II.2

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Kara se deslizó por entre las sábanas de seda de su cama, alzando la mirada a la pared frente a su cama. Oh, Len, no tengo idea de lo que estoy haciendo. Un día y ya la he jodido.

Kara se imaginó lo que la azabache le diría. Sí, admitió que había perdido los estribos a lo grande. Había sido tan de repente; hasta Kara se había horrorizado de su reacción. Justo cuando sentía que Jessica y ella estaban creando una especie de alianza. Ahora, sólo podía preguntarse lo que la joven estaría pensando de ella y de los próximos meses. ¿Debería avisarle a Lena?

Maldita sea, voy a tener que disculparme con mi adorada mocosa.

Era tarde, pero Kara sacó su cuerpo de la cama y envolvió una bata de seda azul alrededor de su desnudo cuerpo. Cuando llegó a la puerta de la habitación de JK, escuchó por un momento y después dio un pequeño golpe en la pesada madera. Al no recibir respuesta volvió a golpear con más fuerza y llamó a Jessica. Girando suavemente el pomo de la puerta y entrando dentro, Kara vio que la cama de Jessica estaba aún intacta.

Kara atravesó la casa llamando a Jessica. La artista hasta salió fuera pero no pudo encontrar rastro de la joven. Sintiendo un poco de pánico, Kara volvió a la casa y se dirigió de nuevo a la habitación de la muchacha. Mirando en el armario y el vestidor vio que las pertenencias de JK aún seguían allí. De repente, la morena mujer tuvo una sensación de terror en su estómago. Oh, no, es todo lo que pudo pensar mientras alcanzaba el garaje y tiraba para abrir la puerta de un lado. Se encontró con un gran sitio vacío donde el Mercedes debía estar.

“¡Joder!” maldijo con fuerza y se movió rápidamente hasta su habitación. Agarrando una camiseta y poniéndose sus vaqueros usados, Kara marcó un número familiar mientras se vestía.

“Detective Hobarth” dijo la voz al otro lado de la línea. “Billy, Kara Danvers... ¡necesito tu ayuda de inmediato!”

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“O sea, ¿me estás diciendo que le has dado a una desconocida con la que andas liada todos tus códigos de seguridad y las llaves de tu Mercedes?” preguntó Billy a su vieja amiga.

Él y Kara habían mantenido su amistad desde aquellos días en el bar motero de Maine, pero el hombre que estaba sentado tras el volante de un coche sin identificación miraba incrédulo a su amiga.

“No es una desconocida... y no se acuesta conmigo, por el amor de Cristo, es la hija de Lena, ¡es prácticamente mi propia hija!” replicó Kara. La artista estaba furiosa y apenas era capaz de mantener una conversación civilizada con su amigo.

“¿Estás bromeando? ¿La chica que ha robado tu coche es la hija de Lena?”. Billy se quedó atónito. Recordaba a la guapa azabache cada vez que estaba en una librería y veía sus verdes ojos sonriendo desde la fotografía en la contraportada. El recuerdo de los cien pavos perdidos por culpa de ella siempre le hacía sonreír.

“Dana Point está bastante silencioso, pero si quieres encontrar algo suficientemente malo ahí lo encontrarás” explicó el detective. “Empezaremos por ahí. Sabes que si se dirige a L.A. puede ser todo un lío. Una chula de diecisiete años sola y conduciendo un Mercedes es una huella fácil de ver”.

“Gracias por darme esperanza. Puede ser chula, pero es condenadamente insegura. No creo que intenté conducir a la ciudad, tal vez a Laguna, pero no me la imagino con las suficientes narices para ir a cualquier otro sitio. Dios, Billy, tenemos que encontrarla. ¿Qué demonios voy a decirle a Lena?”

El detective de la policía echó un vistazo al cansado rostro de su amiga. Su pelo estaba ligeramente despeinado y no tenía rastro de maquillaje, pero era todavía una de las más preciosas mujeres que sus ojos habían visto alguna vez. Sus azules ojos se entrecerraron por la preocupación y pudo ver a través de ella como el cristal. Había intentado esconderlo durante años, pero su corazón estaba y siempre estaría completamente poseído por la chica de ojos vedes, a dos mil millas de distancia.

“Realmente aprecio lo que estás haciendo, Billy. Gracias. No quería usar el Explorer. Me imagino que si hubiera reconocido el coche podría hacer algo estúpido como intentar escaparse. Además, ha pasado tanto tiempo que de cualquier forma no sabría dónde ir para comprar algo de hierba hoy en día”.

“Bueno, podemos echar un vistazo a un par de sitios. Cuanto más jóvenes, más hierba. Esperemos que esté ahí”.

Estaba.

En el primer sitio que miraron, en la esquina de un supermercado EZ, un grupo de jóvenes daban vueltas. Un par de ellos andaban en moto, mientras otros daban saltos con sus skates. Ni siquiera ocultaban lo que estaban haciendo, y ahí estaba JK, encendiéndose un porro entre las manos. Vestía su chaqueta de cuero, vaqueros y botas de combate, y cuando se quitó el pelo de la cara, Kara pensó que era como mirarse a un espejo. Y la pobre Lena debía haber tenido que revivir todo ello de nuevo. Todos aquellos malos momentos con Kara, reflejados en la conducta de su propia hija. Kara se apuntó una nota mental de que la primera cosa por hacer al día siguiente sería mandar a su amiga dos docenas de rosas.

Las ventanas del coche sin identificación estaban tintadas completamente de negro. Aunque JK hubiera mirado en su dirección, no hubiera sido capaz de ver dentro del vehículo y reconocer a Kara. Billy aparcó el coche como si fuera a comprar y entró para coger un paquete de chicles. Mientras él salía Kara había abierto con cuidado la puerta y había comenzado a andar silenciosamente hacia JK. Billy decidió quedarse rezagado y apoyarse contra el coche, viendo trabajar a su amiga.

JK dio otra calada al porro y finalmente sintió aquel sutil chasquido en su cabeza que le decía que todo iba genial. Vio la oscura sombra moviéndose tras ella, una alta sombra. Como su madre antes que ella, JK reconoció el gruñido sin mirar.

“Oh, joder”, se giró, el porro colgando de sus labios.

Kara pensó que había perdido los estribos en casa, pero no era nada comparado con la ira que estaba sintiendo en esos momentos. Agarró el tabaco de la boca de la joven y lo destrozó en su mano. Con el mismo movimiento que usara antes, Kara empujó a la joven contra el muro del edificio.

“Hey, tortilleras” dijo uno de los de los skates, moviéndose alrededor de ambas.

Billy decidió entrar en juego. Cogió su placa y puso voz seria.

“Policía de Los Ángeles. Niñitos, ¿no tienen toque de queda?” preguntó lentamente.

De golpe todos se dispersaron, dejando a su nueva amiga frente a su propia suerte.

“¿Qué demonios va mal en ti? ¿No te das cuenta de lo que te podría haber pasado?” siseó Kara.

“¿Qué mierdas te importa? A mi madre le importo una mierda, ¿por qué a ti sí?” escupió JK a la mujer.

Kara mantuvo el agarre del cuello de la camiseta de la joven con una mano, retrasando la mano libre para darle una bofetada en la boca.

JK intentaba no parecer dolida, pero la verdad era que su piel ardía donde la mujer la había golpeado.

“Primero mi madre, ahora tú. ¿Alguien más quiere pegarme?” soltó la colocada joven.

“¡He oído que recibes lo que das en casa!” le replicó Kara acaloradamente.

Las pupilas de JK se alzaron nerviosamente y luchó, sus enrojecidos ojos repletos de lágrimas ante el recuerdo de la cara de su madre y el moratón que ella le había creado. No tenía ni idea de que su madre se lo hubiera dicho a Kara.

“Perra...” respondió JK débilmente, bajando la cabeza.

“Ok, Kara, es suficiente”. Billy apoyó una tranquilizadora mano en el hombro de su amiga. “Por qué no coges tú el Mercedes y llevo yo a la niña a casa, ¿ok?”

Kara sintió la fuerte mano en su hombro y liberó a la joven de su agarre. “Las llaves” fue lo único que fue capaz de decir.

La rubia se volvió y entró en el descapotable, rascando el asfalto mientras aceleraba el Mercedes hacia la ladera.

“Podría haber ido mejor” dijo Billy a nadie en particular. “Sube”. Puso en marcha el coche.

                            *      *      *     *        *

“¿Así que tú eres la hija de Lena?” dijo Billy, pensando que la joven parecía una extraña combinación entre Kara y Lena.

“Déjame adivinar... ¿tú también fuiste a la universidad con ella?” preguntó JK sarcásticamente.

“Demonios, no. No podrías pagarme lo suficiente como para ir a esa pija escuela a donde iban ellas. Nop, tu madre solía salir con Kara al bar motero que yo tenía... Era como mi pequeña “oficina‟, si me entiendes” respondió Billy.

El detective pensó que sentía ya muy lejana aquella época en la que se ganaba la vida al otro lado de la placa de policía.

“¿Mi madre, en un bar motero? Te has equivocado de mujer” respondió JK con asombro.

“No creas todo lo que leas en la portada del libro, niña. Me suena a que no conoces nada sobre tu madre”.

“Nunca me ha contado nada de aquellos días” replicó JK honestamente.

“Tal vez estés haciendo las preguntas inadecuadas... o estés preguntando a la persona indebida”.

“¿Qué quieres decir?” preguntó JK.

“Eres un poco corta, ¿verdad? Estás viviendo con la única persona en el mundo que conoce más de tu madre que ella misma” terminó Billy su comentario mientras giraba hacia la puerta de seguridad abierta. Conduciendo hasta frente la puerta de entrada, hizo señas a la chica para que saliera.

“Me temo que es hora de enfrentar el temporal, niña”.

JK se mantuvo sentada durante unos momentos más, con un miedo repentino a salir del coche. La mujer que la había empotrado contra el muro esa noche la asustaba terroríficamente.

“¿Quieres un consejo, niña?” preguntó Billy.

“Si lo escucho, ¿dejarás de llamarme niña?” bromeó JK. Sus nervios comenzaban a vérsele.

“Touché. Kara puede asustar, pero es una mujer justa. Vale, tiene su punto débil en lo que concierne al honor de tu madre, pero nunca encontrarás una mujer con más integridad que Kara. Sé simplemente sincera con ella. No te comportes como una idiota. Ve de frente y ella estará allí por ti” terminó el detective.

JK afirmó ligeramente con la cabeza al detective antes de dejar el coche y entrar en la casa.

                            *       *    *     *        *

“¿Qué haces?” preguntó JK con voz débil.

Kara estaba lanzando la ropa y los objetos personales de Jessica en las maletas que habían sido vaciadas justo esa misma tarde.

“¿Qué parece que estoy haciendo? Te largas de aquí, ¡esta noche! Voy a dejar que tú le digas a tu madre lo que has hecho” dijo Kara en un tono aún más bajo.

Al oír el nombre de su madre, los ojos de JK se inundaron de lágrimas. “Por favor, Kara”.

“No vayas por ahí, ha pasado el momento de llorar” respondió Kara.

JK se apoyó contra la pared y sollozó, viendo a Kara colocar su ropa sin ceremonia en sus bolsas.

“Por favor, Kara, no puedo volver... lo prometí. Por favor”. La joven comenzó a llorar sin consuelo.

Kara no paró, a pesar de que el sonido de Jessica llorando le partía el corazón. Lo siento, Len, pero ¡esta chica ya no puede ser ayudada!

“¡Ella cree en mí!” terminó JK llorando.

Ese era el único comentario capaz de hacer que la artista frenara. Recordaba esas mismas palabras el día anterior.

―Creo en ti, Kara.

La alta mujer se mantuvo así durante unos minutos, incapaz de mirar a la joven. JK se sentó en el suelo, se envolvió con sus propios brazos y siguió llorando, lágrimas silenciosas rodando por sus mejillas. Kara se agachó con fuerza por el suelo tras ella y abrió los brazos a la joven. JK cayó en el abrazo de la mujer más mayor y lo sintió vagamente familiar.

“Jess, tienes un problema con las drogas, lo sabes, ¿verdad?” preguntó Kara.

“Es sólo que no puedo... no puedo sentirme bien sin ellas. Algunos días ni siquiera puedo sentir nada” respondió JK. “No sé cómo pararlo”.

Kara acarició el pelo de la muchacha y besó su coronilla.

“Sé cómo ayudarte, Jess, pero vas a tener que trabajar conmigo. También vas a tener que ayudarte un poco a ti misma, ¿ok? No vamos a mejorar y a superarlo con poco trabajo”.

JK asintió con la cabeza y secó sus ojos.

“De acuerdo, duerme bien, al menos lo que queda de noche, y mañana a la mañana hablaremos, ¿vale? ¿Quieres tortilla? Tal vez pueda hacerla” preguntó Kara.

JK asintió de nuevo y ambas mujeres se pusieron en pie.

“Una cosa más, Jess” dijo Kara mientras comenzaba a marcharse. “Limpia toda esta mierda, ¿vale? Es un asco” dijo Kara guiñándole un ojo.

JK sonrió y se sorbió la nariz, secando más lágrimas de sus ojos. Kara se acercó y con ternura, en completo contraste a sus anteriores acciones, dio un suave beso en la frente de Jessica.

“Ve a la cama” dijo la mujer mientras cerraba la puerta tras de sí.

De nuevo Kara miro a la pared frente a su cama una vez estuvo tumbada confortablemente en ella. Con unas pocas palabras, Kara ahora entendía cómo debía haberse sentido Lena con ella durante aquellos años, cómo de impotente e indefensa se debió sentir la joven viendo cómo la artista tiraba su vida. Era tan difícil ver cómo alguien que amas destrozaba su existencia. Kara agradeció que Lena no tirara la toalla con ella.

NADIE ES MÁS CIEGO QUE QUIEN NO QUIERE VER (Adaptación Supercorp)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora