-Capítulo 2-

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*Contrariado*

Ahora, sentado en aquel sillón, sentía que lo que le deparaba la vida era demasiado incierto y una parte de él dudaba que lo hecho, fuera la mejor opción. Ni en sus más remotos sueños pensó que las cosas sucederían así.

Hacía menos de una hora que Marco y Dana habían salido de allí y la casa ya se sentía vacía. ¿Cómo era posible?

Lloraron mucho cuando les habló sobre su futuro y ese día, aún más. Ellos sí confiaban en él, sabían que era lo mejor y así se lo dijeron. Carmen y Raúl, sus nuevos padres adoptivos, llegaron puntuales por ellos. Los chicos les brindaron la más grande de sus sonrisas y conversaron un rato en la sala. Sebastián metió, con la ayuda del conserje del apartamento, las pocas cosas que recuperó en el orfanato al auto.

Isabella se instaló en la recámara de servicio, no era esa la intención de Sebastián, sin embargo, sabía que lo hacía para que se sintiera miserable con su decisión, así que no dijo nada y le permitió hacer lo que pensara que era mejor para su humor en ese momento.

Cuando estaba a punto de irse la nueva familia, Isabella salió como un rayo y abrazó a los dos chicos como una madre a la que le quitan a sus hijos.

El hombre observó el cuadro, sabía que algo así sucedería, el enojo de la joven no podía llegar hasta el extremo de dejarlos ir sin despedirse.

Carmen y Raúl entendieron enseguida qué era lo que pasaba, ella debía ser la hermana mayor que estaba renuente a separarse de esos dulces pequeños. Sebastián se acercó a la pareja, contrariado.

—Lo siento, todavía está molesta conmigo por lo que hice, por eso no había salido de su habitación, pero estará bien... Yo veré que esté bien. —Lo último lo dijo más para sí que para ellos.

—No me los imaginaba de esa manera la verdad, se ven muy... unidos. Jamás van a dejar de estar juntos, lo prometo, ella podrá venir todas las veces que quiera. Yo entiendo muy bien la sensación de perder a alguien que amas. —Carmen respondió sin dejar de observar a las tres personitas que lloraba y se abrazaban.

—Gracias, Carmen, sé que así será y fue por eso que pensé en ustedes. —La mujer lo miró al percibir duda y tristeza en su voz.

—Tú también estás invitado a visitarnos cuando desees, sabes que te queremos, hijo —lo abrazó fuertemente—. Estás haciendo lo correcto, de verdad créeme, estos tres chicos algún día lo entenderán. No eres cobarde por no quedarte con ellos, sabes tus limitantes y eso habla muy bien de ti —continuó hablando tan bajito que solo él pudo escucharla. Le dio un beso en la mejilla y se separó de tomándole ahora las manos—. Tú cumple con tu parte y cuida lo mejor que puedas a esa chica. Aunque ahora que la veo, no sé si sea buena idea que se quede contigo, no será sencillo, eso sin contar que es... muy hermosa.

Sebastián asintió, turbado. Era justo la duda que aún rondaba en su cabeza. Desde el día en que la conoció no supo si lograría mantenerla cerca de él sin que algo sucediera, poseía una presencia enigmática y algo que lo idiotizaba, sin embargo, algo sí se podía jurar, no la dejaría nunca sola.

—No te preocupes, Carmen, sabré sobre llevar las cosas, créeme —La mujer rio al escucharlo tratando de convencerse.

—Lo harás, Sebastián, sé que lo harás. Porque te diré un secreto, hijo, en la vida nada es coincidencia, todo pasa por algo... Es nuestra tarea encontrar el porqué. —Él sonrió sin comprender a qué venían esas palabras, más aun proviniendo de alguien que había sufrido pérdidas como las suya. De momento no le dio mucha importancia, sabía que una batalla se avecinaba.

La hermana mayor se acercó a Raúl, desconsolada, al tiempo que se secaba las lágrimas. La observó serio, un tanto culpable.

—Soy Isabella, la hermana de Marco y Dana —extendió la mano presentándose. Carmen y Sebastián contemplaron la escena en silencio.

Vidas Cruzadas © ¡ A LA VENTA!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora