Capítulo 23

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Pasaron dos días en los que Vera no despertó. Todo el mundo estaba muy nervioso, si Vera no salía de aquella, se quedarían sin plan que seguir y quedarían a merced del chico del hospital.

Afortunadamente, no tuvieron que ir de funeral. A los dos días, Vera despertó mientras Ethan se quedaba cuidándola. Ella abrió los ojos lentamente y vio el lugar abandonado. Todo sucio, lleno de escombros y de repente ella estaba sobre una colchoneta de yoga. Cuando giró la cabeza y vio a Ethan sentado contra la pared a su lado, todo le pareció un poquito mejor, y a él también. Había pasado dos días a su lado rogando a toda clase de dioses para que despertara, y por fin lo había hecho.

–Hola.– Dijo él.– ¿Cómo estás?

Vera intentó levantarse, pero al incorporarse un poco, se vio a sí misma sin pantalones, con el muslo derecho vendado y la pierna parcialmente manchada de sangre.

–¿Te duele mucho?

–¿Cuanto he estado dormida?

–Unos dos días. ¿Crees que puedes...?

–No es la primera vez que me hago una herida fea. Estaré bien.

–Deja que te ayude.

Ethan cogió a Vera de las manos y le ayudó a levantarse. Al principio, tuvo que sujetarla para que no se cayera. Apoyaba la pierna herida y hacia gestos de dolor durante un rato, pero luego consiguió caminar solo con una ligera cojera. Ethan sonrió al verla mejor y ella se alegró de poder caminar casi sin ayuda, pero la alegría de Vera duró poco. Ethan llevaba las mangas de la sudadera un poco recogidas y gracias a eso, Vera pudo ver la marca de pinchazo en su brazo.

–¿Qué has hecho?– Dijo sería señalándolo. Ethan se puso tenso.

–Tu no estabas... Y yo estaba muy nervioso. Intenté ayudar con lo de tu pierna, lo juro, pero no podía... Necesitaba relajarme.

–¿Has rebuscado en mis cosas?

–No, vi donde las guardaba así que no fue difícil. Ni siquiera abrí el bolsillo grande de tu mochila.

Vera se puso muy seria. Ethan sabía que ella se enfadaría por haber recurrido a la droga mientras ella estaba inconsciente, pero no pensaba que lo haría por rebuscar en sus cosas.

–¿De qué creéis que hablan?– Preguntó Mika.

Ella, Daniel y Yurgen estaban sentados contra la pared al otro lado de la habitación observando como Ethan y Vera hablaban mientras él la ayudaba a andar.

–Ni idea. Hace un segundo parecían estar enamorados y ahora...

–Vete a saber que le habrá dicho.

–¿Y por qué a tenido que haber hecho algo Ethan?

–Porque siempre es culpa del lado masculino.

–Hombres americanos cerebro mariquita para amor.

–Eh, ya hemos vuelto.– Anunció Terence. Él y Arya habían ido a por el coche, algo de comer y unas cuantas cosas más.– E portiamo la pizza!

–No sé italiano, pero me quedo con la pizza.– Dijo Daniel ayudando a Terence.

Él se quedó mirando como Ethan y Vera seguían cogidos de las manos al otro lado de la sala. Ethan sabía lo que pensaría acerca de eso, y reafirmó su teoría cuando Terence apartó la vista y se sentó con los demás a comer. Por otro lado, Arya se acercó a ellos con una sonrisa como si les estuvieran diciendo que no estaban haciendo nada malo.

–Te hemos traído algo de ropa.– Le dijo a Vera enseñándosela.

–Oh, es genial. Gracias.

–Vamos, te ayudo a cambiarte.

Arya ayudó a Vera a llegar a otra de las salas vacías del edificio para que pudiera cambiarse con un poco de intimidad. Mientras, Ethan volvió con el resto del grupo para comer sin dejar de pensar en como se había puesto Vera por lo de antes. Al mirarse de nuevo la marca de aguja en su brazo, se bajó la manga de la sudadera e intentó aparentar normalidad.

–¿Todo bien?– Le preguntó Terence.

–Si, si. Muy bien.– Dijo antes de coger una porción de pizza.

Ah, por cierto. Te hemos comprado unos juguetes.

–¿Por qué me tratas como si fuera un crío?– Dijo ofendido.

–No, idiota. Es una forma de hablar. Son puzzles para mejorar esa cabezota que tienes.

–Pues haberte explicado mejor.

–Vaya dos.– Dijo Mika.– El futuro del mundo.

–También puedo ser tu futuro.

–Que te den, Terence.

–¡Eh chicos!– Escucharon gritar a Arya.– Tenéis que ver esto.

Los chicos lo dejaron todo y fueron donde estaban las chicas. Encontraron una sala llena de arsenal para una batalla. Armas de todo tipo y municiones para ganar una guerra.

–Joder con los de Fresno...

Los chicos se repartieron por la sala para examinarlo todo. Bueno, todo el mundo menos Terence, que se había quedado clavado en su sitio observándolo todo. Había algo que no le encajaba, y gracias a años de experiencia con su compañero israelí, supo que era aquello que le hacía dudar. Cuando estuvo seguro, corrió hasta donde estaba Mika y la empujó al suelo antes de que pudiera dar un paso más.

–¿¡Pero que demonios te pasa!?– Dijo ella levantándose enfadada.– ¿A qué demonios ha venido eso?

–Creo que he pisado una mina.– Dijo serio sin moverse.

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