Parte VII: LARA - CAPÍTULO 35

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CAPÍTULO 35

Lug no tenía idea de lo que iba a encontrar en un lugar que no es lugar, en un tiempo que no es tiempo, en un estado en el que ninguna de sus experiencias físicas podían servirle de guía. Por eso se sorprendió al hallarse al borde de un tranquilo lago de aguas azules, bordeado por un espeso bosque. Miró hacia arriba en un lugar en donde se supone que "arriba" no existe, y se encontró con un cielo límpido y un sol matutino que calentaba las rocas que bordeaban el lago. ¿Había creado su mente un escenario comprensible para que él se sintiera cómodo? Se miró las manos, la ropa. Palpó su espada colgando de su cadera izquierda. Pasó los dedos por las letras de su nombre en la hebilla del cinturón de cuero que ceñía su túnica blanca. Sintió el peso de su capa plateada sobre los hombros. No sólo aparentaba tener un cuerpo físico, sino que lo había vestido con el atuendo que siempre lo había identificado como el Señor de la Luz.

—Esto no es real, es sólo una simulación —murmuró Lug para sí.

Avanzó entre los árboles y apoyó tentativamente una mano sobre uno de los troncos, añejos y robustos. Sus dedos se hundieron en la madera como si estuviera apretando una esponja.

—No es real —volvió a decir Lug en voz alta, y los árboles desaparecieron de repente y fueron reemplazados por una cadena de sierras bajas y áridas.

Lug se dio cuenta de que tenía poder en este lugar, que podía manejar el escenario a su antojo, pero que también había alguien más, alguien que estaba observando sus reacciones.

—Basta de juegos. Hablemos —dijo Lug a las agrestes sierras.

De inmediato, la oscura boca de una cueva se abrió ante él en las montañas.

—Por supuesto, tenía que ser en una cueva —gruñó Lug, disgustado.

Aún sabiendo que el gesto era inútil, desenvainó su espada adoptando una posición de defensa, y caminó con pasos decididos hacia la cueva. Al entrar en la cavernosa estancia, lo invadió un vaho húmedo y cálido. Por un momento, pensó en conjurar una antorcha, pero una luz suave y blanquecina iluminó su camino por el amplio túnel y no sintió necesidad de más luz que esa. Apenas diez metros más adelante, encontró la fuente de la misteriosa luz: un lechoso lago subterráneo cuyas aguas refulgían de forma extraña y cambiante. De repente, una forma luminosa emergió del lago y una voz conocida lo saludó:

—Hola, Lug.

Era una voz femenina. Una voz que hacía mucho tiempo que no escuchaba.

—¿Lara? —inquirió Lug, desconcertado.

—Sí, soy yo —dijo el ser luminoso.

—¿Qué haces aquí? ¿Estamos en el Círculo?

—Estoy aquí porque Lyanna me envió a asistirte —respondió Lara—. Estamos en un espacio interdimensional donde todos los mundos están unidos. Así que sí, estamos en el Círculo y también estamos en Baikal.

—¿Lyanna te envió? —arrugó el entrecejo Lug, desconfiado—. ¿Cómo supo Lyanna de ti?

—Lyanna es uno de los nuestros. Su unión con la Tríada restableció el contacto.

—¡¿Qué?! —gritó Lug, y su voz retumbó en las paredes de la cueva—. ¡Lyanna es mi hija!

—Por supuesto —respondió la tranquila voz de Lara.

Lug sacudió la cabeza como para desenredar los pensamientos de su mente que se habían vuelto demasiado confusos e inverosímiles.

—¿Es esto una trampa? ¿Realmente eres Lara? —inquirió Lug, invadido de pronto por la duda.

—Mi nombre verdadero no es Lara. Ése es sólo un nombre que tú me pusiste —respondió el ser—. Pero sí, soy la entidad a la que identificas como Lara, la que intercedió por ti ante los Patriarcas en las entrañas de la cordillera del Norte, la que más tarde volvió a encontrarse contigo en el Paso Blanco para ayudarte a encontrar la fuente de energía que causó la devastación en Cryma. En este plano, ninguno de los de mi especie puede mentirte.

—Dices que Lyanna te envió, ¿por qué? ¿Te mandó a darme instrucciones sobre lo que debo hacer con Lorcaster? ¿Y dónde está Lorcaster? Se suponía que debía encontrarme con él aquí.

—¿Instrucciones? ¿Para qué querría Lyanna enviarte instrucciones? Nunca ha sido su intención forzar la voluntad de nadie —respondió ella—. No, Lyanna me pidió que te asistiera.

—¿Asistirme cómo?

—Como lo estoy haciendo: respondiendo a tus preguntas. Lorcaster está también en este lugar, pero no puede percibirte de momento. Yo me he tomado el atrevimiento de interceptarte antes de que te encuentres con él.

—¿Tú conoces sus planes, sus verdaderas intenciones? —preguntó Lug.

—Así es —confirmó Lara.

—Dime todo sobre él —le pidió Lug.

—Decirte todo sobre él podría tomarme varios milenios —le advirtió ella.

—Entonces dime sólo lo que sea relevante para prepararme para mi encuentro con él —se corrigió Lug.

—Eso es más sensato —aprobó Lara.

LORCASTER - Libro VII de la SAGA DE LUGDonde viven las historias. Descúbrelo ahora