46. Como advertencia: no negocies con Ivanna Rojo

45.8K 8.5K 7.8K
                                    


46. Como advertencia: no negocies con Ivanna Rojo

IVANNA

—La Jefa —dice Sam Delvecchio con curiosidad. Una curiosidad descarada.

¿Qué tanto les habló Luca de mí?

—Sí —sonrío, malhumorada; yendo hacia el lavamanos para limpiar con agua mi boca. Después acomodo sobre mi pecho el bolso que cuelga de mi hombro y busco dentro mentas.

Luca tiene suerte de no estar muerto. Mi nueva prioridad es Solatano & Delvecchio.

—Meeee trae buenos recuerdos —dice con dificultad Luca al ver la primera menta aterrizar en mi lengua.

Aún le cuesta hilvanar palabras. Poco sirvió hacerle vomitar. Otra vez siento saltar una vena en mi frente; y por eso, molesta, cojo dos mentas más de mi bolso, acorto una vez más la distancia entre nosotros y lo obligo a metérselas a la boca.

—Luca adora las mentas —digo a Sam y Max que ven boquiabiertos la escena. ¡No saben de lo sucedido dentro del baño!

Al mismo tiempo, Luca, quejándose del sabor, escupe una de las mentas.

Estoy tentada a devolverla a su boca.

—Estoy en problemas, ¿cierto? —pregunta, mirándome con pena.

¿Un momento de lucidez?

—¡Perdiste todas tus estrellitas! —digo, molesta, acomodando otra vez mi bolso—. ¡To-das!

A continuación froto mi boca. La sensación de haber comido algo acido no se va.

—¡¿Todas?! —Luca parece querer llorar.

Empujo con mi dedo índice su pecho.

—¡Y espera mis post-it!

Mientras, Max Solatano se cruza de brazos con diversión.

—¿Estrellitas? —pregunta, viéndonos.

—Me las pone en la frente cuando hago algo bien —explica Luca, desanimado.

—¿Cómo en el Kinder? —Max suelta una risotada y mira con complicidad a Sam—. Como la señorita Lucy.

—Sí. Ella adoraba las estrellitas —recuerda Sam.

—¿Fueron al Jardín de niños de la señorita Lucy? —les pregunta Luca con ánimo renovado.

—Sí. Ahí nos conocimos —Max empuja el hombro de Sam.

—Era la mejor —Luca sonríe con nostalgia. Aunque debido a la borrachera pareciera estar a punto de caerse—. Los únicos malos recuerdos que tengo de ese lugar son de un niño picándome con un lápiz.

Max alza las cejas.

—Te pasas, gordo —dice a su amigo y después me mira—. Todavía no se marchen —me pide, juntando sus manos como si rezara—. Conseguí que Tata cierre hasta las cuatro. Vamos, los invito a otro tequila a ambos.

Luca, con la sola mención de «tequila», hace el ademán de querer seguir vomitando.

—Bueno, a él a un vaso de agua —añade Max.

Finjo pensarlo porque en realidad me conviene.

—No sé.

Insisto en mostrarme molesta.

—Solo un par de caballitos más —ruega Max y tras pensarlos unos segundos asiento «a regañadientes».


El asistente ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora