-Capítulo 13-

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*Destrozado*


Esa misma noche, después de hablar con el equipo de investigación que Paco contrató, habló con Carmen.

–Perdón por la hora —se disculpó.

–No te preocupes, hijo, no nos hemos acostado aún, después de lo ocurrido hace unas horas, es imposible. —Le explicó poniéndolo en altavoz, mirando a Raúl y Marco, ambos permanecían en silencio, era como si una nube negra lo estuviera cubriendo todo, hacía tanto tiempo que no ocurría y se lamentaba demasiado el no haber escuchado su corazón.

—Ya hablé con los investigadores y puse mucho más personal a su disposición —comunicó intranquilo. El giró interesado.

—¿Crees que tarden mucho, Sebastián? —quiso saber Marco, impaciente.

–Tengo fe de que no, ya están en ello. Voy a encontrarla, te lo juro.

El chico sonrió sin muchas ganas. Un segundo después se despidió saliendo ahí, cabizbajo y la llamada terminó.

Sebastián no podía dejar de temer por ella, toda la noche permaneció despierto pensando en todo lo que ocurrió, repasando cada instante. ¿Cómo pudo dudar? ¿Cómo? Sabía que él fue el primero hombre, pero vamos, el ser virgen no impide estar con otros, lo sabía bien, sin embargo, Isabella no era así, lo supo siempre. No debió creer ninguna de esas malditas mentiras.

Las lágrimas humedecieron su almohada, silenciosas. Le juró que no le haría daño su mundo, que la cuidaría, que la protegería. Desde el inicio temió que algo semejante pasara, pero al verse de frente a los hechos, buscando por doquier comprobar lo contrario y no lograrlo, sintió que un mar de oscuridad lo tragaba, que su vida se desdibujaba, que lo único que amaba no era real.

Necesitaba encontrarla, suplicarle que lo perdonase, jurarle que nunca volvería a desconfiar...

No, no era ningún imbécil, Isabella no lo perdonaría, lo sabía, lo sentía. La hirió...

Las cicatrices con el tiempo dejan de afectar, pero quedan ahí como un recordatorio de lo que las generó, de lo que se dañó. Esa vieja herida, aquel día, se volvió a abrir, logrando que evocara lo que hacía tanto tiempo le hicieron dos personas por las que también hubiera metido las manos al fuego. Esa espantosa costumbre de desconfiar, de no creer. ¿Cómo remendaría todo esto? ¿Cómo lograría llegar de nuevo a ella? ¡Mierda, no tenía ni una jodida idea de cómo la vería siquiera a los ojos cuando la encontraran!

Pasó el día organizando todo desde su apartamento, sin descanso, sin detenerse, como un poseso consumido por la obsesión, la desesperación y la ira.

La mañana siguiente, muy temprano, convocó a junta urgente, todos los accionistas se presentaron. Sin vacilación, ni contemplación alguna, los desenmascaró con las pruebas en la mano. Por supuesto no tuvieron más remedio que admitirlo. Sebastián hizo lo que temían si los descubría. En frente de ellos comenzó a acabar con su reputación y negocios con tan solo levantar el teléfono, haciéndolos perder millones en un pestañeo. Todos lo miraban suplicantes, sabían muy bien que si él se enteraba de la bajeza que maquinaron, se meterían en grandes problemas pues dependían directamente de ese hombre despiadado y letal en el plano empresarial. Demasiadas personas le debían favores como para que no se los pagaran de forma inmediata y Sebastián se las estaba cobrando sin dudar. No los dejó marchar iracundo hasta que hubo acabado con el último.

–Esto no me hace sentir mejor, no me satisface en lo absoluto, pero por ahora me conformo con que hasta cierto punto estén viviendo un infierno como el que yo estoy viviendo por su causa. Llegaron muy lejos, demasiado y no confió más en ustedes. Si vuelven a cruzarse en mi camino les juro que no solo los destruiré, sino que acabaré con su vida, por completo, como han terminado con la mía. Así que no cometan errores, no den un paso sospechoso, cuiden su reputación porque estaré sobre sus vidas de ahora en adelante, y si obtengo algo que los destruya, créanme, lo haré sin siquiera dudarlo. ¿Soy claro? —Todos asintieron asustados, ese hombre parecía haber perdido el juicio; su mirada era turbia y amenazante. Siempre supieron que los tenía en sus manos, se arriesgaron y perdieron.

Vidas Cruzadas © ¡ A LA VENTA!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora