-Capítulo 22-

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*El perdón*


Más tarde él despertó, llamó de inmediato para que les subieran algo de cenar y mientras esperaba a que lo hicieran, se sentó en una silla cercana a la cama para contemplarla dormir. Medio enrollada en las sabanas, boca abajo, con su cabello regado alrededor de su cuerpo y de las almohadas. Ya no tenía rastro de ojeras, su cuerpo estaba más hermoso que nunca, se veía sana y llena de vida. Y ahora era suya de nuevo y esta vez sabría cómo mantenerla en su vida por siempre.

Sonrió al evocar su reencuentro, él ya estaba cerrando todo para regresar a México. Se sentía fuerte, capaz de enfrentar lo que viniera y listo para buscar su felicidad que tenía ojos inigualables y piel de caramelo. Confiaba en que ella, para esas alturas, ya estaría mucho mejor. No se equivocó, comprendió perdido en sus exóticos rasgos.

Esa mujer era fuerte, fuerte como pocas y aunque seguía pensando que no era él su mejor opción, que quizá no la merecía del todo, no podía imaginar su camino sin su presencia.

Se juró hacer todo para jamás volver a dañarla.  La lección estaba más que aprendida, por lo mismo ya tenía trazado un plan para que regresara a él. Sin embargo, no hubo necesidad, Isabella lo sorprendió como siempre, como desde el primer día, demostrándole que era aguerrida, que no se detendría, que estaba decidida a tomar lo que la vida le diera. Dios, la amaba tanto.

La comida llegó unos minutos después interrumpiendo sus cavilaciones. Dio órdenes de que acomodaran todo en el salón que tenía la pequeña suite en la entrada. Cuando todo estuvo listo, despidió al servicio. Entró de nuevo a la recámara y ella ya estaba despertando. Se acercó hasta los pies de la cama completamente enamorado.

–Hola, dormilona. —Isabella volteó tallándose los ojos, sonriendo.

–Me quedé profunda —admitió y aún soñolienta se fue incorporando. Verla era todo un espectáculo para sus sentidos; hermosa, vibrante, suya.

–Eso es bueno, yo aproveché y la cena nos está esperando —murmuró embelesado. Enrollada en las sábanas por el frío, bajó de la cama y caminó hasta él.

–Vamos... —Lo animó sonriendo perezosa. Sebastián, sonrió sacudiendo la cabeza, abrió una de sus cajoneras, tomó una de sus camisetas y con sensualidad se la puso mientras ella no dejaba de buscar su mirada. Al terminar entrelazó sus dedos con los suyos y la guio hasta el salón continuo—. Dios, ¡cuánta comida! —exclamó viendo todos los platillos que tenían en frente.

–Parece que Benito imaginó que tendríamos mucha hambre cuando notó que no salíamos de esta habitación —expresó divertido tomando una silla y moviéndola hacia atrás para que ella se sentara.

–¡¿Qué?! ¿Cómo crees? Dios, qué vergüenza... —articuló ruborizada. Bajó hasta sus labios y la besó sin poder evitarlo. Fantaseó muchas noches con volver a verla hacer eso y ahora la tenía enfrente de nuevo con sus mejillas teñidas de rojo, le resultaba simplemente irresistible.

—No se equivocó —declaró sentándose a un lado de ella.

Comieron animadamente, ninguno de los dos se había dado cuenta del hambre que tenían hasta ese momento.

—Bella, ¿Carme y Raúl sabían que tenías planeado esto? Digo, volar hasta acá, seguro se sorprendieron —apuntó intrigado, bebiendo de su copa.

—No, ellos no saben que estoy aquí —contestó tranquila y continuó comiendo. Él no entendió.

–¿Es en serio? ¿Cómo? No crees que se preocuparán, ya no te digo Marco, él es muy protector. —Lucía realmente desconcertado. Enseguida comprendió que no sabía dónde vivía actualmente. Seguro intentó, al igual que ella, que nadie le hablara sobre su vida.

Vidas Cruzadas © ¡ A LA VENTA!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora