Parte 15

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Me salté las dos clases que me quedaban y me fui directamente a casa. Me sentía perdida. Estaba muy desorientada por lo que acababa de pasar y necesitaba un lugar en el que me sintiera segura. Dejé mi mochila en clase por si al profesor de turno se le ocurría tratar de detenerme o pedirme explicaciones.

La que necesitaba explicaciones era yo, y mi tía era la única que podía dármelas. ¿Por qué Héctor? ¿De qué se suponía que debía que proteger a un chico de diecisiete años? ¿Qué problemas podía tener un adolescente? ¿Acné? ¿Trastornos alimenticios? ¿Adicción al porno?

Después de ver cómo había dejado al chico rubio, me daba la impresión de que la fuerza que se me había otorgado era desproporcionada y no se correspondía a las amenazas que podía tener Héctor.

¿Hasta cuándo tendría que protegerle? ¿Qué le sucedía a las once de la noche? ¿Podía contarle que yo soy una gorgona y él mi protegido?

Llegué a casa de mi tía y subí andando los siete pisos. Nada más meter la llave en la cerradura la escuché gruñir "mierda" al otro lado de la puerta. Tuve la impresión de que estaba tratando de esconder algo y abrí la puerta de golpe. Entré en el salón y la encontré totalmente desnuda. Estaba cubierta en sudor y aún más despeinada que de costumbre. Usaba mantas y cojines para tapar un bulto que había en su cama.

—¿Qué haces aquí tan pronto? —Puso los brazos en jarra—. Deberías estar en clase.

No parecía ser consciente de lo desnuda que estaba porque no se cubrió en absoluto. Aunque si yo hubiera tenido su figura tampoco tendría ningún complejo. Parecía sacada de un anuncio de gel de ducha, pero con los abdominales marcados. Nunca habría esperado que mi tía escondiera aquel cuerpazo bajo sus jerséis gruesos.

Aun así, me resultaba violento mirarla así que puse mi mano frente a mis ojos de forma que solo me permitiera ver su cabeza.

—No me encontraba bien y he venido a casa —respondí—. ¿Qué hay en el sofá?

—Nada —se apresuró a decir mientras echaba otro cojín al montón.

Oí un quejido salir de debajo de las mantas.

—Es un perro vagabundo.

Me habría hecho tan feliz tener un perro. Lástima que fuera totalmente falso.

—A verlo —le pedí.

—Está muerto.

—Lo acabo de oír.

—Está casi muerto.

—Entonces hay que llevarlo al veterinario.

—No, es demasiado tarde para él.

—Tendríamos que intentarlo...

—Es peligroso, métete en tu habitación y cierra la puerta que yo me encargo.

—¿Qué vas a hacer?

—Acabar con su dolor.

El "perro" que había debajo de las mantas se movió un poco.

—¿De qué se está muriendo? —pregunté haciéndome la inocente— ¿De gonorrea?

—¿Gonorrea? —mi tía parecía más confundida que yo.

—Sí, porque se la hayas contagiado tú.

—¿Cómo? —el "perro" exclamó asustado.

Las mantas se movieron y la mitad superior de un hombre desnudo salió de debajo de ellas.

—¿Gonorrea? —el tipo se dirigió a mi tía.

—Sorpresa —le respondió mi tía totalmente inexpresiva. Suspiró. Al descubrirse lo que había debajo de las mantas se relajó y se fue al baño.

Cuervo (fantasía urbana)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora