Capítulo 27

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Chloe

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Chloe

Abro los ojos al escuchar el canto de los pájaros. El sol se impregna por mi ventana e intento acostumbrarme a su claridad.

Y mientras lo hago, siento unos brazos a mi alrededor, acompañados de una profunda y tranquila respiración.

Tengo que voltear mi cuerpo para encontrarme con mi acompañante. Y, por supuesto, se trata de Hunter.

Su rostro está lleno de paz. Su pecho sube y baja con tranquilidad. Me quedo un largo tiempo mirándolo, porque su estado de armonía es contagioso.

Lo último que recuerdo de anoche, fue haber estado hablando con él sobre la vida, nosotros, y el mundo. Recuerdo hasta que, en un momento, mi estómago no podía más del dolor de la risa.

Y luego, sentí mis ojos pesados. Escuché sus buenas noches, y besé su frente. Ahora estoy encerrada en sus brazos protectores, y mis oídos se endulzan con el sonido de su respiración.

Con cuidado, me zafo de sus brazos para no despertarlo, y me siento en la cama para mirarlo una vez más. Veo tanta quietud en su rostro y eso provoca una sonrisa en mí.

Mi celular comienza a sonar acabando con el tranquilo momento. Hunter se queja, pero no se despierta. Y no quiero interrumpir su sueño, así que me pongo como loca buscando el maldito celular que sigue sonando. Hasta que lo encuentro en mi escritorio, junto a la notebook.

—¿Hola? —respondo sin siquiera ver de quién se trataba.

—¿Está ahí contigo?

Frunzo el ceño.

—¿Quién habla?

—¡Paul! ¿Está Hunter contigo?

—Lo siento, no te reconocí. Y sí, está aquí conmigo.

—¡Lo mataré por no avisarme! ¡Estaba con el Jesús en la boca!

Sonrío. Me gusta que lo cuide, y se preocupe por él.

—Lo siento, nos hemos dormido.

—Hazme el favor de darle de desayunar.

—¿Estamos hablando de un adulto o una mascota? —suspira y me río—. Por supuesto que lo haré, ¿qué pensabas? ¿Que si no me lo decías no lo iba a hacer?

—No lo sé, ya no confío en ti —me vuelvo a reír—. Le gusta el jugo de naranja y las galletas de avena, ¿tienes?

—Para la sorpresa y suerte de todos, tengo.

—Bien. Te veo en un rato, pasaré a buscarlo. Adiós, ladrona.

—¿Ladrona?

—No te hagas la desentendida —me río. No puedo con Paul, pero me cae tan bien—. Por cierto, hazme el favor de pasarme tu dirección por mensaje. Ahora sí, adiós, ladrona.

A través de ti (En físico y en Ebook)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora