UNA MONTAÑA RUSA

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El fin de semana está siendo una montaña rusa de emociones. Me ilusiono recordando lo vivido con Rebeca y su abuela; pero me arrepiento de haber huído así de Claudia; aunque me alegra haber llegado a tiempo de ver a Rebeca; y eso que me avergüenzo del espectáculo que di estando borracho en el ascensor... Y no solo me rayo con el pasado. De cara al futuro, me llena de esperanzas que Rebeca me haya dicho que el lunes cuenta con verme, pero me desespera tener que esperar a que empiece la semana que viene para que volvamos a estar juntos.

—Deberías hablar con ella —me aconseja Verony, y pausa la película que estamos viendo en Netflix.

—¿Qué?

—Con Rebeca. ¿Es ella a quien tienes en mente, no? —Me ha pillado.

—Estoy viendo la peli.

—Ah, ¿sí? ¿Qué ha pasado?

Observo la pantalla: Brad Pitt está a punto de ser devorado por unos zombis. La película es Guerra mundial Z.

—Pues que al señor Pitt lo quieren devorar un montón de muertos vivientes.

—Normal. —Entra Maria al salón—. Yo también me lo quiero comer.

Lleva un corto vestido de lentejuelas rojo y una gabardina en la mano.

—¿Te marchas ya? —Observo el reloj. Son las 21 h.

Normalmente no suele ir tan pronto a trabajar los sábados. Su turno empieza a las 23 h.

—En un rato. —Se sienta con nosotros—. Es que he quedado con un chico antes de ir a currar.

—¿Con quién? —se interesa Vero.

Saca su teléfono, busca el contacto y dice:

—Un tal César. ¿Vosotros no tenéis plan?

—Na... —Contestamos a la vez.

—¿Y eso?

—Nuestro plan era ver esta peli. —Verony señala la tele—. Hasta que me he dado cuenta de que Andrés tiene la cabeza en otra parte.

—¿Estará pensando en la pelirroja? Qué raro —ironiza Maria.

—Ni siquiera me ha dejado poner Gambito de dama —protesta Vero—porque la prota le recuerda a su amiguita y se pone nervioso.

—Sí, es cierto —reconozco—. Es que no dejo de rayarme por... —Hay tantas cosas en mi cabeza que no sé cuál pescar—. Por el hecho de que no me quiera ver hasta el lunes, por ejemplo.

—Siempre os véis de lunes a viernes, cuando sube de estar con su abuela. —Verony supone—: Los fines de semana no podrá.

—Y si tienes dudas, pregúntaselo —propone Maria.

—Tenía pensado esperar a que me hablase ella —admito.

—No lo va a hacer —me devuelve a la dura realidad Verony.

—¿Y qué pretendéis que le diga? Oye, Rebe, ¿por qué no quedamos el finde?

—Sí —confirman a la vez.

—Pero...

—Escríbele un mensaje —insiste Maria—. No es para tanto.

—Es que Rebe no es tu César —comparo—. Ella es bastante más... compleja.

—¿César? —se pierde Maria.

—Se refiere a tu cita —le aclara Verony y se le agota la paciencia—: Andrés, déjate de bobadas y háblale de una maldita vez, que quiero seguir viendo a Bratt correr entre zombis.

—¿Y qué le digo?

—¡Que quieres quedar el finde! Así de sencillo.

Me lo pienso, y llego a la conclusión de que, si me lo pienso un poco más, no me atreveré. Por ello, redacto el mensaje y lo envío.

—Ay, ¡mierda! ¿Qué he hecho? —me arrepiento de inmediato—. Qué locura. No debería haberos hecho caso. ¿Se puede borrar el mensaje?

Maria me quita el móvil de las manos y pide:

—¡Confía, chico!

—¿Confiar en qué? ¿En quién?

—Mira, si fuese un zombi —empieza Verony—, lo primero que haría sería comerte la lengua para que te callaras un rato.

—Te has pasado... —Me disgusta.

—Tranquilo, Andrés. Yo te comería otra cosa. —Maria me guiña un ojo, y justo entonces, el teléfono vibra. Observa la pantalla y celebra—: ¡Ay! ¡Es ella!

—¿Ya? —se sorprende Vero—. Sí que está aburrida cuidando a la vieja.

Verony y yo nos arrimamos a Maria y, juntos, leemos el mensaje:


Estoy con mi amuma... Prefiero entre semana. ¡Nos vemos a las 21 h!

09:11


—Vaya —se decepciona mi amiga rubia—. Te ha dado calabazas.

—Ay, joder... —Me hundo en la mierda absoluta.

—¡No son calabazas! —me salva Verony—. Es una chica organizada, y no le gustará que le rompan el planning con planes improvisados. Ella cuenta con quedar contigo de lunes a viernes a las 21 h, ¿no? Pues lo que tienes que hacer es aprovechar ese tiempo que tiene para ti en su agenda.

—Es que a mí ya no me basta con vernos en el ascensor. —Necesito más.

—¿Y quién ha dicho que debáis veros en el ascensor? —Maria y yo no logramos entender a qué se refiere, por lo que Verony explica—: Ella ha dicho que quiere quedar a las 21 h, pero no dónde. Dile que suba a cenar a nuestra casa.

—Tú... Tú eres...

—¡Una niña prodigio, tía! —me interrumpe Maria.

—¿Prodigio? —Exploto—: ¿Estáis locas las dos? ¿Cómo la voy a invitar a cenar aquí, con vosotras?

—Pues enviándole otro mensajito —responde Maria.

—No lo pienso hacer.

—Vale —acepta Verony—, si prefieres que tu vida sea un drama sin contenido...

—¿Perdona?

—Andrés, o te lanzas o no avanzas —se mete Maria, y concluye—: El lunes la chica vendrá a cenar, Verony se encargará de la comida y yo, de serviros la mesa. Estaréis como en un restaurante de lujo. Tendréis una cena romántica, con un postre que os hará chuparos los dedos, y lo que no son los dedos...

—¡Eso! —apoya Verónica.

—¡Que no! —grito—. Además, ella me rechazaría.

—Eso es mentira —me corrige Maria.

—¿Cómo lo sabes?

—Porque estoy hablando con ella. —Orgullosa, me pone la pantalla del teléfono móvil frente a la cara.

—Eh... Maria, te mato.



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69 SEGUNDOS PARA CONQUISTARTE (EN LIBRERÍAS Y WATTPAD)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora