Cartas

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Colombia 1984


Demasiado para procesar, demasiado para asimilar, estaba volviéndome loca y no podía soportarlo más. Si mi mente quería jugar conmigo pues le daría herramientas. Esa tarde decidí que no quería esperar a mi padre así que solo conseguí un taxi con el pretexto de que me sentía mal y le pedí me llevara a casa.

Apenas bajé del auto entré corriendo a la gran casa, me parecía que algo raro había en el lugar pues un silencio absoluto reinaba en todo el vestíbulo, pregunté por mis empleados un par de veces sin respuesta alguna, entré a la habitación de mi abuela la cual se encontraba vacía. Abriendo la puerta que llevaba al patio trasero lo primero que vi fue el viejo roble al fondo.

Se estaba haciendo de noche, pero eso no me impidió poder ver con claridad como sentada en las raíces de ese árbol estaba ella, mi corazón se congelo por completo y por primera vez desde sentí miedo al verla. Estaba como siempre con un libro entre sus manos.

Un impulso me indico caminar hasta ella con el corazón queriendo salir de mi pecho.

—llegas tarde Daniela —dijo la chica tan pronto me acerqué, quise hablar solo que las palabras no salían de mi boca.

Ella pareció notarlo pues solo cerro el libro en sus manos y se levantó quedando a centímetros de mí.

—¿notas algo diferente? —preguntó mirando a nuestro alrededor.

Por primera vez me tomé un momento para ver lo que me rodeaba de lo primero que me di cuenta, fue de la piscina pues no había nada donde se supone debía estar, no había focos en la casa solo candelabros con lo que parecías ser eran velas y lámparas de gas, incluso todo era de tierra y lodo.

—bienvenida a 1825 Daniela —dijo ella tomando mi mano, su tacto era frio y yo sentía que podía desmayarme en cualquier momento.

—yo... —las palabras quedaron atrapadas en mi garganta ni siquiera podía moverme o respirar.

—no tengas miedo, yo estoy aquí —

—esa es la razón por la que tengo miedo —fue lo que pude decir rápidamente.

—ven camina conmigo —dijo ella comenzando a avanzar tirando de mí mano.

La casa a pesar de ser exactamente la misma se veía diferente, las puertas eran diferentes, las ventanas también. A la luz del crepúsculo todo cambiaba incluso el olor era diferente. ¿Cómo era posible?

—esta es mi casa Daniela, tu casa después de mí. Sé que no lo entiendes, pero estoy segura de que lo recuerdas —comenzó a hablar mientras nos dirigíamos directo a la casona— entraste tantas veces sin ser vista y salí tantas otras de la misma manera, éramos felices amor justo antes de que te llevaran, seriamos felices si no fue...

—¿de que estas hablando? —interrumpí su discurso, no pude evitar notar que su voz no era la misma que yo conocía, esta parecía lejana y con una especie de eco que me ponía la piel de gallina.

—fuimos felices, sé que lo recuerdas, sé que está ahí solo tienes que traerlo de vuelta, podemos regresar a eso Daniela ser solo las dos, podemos quedarnos con lo que nos arrebataron —

—me quiero ir —dije tímidamente, sentía como su agarre a mi se hacia cada vez mas fuerte que incluso ya dolía, a pesar de todo ella no se detenía seguíamos caminando hasta llegar a la escalera y comenzar a subir hasta la segunda planta.

—¿Por qué? —preguntó desconcertada— no hay nada para ti de dónde vienes, allá no estamos juntas, debes quedarte conmigo

—me estas lastimando —dije con la respiración agitada intentando librarme del agarre de la chica

Mil TormentasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora