El legado

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Quizá fue la primera vez en años que en el templo de acuario se percibía un aura de felicidad, en los brazos de su guardián yacía aquella pequeña Lemuriana vestida con un pañalero amarillo. Camus la acercó más a su cuerpo.

—Hola... —Camus le susurró, un cumulo extraño se formó en su interior ¿felicidad? La idea de que ya estaba con él, que era suya, su responsabilidad, su luz. Una nueva etapa en su vida—. Bienvenida a casa.

Fue lo único que Camus pudo decir con la voz quebrada. Acercó su rostro al de la pequeña. Uniendo sus mejillas y las lágrimas resbalaron por su rostro. Milo le apoyó tallándole la espalda para que su pareja recuperara un poco la compostura.

—Se las encargo. Estoy segura que bajo su cuidado, será una gran persona —Athena les dijo—. Mucha suerte mis caballeros, el pasaje de crianza es arduo.

—Muchas gracias por todo. Mi diosa —Milo agradeció.

—Para servirles, por cierto —dijo Athena—. ¿Cómo se va llamar?

-X-

A pesar de que ya era de noche. Dohko no se separó del lado de Mu, aun esperando al resto de la familia. La paz volvió al corazón del ariano al ver las figuras de Shaka y Kiki aparecer en el horizonte. De inmediato se puso de pie y atrapó a Kiki en sus brazos, después se acercó a Shaka para besarlo.

—Me tenían preocupado —dijo.

—Lo lamento, fue mi culpa —Kiki dijo con la cabeza baja.

Con algo de inocencia, miró el martillo que traía en sus manos. Mu reconoció el legendario objeto de inmediato, así como Athena tenía su escudo y Nike. Ese martillo de diamante era crucial para él como el dios que era.

Kiki intentó cederle el objeto a Mu, como si fuese una especie de ofrenda hacia su maestro en disculpa por sus imprudentes acciones. Este con toda gentileza lo rechazó, presionando el objeto sobre el pecho de su alumno. Al cruzar miradas, Mu hacia su mejor intentó por suprimir el llanto, aun así se le resbalaron unas cuantas lágrimas al llegar a la realización de que era hora de pasar el legado. Kiki, contagiado por el sentimiento, abrazó a su maestro. Mu le correspondió ya sin poder retener el llanto.

—Lo harás bien —Mu dijo con hilo de voz.

—No estoy listo —Kiki musitó.

—Yo tampoco lo estaba —Mu se separó de Kiki—. Pero así como tuve a mi maestro a mi lado, yo seguiré aquí para guiarte cuando lo necesites.

Al alejarse de su alumno. La armadura de Aries comenzó a brillar y esta se armó al cuerpo de Kiki. El joven Lemuriano no podía creerlo, todo ese compilado de experiencias, inclusive las de Shion y Mu estaban ahí, podía verlo y sentirlo todo, era como su estuviese en sus pieles. Toda esa experiencia acumulada estaba siendo dada de golpe en la mente del joven muviano. Debía estar soñando, se iba a desmallar. Que alguien lo pinchara, no sólo estaba portando la armadura de su maestro, estaba portando la mismísima cloth divina de Aries. Algo que ni su maestro tuvo que el privilegio de portar.

—Aries ha evolucionado a tus necesidades. Una armadura digna de un dios. —Shaka dijo.

—Yo... —Kiki miró hacia el Santuario aun asimilando el hecho de que había sucedido a su maestro—. Necesito... necesito aire.

Kiki comenzó a alejarse. Mu estuvo a punto de ir tras el pero la mano de Dohko y otra de Shaka se posicionó en cada hombro suyo.

—Estará bien, deja que lo asimile —Shaka dijo.

—Además, Athena desea hablar con él, quiere hacerlo asolas —Dohko dijo.

Con un suspiro, Mu contestó.

Por tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora