Capítulo 34

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La primera en despertarse al día siguiente fue Melisa.

Arturo había colocado sus brazos alrededor suyo, por lo que le costaría levantarse sin despertarle.

Cuando lo consiguió, empezó a hacer el desayuno.

El profesor se despertó con el olor a café recién echo y la mesa puesta. Había puesto tarta de chocolate de la merienda del día anterior en platos.

_Buenos días. – Dijo Arturo mirándola prepararlo todo desde la puerta de la cocina. – Huele muy bien.

_Es solo café, no seas exagerado. – Respondió Melisa acercándose a él. – Tienes una toalla limpia en el baño. Si quieres ducharte, ahí está. Aunque yo no puedo dejarte ropa. Me da en la nariz que no te quedaría bien.

_Agradecería la ducha. Me puedo poner la misma ropa hasta que llegue a casa, por eso no hay problema.

Arturo salió del baño diez minutos después de haber entrado.

Sonreía como si fuera un niño pequeño.

_Siéntate a la mesa. – Le pidió Melisa al profesor. – Ahora traigo café.

_Podría ayudarte.

_Puedo llevarlo yo sola. Siéntate ahí tranquilo.

Arturo se levantó de la mesa cuando su anfitriona llegó al salón con la bandeja de café y los trozos de tarta que no se habían comido en la merienda del día anterior.

Fue él quien él quien sirvió el desayuno.

­_Estás preciosa cuando duermes. – Dijo el profesor echando en su taza. – No sé cómo puede resistir la tentación de despertarte con un beso.

Melisa sonrió tímidamente.

Era la primera vez en mucho tiempo que aceptaba tan bien un alago por parte de un hombre.

No habían terminado de desayunar cuando Arturo recibió una llamada de Miriam. En su rostro se reflejaba el disgusto por esto.

_¿Qué quieres? – Dijo él.

_Que vengas a casa. Hay un problema.

_¿Cuál?

_Hay una avería en las cañerías. Creo que se ha roto alguna y no sé qué hacer. Esas cosas las llevabas tú.

_En cuanto pueda voy.

_Necesito que vengas ya. No puedo estar todo el día así. Además, tengo que ir a trabajar.

_Te he dicho que en cuanto pueda voy. Si no te parece bien, lo arreglas tú.

_Pero...

Arturo colgó el teléfono sin dejarla decir nada más.

Le había puesto nervioso. Había empezado el día en un cuento de hadas y, esa llamada, le había bajado al mismísimo infierno.

­_¿Tu mujer? –Le preguntó Melisa sin dejar de dar vueltas al café.

_Si. Quiere que vaya a su casa a mirar unas averías que ha tenido en las cañerías. Quiere que me ocupe de ello.

A la contable no le gustó la idea. No paraba de sentir celos Sabía que no tenía sentido. Iba a ver a su mujer y rechazaba tener cualquier tipo de relación más allá de una amistad con él.

_Me hubiera gustado pasar más tiempo contigo. – Confesó Melisa en voz muy baja, susurrante.

_ No es necesario que vaya enseguida. No tengo por qué hacerle caso en todo. Le dejé claro que quiero una vida lejos de ella.

_Recuerda tu promesa. Termina de desayunar y ve con ella. – Dijo ella sonriendo. – No pasa nada.

Al profesor se le hizo un nudo en la garganta. Sabía bien que tenía razón, que había dado su palabra y que tenía que cumplirla.

Aun así, no quería alejarse de Melisa. Estaba muy bien a su lado y no quería alejarse.

Tenía que repetirse una y otra vez a sí mismo que debía conformarse con las migajas de alegría y felicidad que le daba estar cerca de Melisa.

Después de desayunar, Melisa preparó una bolsa para darle lo que había sobrado de tarta a Arturo. Se la dio en la puerta antes de irse.

La chica acompañó al profesor a la puerta.

_Espero que... - Titubeó la joven.

_¿Qué?

_Nada. Es una tontería. No tengo por qué pedirte nada.

_Dímelo.

_Nada. Es que...

_¿No quieres que se repita entre mi mujer y yo lo de San Valentín?

Melisa asintió con la cabeza.

Arturo acarició su cara.

_No tengo intención de tocarle ni un pelo. – Se alejó unos pasos de ella. – Me encanta que estés celosa, me encanta.

El profesor empezó a caminar, a alejarse de la casa de Melisa muy despacio. No quería irse de allí.

_¡Arturo! ¿Puedes volver un momento?

Él hizo caso. Se colocó a unos centímetros de ella.

_ ¿Qué pasa?

Colocó sus brazos alrededor del cuello del profesor y, estirándose lo máximo que pudo, le dio un beso.

A los pocos segundos, le soltó.

_Lo siento. – Dijo ella sonrojándose.

Él puso su frente en la de Melisa.

_Vuelve a hacerlo. No te alejes de mí. Bésame de nuevo y no dejes de hacerlo nunca.

_Arturo, tu mujer te espera. Debes ir con ella.

Al profesor le costó alejarse de ella.

"Vuelve al mundo real, Arturo. No puedes hacer esto, no debes pedirle estas cosas. Agradece que te da estos regalos que te ofrece la vida y sigue adelante."

Se alejó dejando a Melisa sola.

El corazón de un profesorWhere stories live. Discover now