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LOS VENGADORES HABÍAN destruido Sokovia.
Los noticieros de todo el mundo repetían aquel título una y otra vez, difamando lo que alguna vez había sido la buena reputación del grupo de héroes. No se podía negar que las impactantes imágenes que los programas habían conseguido dejaban demasiado que decir, la ciudad había caído y ellos no habían podido evitarlo.
Los periodistas más desalmados exclamaban furiosos como los Vengadores habían devastado una ciudad completa, dejando sin hogar a miles de familias que solo querían vivir un día de tranquilidad. Cientos de personas escupían su imagen, alegando que siquiera se habían hecho cargo de las familias sobrevivientes.
Olivia Rogers observaba la atroz imagen inquieta. Llevaba la mañana completa cambiando canales sin parar, a la espera de por lo menos ver una sola persona, un solo granito de arena que les agradeciera por haber destruido a la amenaza, pero el reconocimiento por su merito no hacia su aparición.
Si no fuera porque su agenda últimamente estaba algo ajustada, quizá hubiese pasado el resto de la tarde también oyendo como completos desconocidos los juzgaban sin detenerse a analizar a fondo la situación, porque si tan solo lo consideraban por un momento, la única alternativa que habían tenido era destruir la ciudad.
Ese era el frío precio que pagaban por ser héroes.
Se incorporó de la cama desinteresadamente y se colocó las zapatillas que se había quitado luego del entrenamiento y la cálida ducha. Salió de su habitación arrastrando los pies en dirección al comedor, según su teléfono ya pasaba del mediodía y rugiente estómago se había enterado al respecto.
Sonrió a medias al encontrarse con Wanda Maximoff situada en una mesa alejada del resto de los agentes que trabajan en la base, los cuales cuchicheaban en pequeños susurros, dedicándole miradas furtivas que la hacían encogerse en su sitio como una niña infante.
Decidida, Olivia tomó su plato de pasta y caminó hacia la sokoviana, enviándole una mirada discreta a los agentes que rápidamente giraron la mirada. Sin más, tomó asiento frente de la castaña. -A veces suelen ser unos idiotas.
-Gracias por salvarme -murmuró avergonzada, acentuando su acento extranjero-. Creí que en cualquier momento debería irme corriendo.
-No es nada, nadie quiere ser observada como bicho raro.
El silencio invadió su mesa instantáneamente, sin embargo ninguna se sintió incomoda al respecto. Su amistad había surgido en el momento exacto. La sokoviana se sentía completamente sola e insegura, Olivia jamás había tenido una amiga de su edad, fue cuestión de tiempo para que ambas comenzaran a pasar tiempo juntas.
