⛥Capitulo Veinte⛥

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Unos suaves pero profundos bostezos, escapaban constantemente de sus labios, sentía cruelmente que sus párpados le pesaban, no podía evitar sentirse sumamente cansado, no era peor que eso, estaba completamente exhausto. El insomnio era su maldición, con la que siempre le tocaba lidiar, para él era cotidiano solo dormir unas cuantas horas al día, siendo prisionero por sus desquicios nocturnos, en donde las pesadillas eran las encargadas de torturar su frágil mentalidad, una bendición para los atrapantes expedientes e innovadores casos paranormales, que sin duda lo capturaban, incentivando a que el mismo los resuelva, pero a su vez, era un tremendo castigo cuando llegaba la hora de dormir. Se obligaba de mil maneras distintas, encontrar el método perfecto para que pudiera entrar exitosamente en el letargo, siendo las pastillas su principal placebo para caer muerto por un rato, se volvió tan común para el consumirlas a diario, esos adictivos pero coloridas drogas, casi siendo igualadas por los dulces caramelos que saboreaba con fervor cuando solo era un niño pequeño.

Cerró sus ojos, imaginando esa infancia tan gratamente lejana, aún hoy difícilmente la recordaba, tenía lagunas mentales sobre ciertos acontecimientos que creyó haber vivido con sus padres, su corazón latía con fuerza, afirmando cuanto extrañaba cada momento feliz, divertido y cálido que paso junto a ellos, una sonrisa tan nostálgica apareció en su pálido rostro, echaba de menos los tiernos e amorosos brazos de su madre que lo abrazan en la noche, hasta la seguridad protectora que le brindaba su padre cuando las cosas se complicaban.. ¿Cómo fue que todo eso acabó? Una punzada certera lo hizo experimentar una sensación vomitiva, no era cuestión de arrepentirse o culparse por algo que probablemente no había hecho, nadie pudo culparlo, no tuvo nada que ver con eso.. ¿Verdad? La soledad tan hiriente que le tocó afrontar, no era nada a comparación de su deseo de morirse junto a ellos.. ¿Por que alguien ajeno salvo su miserable vida? No merecía respirar, la falsedad de su propia voluntad de amar, y el concepto de vivir estaban por los suelos, estaba rodeado por la hipocresía humanitaria, nadie llegaría entenderlo.. Estaba completamente solo pero...

"No estarás sufriendo solo, inmundo y patético humano."

Esa frase tan inusualmente atractiva, tranquilizó su inestable corazón, esas palabras desbordantes de un sentimiento similar, hasta podría asegurar que era como un dolor propio, casi devastador... Fue inesperado sentirse identificado con esa honesta mirada que le dio el de ojos violetas, indirectamente le extendió la mano, lo había notado.. ¡Pudo ver a través de él! En ese mismo instante retomo lo que creyó perdido, quiso darse la esperanza de que finalmente encontró a alguien con quien compartiría su tiempo y entablará una relación buena e interesante, en donde daría lo mejor para estabilizarse, para así afrontar los atroces planes que tenía este maléfico mundo para su persona... No mentiría, la peculiaridad actitud con la que actuaba su nueva amistad, era mucho más que interesante, al punto de verlo como un experimento divertido, notar cada gesto, acción o movimiento, podía aprender mucho sobre una persona con el siempre útil poder de observación, asegurándose las verdaderas intenciones que tenía el chico pelinegro, llevándose la sorpresa más grande de su vida era... Impulsivo pero sincero... ¿Cómo pudo encontrar a alguien tan raro pero especial como el?

- Buenos días hijo. -saludo con entusiasmo- ¡Hoy es un extraordinario día para la ciencia!

Una voz que resguardaba tanta emoción como alegría, fue quien lo alejó de sus profundos recuerdos, sintiendo como de una forma agradable el profesor Membrana despeinaba con cuidado sus alborotados cabellos, ese tacto tan gentil lo hizo tontamente sonreír, inconscientemente necesitaba algún pequeño gesto de cariño, a la vez que se arrepentía al causarle tantos problemas a su actual tutor, quien lo acogió para brindarle un futuro mejor, a expensas de lo que dirían sus hijos.. Movió su cabeza, ignorando cada lúgubre deducción o pensamiento, no era el momento para eso, tenía que hacer lo que siempre le salia bien: Fingir. De un momento a otro, cambió considerablemente su agotado semblante, siendo reemplazado por una mirada inocente acompañada de una tímida sonrisa, actuando como si tan solo estuviera avergonzado por la reciente acción paternal que le habían otorgado, a lo que solo produjo que el científico soltara una sonora risa, siendo fácilmente engañado por el castaño.

Redención [ZaDr]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora