IX

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Los ojos de ambos adultos se abrieron como platos, recordando su charla en la habitación de la princesa. Cassandra volteó a los ojos de la criatura sin ser capaz de decir palara, Varian lo miraba con horror. Al oír las palabras de la niña, la enorme bestia empezó a derramar gruesas lágrimas. -"Mi princesita... ¡No me has olvidado!" Pensó, recordando la primera y última vez que pudo estar cerca de su hijita...

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Luzbel y Frederick se hallaban frente a Eugene/Quimera, el viejo rey tenía cogida de la mano a una Ariadna de cuatro años. A pesar del contacto en sus manos, la niña no sentía nada. Ni calidez, ni protección. Nada. Entonces, Luzbel la jaló suavemente, poniéndola frente a él, entre el hombre y la criatura. El albino sonrió de lado.

- ¿Qué opinas de ese monstruo, Muñequita?

- Oh... - La pequeña retrocedió un par de pasos, intimidada por aquella colosal bestia. - Me da un poco de miedo... ¡Es muy grande! Pero... ¿Por qué está tan triste? - Preguntó, observando atentamente al gran animal, que derramaba gruesas lágrimas. Frederick soltó una sonora carcajada y luego miró a la bestia.

- ¿Qué sucede? - Dijo hablándole a aquella criatura. - ¿Es que acaso algo te duele? -. El animal lo fulminó con la mirada.

- Mon-struo... - Le soltó. Frederick rio nuevamente.

- Oh, Fitzherbert... ¡Yo no soy el monstruo en esta sala! ¿¡No te has visto!? ¿Y que no escuchaste? Ella dijo que le das miedo...

A la niña no le gusto el tono de su abuelo, era verdad que la bestia era inmensa, pero tenía unos ojos muy lindos, se le hacían muy amables, con lentitud se aproximó al animal y con su manito le acarició la frente. El pelaje de la bestia era increíblemente suave al tacto.

- ¡Oye! - Gritó Frederick y la jaló hacia atrás, tomándola del brazo.

La niña cayó fuertemente contra el suelo. Esto hizo enfurecer al animal frente a ellos. Gruñó, pero antes de que pudiese realizar el más mínimo movimiento, Luzbel sacó un báculo, cargado con la energía de un rayo y le dio un fuerte choque eléctrico a la bestia que se desplomó en el suelo. La niña abrió los ojos como platos, aterrada.

"- ¡¿Por qué ha hecho eso?! El gran oso no hizo nada malo..." Ariadna quiso hablar, pero sabía que si lo hacia esos hombres se enojarían con ella. Sin embargo, las palabras estaban perfectamente escritas en su rostro y, para su desgracia, su abuelo las leyó.

- ¿Qué? ¿Te preocupas por esa alimaña? ¿¡Que no ves que sólo es un monstruo!? ¡Es más! – Gritó el anciano, y tomó a la niña de la ropa para luego lanzarla al aire. Ella cayó justo frente al hocico del animal. -Ojalá te tragara... ¡Un problema menos!

La princesita tenía los ojitos llenos de lágrimas, se quedó viendo a la terrible bestia, que a sus ojos no era más que un pobre animal herido.

- Pobre Oso.... – Susurró la pequeña. - A ti tampoco te quieren...

De pronto, la niña reaccionó a algo, algo que había dicho su abuelo. "Fitzherbert" Había nombrado a la bestia. Ella había escuchado eso antes, lo había escuchado decir a su madre. Ariadna miró a la bestia nuevamente, esta la miraba con ojos tristes, pero honestos. ¿Qué era este animal? ¿Por qué le causaba tanta nostalgia? Era como si lo conociera, pero no podía saber quién era.

- Prin-ce-si-ta... - Dijo la bestia y lamió el brazo de la niña, que se había raspado al caer.

La pequeña miró las heridas de la quimera y recordó algo que hacía su madre cuando ella se lastimaba. Puso su mano en la pata de la bestia y la otra en su cabeza, enredada en su cabello. La niña empezó a cantar una canción muy bonita, que a ella siempre le hacía feliz cuando su mamá se la cantaba. Su cabello no brillaba y ella no sanaba, pero eso la hacía feliz. Así que creyó que eso también haría feliz a la pobre y herida bestia.

Golden PrisonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora