Capítulo 11

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Louis había pasado una semana de mierda.

Empezando por esos mil quinientos dólares que se había dejado en reparar tan solo un coche; coche que después había tenido que vender por mucho menos de lo que le costó para poder pagar la reparación del otro.

Y ahora, el coche que le quedaba llevaba tres días en el mecánico, quien además le había dicho que no iba a tenerlo listo hasta al menos otros tres días hábiles, y teniendo en cuenta que era viernes, Louis calculaba que no iba a recuperar su coche hasta mediados de la semana que viene.

Así que estaba jodido, porque su maravillosa casa -donde ahora vivía solo y se le hacía demasiado grande- se encontraba en una urbanización al norte de Spring Valley, y la parada de autobús más cercana estaba a veinte minutos caminando.

Sin embargo, todo ese tiempo muerto que se veía obligado a desperdiciar en el camino de vuelta a casa tras cada día de trabajo, daban para mucho. Louis se había replanteado su vida de muchas maneras durante esos paseos.

Empezando por Trevor, quien solo había necesitado un día y un berrinche para eliminar por completo el último rastro de cariño que a Louis le quedaba hacia él.

La verdad es que no sabía si Trevor tenía intenciones de volver a casa en algún momento o si destrozar sus coches había sido su manera de dejarle claro que la relación se había acabado, porque ninguno había vuelto a saber del otro desde que se vieron por última vez en San Francisco, pero Louis no tenía intenciones de llamar para preguntarle qué iba a pasar con ellos.

No solo porque seguía enfadado, esto no tenía nada que ver con el hecho de que Trevor se hubiese atrevido a tocar sus posesiones más preciadas solo porque no sabía de qué otra manera hacerle daño.

Es que simplemente no le importaba lo que pudiese pasar con ellos. Hacía apenas tres semanas tenía miedo de perderle, y ahora que había descubierto cómo se veía la vida sin tenerle al lado, lo único que sabía era que no le quería de vuelta.

Llevaba años excusándose a sí mismo por seguir ahí, día tras día, a pesar de todo, con el pretexto de que el tiempo y la convivencia desgastan las relaciones. Excusando la actitud del propio Trevor por el simple hecho de que llevaban cinco años juntos, vivían bajo el mismo techo y tenían una vida en común.

Pero la realidad era que de esos cinco años solo tres fueron felices, el techo bajo el que vivían era propiedad de Louis, y absolutamente ninguno de los dos estaba completamente conforme con esa vida en común que habían construido.

Es que no estaban yendo a ninguna parte, su relación estaba a la deriva desde hacía más de dos años y lo habían estado ignorando por completo.

No iban a tener hijos y no iban a casarse nunca. No tenían metas ni proyectos en común, y llevaban meses sin siquiera salir a cenar juntos. Hacía mucho que Louis no escuchaba un "te quiero", pero para ser justos, también hacía mucho que Louis no se lo decía.

Por no tener, ni siquiera tenían sexo; aunque tampoco es que a Louis le apeteciese tener sexo si era con Trevor.

Así que se podría decir que la ruptura que parecían estar atravesando le estaba dando más rabia que tristeza. Rabia por haber desperdiciado tantos años de su vida en una relación donde no quedaba amor, ni felicidad, ni estabilidad. Rabia por haberse dado cuenta tan tarde.

Pero de momento todo estaba bien para Louis. Quizás lo único que llegaba a entristecerle un poco de toda aquella situación era saber que si ahora almorzaba en el trabajo era porque ya nadie le esperaba en casa para almorzar con él.

Y sin embargo, cuando ese mismo día abrió la puerta principal de su casa tras llegar del trabajo y escuchó ruidos en la planta superior, se arrepintió de no haber valorado lo suficiente la soledad.

Vegas LightsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora