VIII

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Las espadas cortaron la carne. Un inmenso bramido retumbó en el amplio espacio de aquella destruida sala. En la oscuridad se pudo observar una enorme silueta, precipitándose contra el suelo y causando un ligero temblor por el impacto para finalmente yacer allí en silencio, la quimera había muerto.

Cassandra levantó su puño en señal de celebración. Un enorme Ruddiger se acercó a Varian, el animal sonaba muy contento, el joven alquimista acarició su cabeza sonriéndole por su reciente victoria y dándole una perla que hacía que volviera a su tamaño normal. Una vez hecho, el animalito trepó al hombre de Varian y se restregó contra la mejilla del joven.

- ¡Bien! ¡Lo hicimos! - Gritó la dama levantando la mano frente a Varian para que éste la chocara.

-Buen trabajo - Dijo Varian chocando las manos.

Él miró a su compañera, ella se veía tan fuerte y decidida. Suspiró sonriendo y ella le miró sonriendo igual. Un aura de paz se sintió entre ellos, que fue interrumpida por una ligera risa. Los adultos voltearon a ver a la niña que había estado sentada en silencio durante la pelea. Cassandra y Varian se sonrojaron un poco mientras se acercaban.

La mayor se sentó al lado de la pequeña y, acariciándola suavemente, apartó el cabello de su mejilla para darle un tierno beso. La niña cerró los ojos ante aquella muestra de afecto y se recargó en la mujer. Varian las miró y sonrió. Luego miró alrededor, buscando probables amenazas, pero parecía que esa quimera era lo único que debía preocuparles y ahora ya no era problema. Exhaló con alivio y se hincó frente a la niña, mirándola a los ojos y acaricio un poco su cabeza.

-Este lugar parece seguro - Dijo Varian. -Podríamos quedarnos aquí a descansar. ¿Qué opinas, Ari?

La niña, aún agotada sólo asintió con la cabeza. La prueba de Lilith parecía haber drenado cada gota de energía de su cuerpo, un descanso le sería de mucho provecho. Ariadna se quedó allí sentada mientras Cassandra y Varian se levantaron y comenzaron a preparar el campamento: La joven apartó las rocas que había cerca de ellos y Varian consiguió leña para una pequeña fogata.

La niña los observaba cuando el mapachito se trepó en ella y corrió alrededor de su cuello, sacándole una risita a la pequeña que ambos adultos escucharon y sonrieron, contagiados por la situación. Todo era tranquilo después de esa tormenta. Todo estaba en paz.

Las brasas ardían, el aroma de la carne inundaba la caverna y unas ligeras risas se escuchaban. El joven miraba a las que lo acompañaban. Cassandra estaba sentada, cruzada de piernas con la pequeña frente a ella, pero dándole la espalda. Mientras platicaban, ella desenredaba el cabello de la princesita usando sus dedos, causándole tranquilidad a la niña.

-En verdad Mamá hizo todo eso para caerle bien a... ¿Cuál era su nombre?

-Todos le decían Tío Monty. Y sí lo hizo, tu madre no soportaba caerle mal a alguien

-¡Ay! Mi madre era tan ilusa...

-Pero también muy, muy dulce y amable.

La niña sonrió y se quedó pensando en su madre, su corazón se estrujó. Recordaba su voz y sus ojos, pero había cosas que había olvidado, y ahora que Cassandra le hablaba de ella, se preguntaba si Rapunzel la recordaría. Un mechón de su cabello rubio cayó frente a su rostro, Ariadna lo vio y desvió su mirada.

Los dedos de Cassandra en su cabello se desvanecieron, y su alrededor se quedó en silencio. Ya no escuchaba nada, se había encerrado en su mente, en los recuerdos de Luzbel diciendo lo especial que era su cabello, los recuerdos de muchos niños nobles burlándose de su cabello tan "Raro y Feo". La pequeña niña se encogió un poco pensando en todo eso, a ella no le gustaba su cabello. ¿Por qué no podía ser todo castaño o todo rubio? ¿Por qué tenía que tener esos mechones tan singulares y diferentes? Cerró sus ojos maldiciéndose a sí misma cuando al fin distinguió la voz de Cassandra.

Golden PrisonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora