El último consejo

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Mis palabras parecen que relajan un poco a Wrathly, lo digo porque lo veo sonreír. Estamos aún abrazados, miramos hacia la nada con la promesa latente de que volveremos a fundir nuestros labios para convertirnos en un solo sentimiento. Deposita un beso en mi cuello, mi piel se eriza por lo cálido que se siente. Cómo me gustaría que toda mi vida pasara de esta manera, con todos nuestros problemas esperándonos detrás de nuestras espaldas mientras contemplamos un horizonte feliz.

Levanto mi cabeza para besarlo en los labios y sentirme como la reina del mundo. O algo mejor, la reina de su corazón. No podía imaginar que el amor fuera así, amar tanto a una persona en tan poco tiempo y pensar que la distancia de la tierra hacia la luna es muy corta con relación al inmenso amor que siente por la otra persona. El querer escribir y recitar poemas porque millones de sentimientos burbujean en tu corazón. Creerte que serías capaz de convertirte en guerrera, en curandera, en princesa y en lo que fuera solo para estar y ser feliz con la persona que adoras. Quizá soy una tonta que siente que sus huesos se funden como un metal ardiente debido al calor de los besos de su novio. Quizás esté loca o de camino a ello... Mi vida se ha volteado boca abajo y no deseo recomponerme.

—Hoy te besaré hasta que perdamos el juicio —susurra—. Si quieres que pare, solo dímelo.

Me besa con vehemencia y posesividad, hasta que mis pulmones me queman por la falta de oxígeno. Con su pulgar recorre el contorno de mi rostro, como si dibujara mis rasgos.

—Wrathly... —jadeo y dejo que haga con mis labios lo que quiera.

No sé hasta cuándo estemos así, unidos sin pleitos ni enredos. Puede ser que solo nos queden minutos. ¿Por qué desaprovecharlos? Nuestros labios y lenguas se enredan en un beso interminable. En vez de besarnos como si fuéramos actores de una obra teatral romántica, lo que parecemos es dos gladiadores a punto de matarse. Sin embargo, mi tiempo en Berlín tiene tiempo de caducidad. Dentro de poco tengo que reunirme con Kauffmann para recibir sus últimas directrices, dado que, por lo que pude entender, la competición comenzará dentro de poco.

Y con esto de frente y con todo el dolor de mi corazón, debo de poner algunas cositas en claro con Wrathly. Finalizo el gesto, no sin antes darle el más largo y profundo beso que le he dado hasta el momento.

—Tenemos que hablar.

Se carcajea con desgana, pero esto no puede evitar que se le forme el hermoso hoyuelo en la mejilla. Puede que esté molesto por mi interrupción. ¿Quién en su sano juicio quiere hablar en vez de besarse? Bueno, solo las mujeres hacemos eso.

—Antes de que me hagas perder el norte —añado—, deseo aclarar algunas cosas contigo.

Se queda unos segundos en silencio con cara de pocos amigos.

—Si mi chica quiere hablar, pues hablemos.

Esbozo una sonrisa genuina cuando escucho «mi chica» salir de su boca. Antes su chica tiene que puntualizar y ponderar algunos temas con su galán, y no cometeré el error de andarme por las ramas, iré directo al punto.

—¿Por qué dejaste de hablarme días antes de mi graduación?

—Yo no te dejé de hablar, solo finalicé la llamada porque entendía tu negatividad hacia Mady. —Toma mi barbilla entre sus dedos—. Mady es mi mejor amiga y no entiendo esa negatividad que sienten ustedes dos. Además, les pregunto qué les pasa y ustedes me dan evasivas.

Decirle o no decirle la opinión que tengo de su amiga, es algo que me carcome. Su respuesta no me satisface.

—Eso no es justificación para que me dejaras de hablar.

—Yo no me estoy justificando, solo te digo por qué terminé la conversación contigo ese día.

Y así de cálido a frío nuestra conversación se torna. Inspiro hondo, trato de controlar el mal genio que siento.

Soldat Donde viven las historias. Descúbrelo ahora