Parte II: RESTAURACIÓN - CAPÍTULO 6

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CAPÍTULO 6

—¡No! —gritó Morgana con vehemencia—. ¡No volveré a Avalon! ¡Nunca! Prefiero seguir como estoy, prefiero morir.

—Dejadnos a solas, por favor. Debo hablar con Morgana en privado —dijo Merianis.

Augusto y Clarisa cruzaron una mirada de soslayo.

—Por supuesto —respondió Clarisa con una inclinación de cabeza.

Apoyó la bandeja con las tazas y el té recién hecho en la mesa y les hizo seña a Augusto y a Rory para que la siguieran afuera de la casa. Ambos obedecieron sin protestar.

—Venid, mi querida reina, tomemos el té —invitó Merianis a Morgana—. Por favor —agregó al ver que Morgana no mostraba inclinación alguna a aceptar el ofrecimiento.

Morgana resopló con disgusto, pero accedió, levantándose de la cama ayudada por Merianis y dejándose conducir hasta la mesa del brazo. Una vez que las dos estuvieron sentadas a la mesa, Merianis sirvió el té en silencio.

—Bebed, mi reina. Os hará bien —la animó Merianis.

—¿Por qué insistís en llamarme reina?

—Porque lo sois —respondió Merianis como si fuera obvio.

—No, no lo soy —negó la otra con la cabeza—. Soy yo la que debería rendiros pleitesía a vos. Vos sois la reina de las mitríades.

—Cuando cruzasteis a este mundo en busca de ayuda para nuestra raza —comenzó Merianis—, el Ojo Verde apareció para exhortarnos a la elección de una nueva reina. Por muchos años, lo ignoramos, esperando vuestro triunfal retorno. Pero la situación se volvió demasiado acuciante y debimos actuar o aceptar nuestra extinción a manos de los Antiguos. Así que decidimos llevar a cabo el proceso de elección de una nueva reina. Cinco mitríades de la más alta estirpe y de reputación intachable murieron antes de que yo pasara la prueba. ¿Sabéis cómo logré salir airosa?

Morgana meneó la cabeza en silencio.

—Cuando el Ojo Verde me preguntó si aceptaba mi puesto de reina de forma vitalicia, le respondí que no, que solo aceptaría el trono de forma temporal hasta que vos regresarais. Así que como veis, el trono es aún vuestro si lo reclamáis. Nunca dejasteis de ser nuestra verdadera reina. El Ojo Verde me pidió que guardara este pacto en secreto, pero esto será revelado a las mitríades en cuanto vuelva y presente mi abdicación en vuestro favor —terminó de explicar Merianis.

—Vuestra nobleza y vuestra confianza en mí son irreprochables, querida Merianis, pero me temo que no las merezco. Y aunque las mereciera, no puedo volver al Círculo y tampoco a Avalon —respondió Morgana con una sonrisa triste.

—Clarisa me contó sobre Avalon —dijo Merianis con el rostro ensombrecido.

—Entonces entendéis por qué no puedo volver allá —replicó Morgana.

—Entiendo que vuestro cuerpo y vuestra voluntad fueron usurpados, lo cual os libera de la responsabilidad de tan repugnantes actos.

—No a mis ojos —negó con la cabeza Morgana.

—Sin nadie a la cabeza de Avalon para protegerlas, ¿cómo esperáis que vuestras hermanas hadas de este mundo sobrevivan a la masacre que planea la Tríada?

—Me temo que ya no hay nadie a quién proteger —bajó la cabeza Morgana.

—Os equivocáis, Morgana. Existen colonias de hadas ocultas, camufladas en jardines y bosques.

—Solo me lo decís para aliviar mi culpa.

—No Morgana, es la verdad.

—¿Cómo es posible que sepáis algo como eso? Vuestra estadía en este mundo ha sido en carácter de prisionera, aislada de todo y de todos.

—No de todos —sonrió Merianis—. Durante mi cautiverio conocí a un niño muy especial. Su nombre es Mateo y sus habilidades y temperamento son parecidos a los de Clarisa. Una colonia de hadas ha estado interactuando con él.

Morgana se la quedó mirando, incrédula.

—Es verdad —le aseguró Merianis—. Necesitarán alguien que las organice, que forme una red de contactos con otras posibles colonias y proponga una estrategia de defensa. Necesitan que vos hagáis lo que debiera haber hecho Avalon.

—No soy la más adecuada para ese trabajo —negó Morgana con la cabeza.

—Yo creo que sí —la contradijo la otra—. Sois la que mejor conoce a la Tríada, la única que puede diseñar una estrategia útil para combatirla.

—No, mi contacto íntimo con la Tríada solo garantiza que las expondré a más muerte y horror —cerró los puños Morgana con el rostro tenso.

—No si Augusto y Rory os deslindan de todo lazo con Nemain. Pero para eso debéis enfrentar lo que pasó en Avalon. Entiendo la pena que eso os causa, pero confío en vuestra valentía para lidiar con vuestras propias emociones.

Morgana consideró las palabras de Merianis por un momento, luego dijo:

—¿Cómo podrán esas hadas aceptarme como líder? No pienso ocultarles mi actuación en la masacre de Avalon para ganarme su confianza, eso está fuera de la cuestión.

—Ese es un asunto que deberán decidir ellas —dijo Merianis, suspirando internamente con alivio al ver que Morgana comenzaba a aceptar su responsabilidad como reina.

—Creo que vos seríais más adecuada para todo esto —se echó para atrás Morgana.

—Tengo a Medionemeton a mi cargo —negó Merianis con la cabeza—. Debo volver con ellas y encargarme de protegerlas de una posible incursión de la Tríada al Círculo, a menos que vos queráis volver al trono y reinar sobre las mitríades —hizo una reverencia Merianis—, en cuyo caso estaría más que dispuesta a obedecer vuestras órdenes y quedarme a organizar las defensas de este mundo.

—No, no puedo volver al Círculo. Tendréis que seguir siendo mi reemplazo —declaró Morgana.

—¿Por qué esa restricción? ¿Tiene también que ver con Nemain?

—No. Hice un pacto con una entidad llamada Lorcaster. Los términos me obligan a permanecer en este mundo. Por favor, no me preguntéis los detalles —le rogó Morgana.

—De acuerdo, no preguntaré —aceptó Merianis.

—Y ahora creo que es hora de que me contéis el resto de la historia —dijo Morgana—. ¿Qué pasó con Lug?

Merianis relató los hechos del encuentro de Lug con la Tríada y sus devastadoras consecuencias. Morgana estuvo un largo rato meditando sobre la historia con el rostro grave:

—¿Hay alguna forma de reintegrarlo a su cuerpo? —preguntó al fin con preocupación.

—No que yo sepa —murmuró Merianis.

—Su estado es más cruel que la muerte.

—Sí —concedió Merianis—. Con Lug fuera del juego...

—Sí, lo entiendo —replicó la otra—. Será mejor que les aviséis a Clarisa, Augusto y Rory que se preparen para partir ya mismo.

—Desde luego —inclinó la cabeza Merianis. Esa era la orden que estaba esperando.

LORCASTER - Libro VII de la SAGA DE LUGDonde viven las historias. Descúbrelo ahora