Sus razones

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Tratando de olvidarse de lo recién acontecido con la princesa Marceline decidió enfocarse en el asunto de Oliver y Samuel, así acelero para llenar pronto su cabeza de ese problema y no los personales.

Luego de un pequeño desvío para comprar cigarrillos llegó a su destino, y después de haberse alejado de todo eso unas horas y luego mirar aquella casa era evidente que algo había sucedido por el desorden, ventana quebrada y demás, además de encargarse del tipo, debería reparar la casa, perfecto.

Entro al domicilio encontrándose con Samuel durmiendo en el sofá y aquel fiel y confiable amigo a su lado, vigilándolo.

- ¿Todo en orden? – preguntó la pelinegra.

- Todo. – muy pocas palabras, justas y necesarias, que sencillo era hablar con él.

- ¿Muy bien, y qué opinas de su estado?

- Me parece que él ya estaría listo para irse.

- Umh, eso me parece muy bien, también lo había estado pensando, planeaba alargarlo para el fin de semana, pero me agrada la idea de que sea pronto, tal vez hoy en la noche.

- ¡un momento! – hablo de repente Samuel.

- Ajaa, así que solo fingías pedazo de animal, bueno... eso nos ahorra tiempo. Podrás llevarte todo lo que caiga en un auto y te iras, te llevaremos a donde quieras mientras no sea en Santiago o las ciudades aledañas.

- ¿estás demente? ¿Crees que puedo simplemente llamar a un conocido y decirle que me deje vivir ahí? – enfrento con molestia el lastimado joven.

- Si es así seguramente es porque has sido alguien muy malo... y no me cabe duda imbécil, me importa muy poco tu destino, deberías ser agradecido, porque te juro que te pudo haber ido mucho peor, Marshall no te hizo nada en comparación de lo que pudo hacer.

Samuel guardo silencio, el aun maldecía la mala suerte de haberse topado con este grupo de locos, pero el miedo a la incertidumbre de lo peor que pudo ser hacía actuar con cautela.

- ¿Existe alguna posibilidad de que pueda quedarme? – se atrevió a preguntar.

- Las considere Samuel, pero es demasiada inversión de energía vigilar tu comportamiento, requeriría pedir muchos favores y no deseo desgastarme tanto – respondió con total honestidad la pelinegra.

- Aun no comprendo como es que te aseguraras de que yo no regrese aun si me llevas lejos, debes saber que todo este lugar lo pago yo, incluso los estudios de él los pago yo, el no sabe ni siquiera como ir al banco a realizar una diligencia – Samuel se permitió una sonrisa, porque tal vez este era su escape para que cambiara de opinión al respecto.

Marceline miro al chico que había estado vigilando a Samuel con un gesto de pánico y preocupación bastante desesperado, demasiado desesperado.

- ¡Oh no! ¡Qué haremos sin el dinero de Samuel!, ¡no puede ser, estamos acabados! Demonios, cruel vida, que será de todos sin el sustento de este trabajador joven – Marceline le dedico una enorme sonrisa en medio de su actuación. - no seas payaso, tu dinero no podría importar menos.

Samuel se rindió, solo le quedaba una cosa que averiguar.

- Exactamente como planeas hacer que yo no aparezca, ¿vigilaras acaso esta casa 24/7?

- Si, bueno, no yo, pero si – admitió la pelinegra.

En el pasado Marceline en su posición de líder de pandilla se había hecho de mucho respeto y seguidores, y muchos favores se le quedaron debiendo, muchos realmente, y de hecho si se encontraba con alguien a quien en el pasado ayudo, incansablemente le recordaban que recurriera a ellos si algún día los necesitaba, era temida, respetada y también querida, la vida en la calle era dura, y quienes tenían la desventura de vivir así, jamás olvidaban a quien les tendía una mano, y así era Marceline, nunca alguien que ella apreciara lo paso mal, porque siempre se encargó de que todos tuvieran lo que necesitaban.

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