de entre las nubes, eché un vistazo al reloj de la mesa de noche mascaban las 5:17 p.m. ¿eso contaba como antes del atardecer?, decidí que no podía esperar más ya hora que la lluvia se había ido me dispuse a salir de la casa y llegar hasta el lago.

Traté de salir de la casa sin que nadie me viera y arruinando un par de mis tenis favoritos cruzando los charcos de lodo que se habían formado después de la lluvia atravesé la verja y la vereda hasta entrar al camino oculto entre la húmeda vegetación justo al lado de la casa de Santiago y un momento después ya estaba en aquel claro frente al lago.

Extrañamente el lugar no mostraba señales de que una tormenta azoto hace menos de una hora, recorrí con la mirada todo le lago que ya se estaba convirtiendo en una imagen familiar para mi mente, hasta que la vi.

Al pie de un viejo árbol junto al agua, como siempre llevando una falda larga y una camisa blanca por dentro, estaba parada con una especie de paleta en la mano y su cabello ahora estaba suelto mientras dejaba pinceladas en el lienzo que tenía enfrente.

¿las coincidencias existen? Pues sentía como si esa misma imagen la había leído durante la tormenta, tratando de no hacer ruido me acerque a ella.

—llegas tarde Daniela —dijo sin mirarme

< diablos, ¿Cómo me descubrió? >

—¿Cómo me viste? —pregunté

—no te vi —dijo girando su rostro en mi dirección —te olí, reconocería tu olor a miles de millas de distancia.

—me bañare más seguido —bromeé.

—oh, no pretendía decir que olías mal —comentó realmente angustiada.

—era una broma —señalé recibiendo una sonrisa torcida.

—te vez verdaderamente hermosa —dijo girándose completamente mirándome de pies a cabeza de una manera que me hizo sonrojar.

—gracias —dije casi sin palabras — ¿Qué... qué pintas?

—nada en particular, solo una base —explicó encogiéndose de hombros— te estoy esperando a ti.

Noté que el material con el que pintaba no era el que yo le había regalado y eso me decepcionó un poco, ella usaba materiales un poco más... rústicos por decirlo de alguna manera.

—¿a mí? —pregunté

—tu pintaras ahora —dijo entregándome una brocha sonriendo de oreja a oreja, sonrisa que me impidió decirle que no —hoy tendremos una clase de pintura.

—siempre quise estudiar arte —dije emocionada— pero antes debes decirme, ¿Dónde estuviste?

—por ahí —se encogió de hombros para después mirarme directamente a los ojos y elevando una de sus manos para acomodar un mechón de cabello detrás de mis orejas — te echo de menos.

Mil TormentasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora