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El Mexicano abrió los ojos algo aturdido en una habitación sucia y oscura. Esta era iluminada solo por un foco en el techo. Intentó moverse, pero no podía. Estaba atado a una silla que lo mantenía inmovilizado. Intentó calmarse, lo que Austria quería eran sus alas y no dejaría que estas salieran.
—GutenMorgen(Buenosdías)
También intentó hablar, pero estaba amordazado. Austria lo tomó del mentón examinando su rostro.
—Has cambiadobastante, inclusohasganadoalgodepeso. Idiota. Teveshorrible, ¿quéacasonotedascuenta? —dejó de ver su cara—. Aloquevine, quierotusalas, sonlasrepresentantesdelaguerra. Silastengoenmipoder, podréganartodaslasguerrasposibles. Yyalastendríadenoserportuamigogringo. Sóloquedartequietoyestoserámuchomásrápido.
El Austriaco sacó la inyección y la volvió a llenar de anestesia. México dio pequeños brincos en su silla intentando escapar. En uno de esos saltos, la silla se volcó haciendo que cayera al suelo.
—¿Eresestúpido? Nitratandodeescapareresbueno—volvió a levantar la silla.
México sabia que solo le arrancaría las alas, estas se regenerarían y las que tenía Austria desaparecerían en un tiempo. Pero le dolía que le quitaran las alas. Le dolía cuando estas volvían a salir y no habían sanado del todo. Empezó a llorar de la desesperación y el miedo.
—No llores, México. Noteasustes, queponeslacarnetensa—clavó la aguja en el cuello del de emblema de águila—. Sabes, yo conozcomuchospaísesquetambiéntienenalas, selashearrancadoatodos.
Le inyectó la anestesia al Mexicano. Este no pudo hacer nada más que quejarse. Austria se fue unos momentos dejando que la droga hiciera efecto. Y vaya que lo hizo, pues México empezó a actuar raro. Al regresar, le quitó la mordaza. México le escupió en la cara.
—¿Quépiensasahora, malditoimbécil? —soltó una carcajada.
El Austriaco lo abofeteó. Comenzó a hacer de todo para que México dejara salir sus alas, pero estas no se dejaban ver. Al parecer debía ponerle la anestesia después y no antes de que salieran.
—¡Wow! Estoyviendotodoencámaralenta—México hablaba lentamente, luego soltó una carcajada.
—Maldita sea—dijo el Austriaco.
—¿Ya visteeso, Austria? —México se quedo viendo el foco—. Escomoelsol. Esmaravilloso.
México empezó a marearse y vomitó. Empezó a reírse a carcajadas otra vez. Alguien pateó la puerta derribándola, FBI acompañado de ONU, Rusia y Estados Unidos.
—¡Austria, ponlasmanosen alto! —el Austriaco obedeció la orden.
—nimm es bitte, ichkann es nichtmehraushalten(Llevenselo, porfavor. Yanoloaguanto) —México cantaba una melodía boba.
Rusia se acercó a verlo. Tenía las pupilas dilatadas y estaba ardiendo en fiebre. Golpeó al Austriaco con fuerza, había drogado a su novio. Estados Unidos también revisó al de emblema de águila.
—¿Qué pasó, amor? —Rusia lo llevó afuera y lo subió a un auto—. Hey, altoahí, nomesecuestren.
México se aferró de la puerta. Rusia trató de meterlo al auto, pero su pareja sólo le gritaba a FBI para que le ayudara. Era un escenario gracioso si lo veías desde otro punto de vista. Finalmente, a México le dio la sobredosis y se quedó dormido en los brazos del de Ushanka. Condujeron hasta el hotel en el que se hospedaba el Mexicano y Rusia se quedó a cuidarlo.