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La puesta de sol que tanto le gustaba apreciar al chico de castaños cabellos estaba a solo unos cuantos minutos de suceder.
Hacía poco la misa había terminado y por lo tanto podría disfrutar de aquello sin algún tipo de interrupción, amaba profundamente ver un fenómeno natural tan precioso, los colores que emanaba lo hacían sentir tan relajado que no podía disfrutar más de un momento como ese.
Un suspiro salió de sus gruesos labios antes de sentarse en aquella banca de tonos blancos de siempre, la cual se encontraba fuera de la iglesia, su mirada estaba puesta en el cielo, viendo como poco a poco el color de este cambiaba gracias a tan hermoso atardecer.

Se sobresaltó un poco cuando una mano se posó en su hombro, dándole un leve apretón, lo cual, le llevó a girar un poco su rostro y de este modo ver de quien se trataba.

—Sin duda otro fenómeno maravilloso que creo nuestros señor. –la voz del cura se escuchó solo segundos después, este solo recibió una sonrisa por parte del chico quien aún se encontraba sentado en aquella banca.

—Uno de mis favoritos. –murmuro en respuesta desviando su mirada nuevamente hasta el cielo de leves colores naranja y amarillo.

—JiMin, tus padres me han dicho que piensas unirte pronto al seminario, no sabes lo feliz que me hace saber que por fin decidiste entrar al sacerdocio. –comento manteniendo una sonrisa en sus labios y caminando hasta un lado del menor, para de este modo sentarse junto a él.

—Gracias padre, lo decidí hace poco, quiero entregar mi vida por completo a nuestro señor y no encontré mejor manera que está. –JiMin estaba más que convencido en entrar a aquel seminario, lo pensó mucho por un largo tiempo y ahora mismo no podía estar más seguro de lo que quería realizar, quería entregarse en cuerpo y alma a la iglesia y eso era lo que iba a hacer, además de que sus padres estaban de acuerdo y orgullosos con ello.

—Eres joven, no me gustaría que terminaras arrepintiendote. –negó repetidas veces antes de contestar. 

—No, créame, voy a terminar siendo un sacerdote.

El cura sonrió y asintió suavemente.

Al pasar unos cuantos segundos ambos desviaron su vista hasta a un lado cuando pudieron escuchar algunos cuantos pasos acercarse, visualizando así a los padres del menor, quienes recientemente salían del templo.

—JiMin, cariño, estábamos buscándote dentro. –la suave voz de su madre se escuchó y el nombrado solo se levantó del lugar donde se encontraba. —Padre, hoy no podremos quedarnos a ayudar, tendremos una reunión con algunos viejos amigos, espero que pueda comprender.

—No se preocupe, señora Park, entiendo perfectamente.–comento el cura repitiendo la acción del castaño chico, levantándose y colocándose junto a los papás del menor.

—Entonces nosotros nos vamos, no queremos que se nos haga aún más tarde. –esta vez hablo el padre del chico.

—Claro, vayan con cuidado. –dijo el cura quien mantuvo una sincera sonrisa en sus labios.

Después de una breve despedida entre la familia Park y el cura estos se retiraron de la iglesia, para poder caminar hasta el auto que estaba justamente estacionado frente aquel edificio del cual habían salido recientemente.
El pequeño chico de abultados labios no se podía sentir más triste en ese momento, él disfrutaba estar en la iglesia, amaba ayudar a las personas dentro de esta y estar atento a cada una de las cosas que ocurrían en ese lugar, para su mala suerte tendría que acompañar a sus padres.

[...]

Recientemente habían dado las 8:30 de la noche, los padres de JiMin habían quedado en ir a una pequeña reunión donde estarían varios amigos suyos. Hacía ya un tiempo que habían perdido la comunicación, pero ahora que habían tenido un pequeño reencuentro querían volver un poco a los viejos tiempos y convivir de la mejor manera.

—Cariño, ellos tienen un hijo, que si no me equivoco es un año mayor que tu, en verdad espero que puedan llevarse bien. –comento aquella mujer castaña mirando por el retrovisor a su hijo quien mantenía su vista en el camino.

—Si, yo espero lo mismo. –murmuro. En ese momento no pudo evitar sentírse nervioso, nunca había tenido una buena experiencia con las personas, ni siquiera tenía amigos, nadie podía comprender su forma de vida y era algo criticado por ello, esto era comprensible de cierta forma, los chicos de su edad tenían otras prioridades totalmente diferentes a las de Jimin.

Durante todo el camino hubo silencio, solo se podía escuchar el sonido del aire que pasaba a una gran velocidad a sus costados por el movimiento del auto.
Solo hicieron falta unos cuantos minutos más para estar frente a aquella casa de suaves colores pastel. El auto fue aparcado justo al frente y en cuestión de un par de minutos ya estaban frente a la puerta de aquel lugar que era completamente nuevo para Jimin. Aquel chico de abultadas mejillas mantenía sus dedos enlazados, mientras jugaba de una forma discreta con sus pulgares, del mismo modo uno de sus gruesos labios se encontraba entre sus dientes, ambas acciones solo significaban una cosa, estaba muriéndose de nervios solo con imaginar que tendría que convivir con alguien nuevo, alguien más acordé a su edad, era algo diferente para él, ya que solo solía convivir con personas adultas en su día a día, no era muy común que la población adolescente frecuentara las iglesias diariamente.

El sonido del timbre provocó que llevara sus manos a sus costados, tendría que comportarse de una forma correcta, aún y cuando su inquietud aumentara cada vez más. Una mujer de cabellera negra abrió la puerta pocos segundos después, la mujer instantáneamente formó una sonrisa en sus labios al ver de quienes se trataba.

—Suni, Dongyun que gusto verlos de nuevo. –saludo aquella mujer mirando a los padres del pequeño chico presente. —Oh, tu debes ser JiMin, pero si eres un chico muy lindo. –el nombrado sonrió avergonzado, mientas sentía como sus mejillas tomaban algo de calor, por lo que solo se limitó a agradecer el cumplido. —Pero vamos, pasen. –Dijo haciéndose a un costado, permitiendo así que la familia pudiera entrar a la acogedora casa.

Los ojos del rubio pudieron captar a dos personas más dentro, un hombre de cabello negro y de atuendo algo formal estaba junto a un chico de pálida piel, cabellera negra que hacía un perfecto contraste con su piel y unos ojos gatunos que no tardaron en escanearlo de pies a cabeza, sus nervios aumentaron aún más, el chico no se veía muy simpático a simple vista, pero trataría de ser lo más amable posible, quizá de este modo el chico se comportaría igual de amable con él.

—Dongyun, Suni, me alegro de verlos nuevamente. –el hombre comento antes de acercarse a los padres de JiMin. —Y tu debes ser JiMin. –murmuro volteando su rostro y de este modo ver al menor, quien se sorprendió un poco cuando ambos adultos dijeron su nombre, entonces ya lo conocían. —No sabes las maravillas que tus padres nos contaron de ti, sin duda eres un gran chico.

Una sonrisa se formó en sus gruesos labios después de agradecer el cumplido, amaba saber que sus padres hablaban de él y aún más si contaban con tanto orgullo, hacer que sus padres se sientan orgullosos de él lo hacia sentir feliz y siempre hacia lo posible para que lo siguieran estando, no importaba la aceptación de aquellas otras personas mientras sus padres lo hicieran sentir amado y apoyado.

—El es nuestro hijo, espero que ambos puedan ser buenos amigos, tanto como tus padres y nosotros. –dijo la mujer sonriendo. El chico pálido no mostraba ningún tipo de expresión en su rostro, parecía que no le causaba ningún tipo de interés hablar con él, pero para su desgracia tenía que hacerlo.

—Un gusto, mi nombre es Min YoonGi.


𝔅𝔩𝔞𝔰𝔭𝔥𝔢𝔪𝔦𝔞 ;✝ 𝙺𝚘𝚘𝚔𝚖𝚒𝚗Donde viven las historias. Descúbrelo ahora