Una partida anunciada

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Un "Te amo" que siempre quise escuchar y nunca pude decir queda entre la tierra y el cielo en el que descansas. 


Colombia 1984


—puedes leerme —dije, pues estaba cansada y aunque nadie lo había dicho en voz alta era demasiado obvio que la salud de mi abuela era delicada y tal vez solo era cuestión de tiempo, lo podía ver en sus labios y el color de sus manos, todo en esa habitación indicaba que la hora se acercaba.

—Colombia 1826... —comenzó a leer sin más.

...sus ojos, el brillo claro en sus ojos, esos ojos color marrón que mataría por poder ver solo una vez más, esos ojos con los que sueño cada noche, esos ojos que son mi desesperación. Deseo tanto haber capturado mejor su esencia, haber pasado más tiempo en hacer esos ojos perfectos en el cuadro que tengo justo frente a mí, deseo con toda mi alma haberla capturado en ese lienzo, pero sin ella aquí, es solo una mezcla de pintura sin vida.

¿Cuánto ha pasado? Ni siquiera llevó la cuenta de los días, meses se que se acercan a un año de su partida, probablemente esta casa ahora con un asqueroso bastardo burgués. Tengo semanas tratando de pintar algo nuevo, pero simplemente nada aparece en ese lienzo y lo único que puedo hacer es ver es tonto cuadro que jamás tuve la oportunidad de darle.

Mis días siguen repitiéndose, vigilo su casa cada día durante horas, estoy debajo de ese árbol y he descubierto que como ella decía la iglesia es un gran lugar para ir a pensar.

así que mi rutina ahora también implica estar de vez en cuando en la capilla de confesiones fungiendo rezar solo para poder pensar sin ser molestada.

Hoy fue diferente, el viejo sacerdote de la parroquia se acercó a mí ni siquiera sé que es lo que quiso decir, pero ahí estaba un viejo hombre solitario tratando de hacer sentir menos miserable a una joven a la que todo el pueblo tachaba ya de libertina o incluso cosas peores.

—cada día —habló el viejo sentándose a mi lado— cada día en las ultimas dos semanas la he visto venir hasta este altar y fingir estar rezando señorita Cardona.

—¿Cómo sabe que estoy fingiendo? —pregunté con un todo poco apropiado para estar hablando con un padre.

—porque se que este es un buen lugar para venir a pensar —dijo el hombre— sin embargo, acercarse a pedir ayuda al señor reconforta cualquier alma.

—si le soy sincera padre, pedí ya demasiado a ese señor y mis plegarias no funcionaron —respondí

—¿Cómo sabes que no funcionaron? —

—me tengo que ir, ha pasado mucho tiempo y mi madre se encuentra sola —respondí con la intensión de querer irme de ese lugar, mi espíritu en realidad no sentía interés de entablar una conversación con el sacerdote, en embargo el me detuvo.

—Conozco su sensación, he perdido gente que me importa también —comenzó a hablar— pero recuerda que el señor tiene un camino preparado para todos nosotros.

—¿él se puede equivocar? —

—los tiempos y las decisiones de Dios son perfectos hija —

—¿Qué clase de dios te arrebata de un día para otro a quienes amas? —susurré esperando no ser escuchada por el anciano.

—la clase de dios que trata de enseñarte algo —dijo —conocí a su señor padre, un caballero en toda la extensión de la palabra jamás faltaba su contribución a esta parroquia, me preguntaba si pronto recibiríamos nuevamente la generosidad de usted y su madre.

Mil TormentasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora