Parte 13

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Salí a toda prisa del instituto y me dirigí hacia mi casa. Cuando estuve en el portal me lo pensé mejor. No quería enfrentarme a mi tía, aún estaba furiosa con ella y además me daba un poco de miedo.

Así que busqué un banco y me puse a escribir un email a mi madre:

"Hola mamá, 
¿todo bien en China? ¿en qué región estás ahora?
La tía y yo estamos bien. Estoy comiendo bien, mi cuarto está ordenado, ayudo a la tía en lo que puedo y estoy estudiando mucho. Este año te prometo que apruebo el Bachillerato. Aún no sé qué voy a estudiar, pero todavía tengo tiempo de decidirlo. 
Necesito hablar contigo. Y no en un email sino por teléfono o por internet, con Skype o algo así. Está todo bien, no te preocupes, pero de verdad que lo que más me gustaría ahora sería poder hablar contigo. Se que nunca ha funcionado y no hemos podido hablar, pero ya no hay tantas restricciones en el Internet de allí. Vamos, yo creo que no. Internet ha avanzado mucho, hay chinos youtubers y usan como un Facebook chino y con eso podríamos intentar hablar. 
Te dejo mi número de teléfono nuevo abajo, lo cambié porque perdí el mío en el metro.
Llámame a cualquier hora. Tqm"

Me pasé el resto de la tarde deambulando por el barrio. No me quedaba dinero así que me senté en la entrada de un parking y estuve jugando con el móvil hasta que se me gastó la batería. Luego me resguardé en la entrada de una tienda cerrada de la que me echaron cuando abrieron. Me quedé en un parque hasta que anocheció y después me senté en una parada de autobús. Me aburrí tanto que acabé sacando el libro de matemáticas y me puse a estudiar.

A las ocho de la tarde hacía tanto frío que decidí que era hora de subir a casa. Además, me moría de hambre. Me tragué el orgullo, subí los siete pisos andando y abrí la puerta usando mi llave.

Cuando mi tía me vio entrar cerró su portátil de golpe y se puso de pie. Luego se sentó, hizo un gesto que pareció una especie de saludo. Volvió a ponerse de pie y a sentarse de nuevo. Era como si no estuviese segura de cómo relacionarse con otro ser humano.

Estrenaba jersey. Era gris, demasiado grande para ella y parecía muy suave, pero me llamó la atención que fuera nuevo. Además, se había recogido el pelo en una coleta que hacía que su pelo pareciera por detrás algodón de azúcar de color chocolate.

Podría haber pasado por alguien más joven, por una universitaria, sino fuera por sus ojos cansados y apagados.

—He pensado que podíamos cenar restaurante —logró decir tras varios intentos fallidos por juntar varias palabras—. ¿Te apetece?

Seguía enfadada con ella por echarme de casa, pero no había comido nada desde el desayuno y me moría de hambre. Además, la idea de ir a un restaurante de Madrid me emocionaba.

—Te gusta la comida china, ¿verdad?

Lo cierto era que había probado la comida china hacía años, cuando veraneamos en la playa, y no me había gustado nada. Pero el restaurante era increíble, tenía una pecera del tamaño de una cuna, llena de peces de distintas formas y tamaños, de todos los colores que pudiera imaginar. Además, había cuadros en las paredes con cascadas que parecía que se movían.

Mi tía no esperó a que le respondiera, se sentó en el sofá del salón y se puso a mirar el móvil. Me dio la impresión de que tenía que resolver algo antes de ir a cenar. Mis tripas rugían, pero decidí aprovechar el tiempo.

—¿Me da tiempo a ducharme? —le pregunté.

—Sí, claro —respondió sin mirarme.

Me duché, me sequé el pelo, me peiné a conciencia por primera vez desde que hacía dos o tres meses, me puse un vestido de flores que me había regalado mi abuela y unas medias tupidas porque ya hacía bastante frío en Madrid.

Cuervo (fantasía urbana)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora