Capítulo 4.

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Capítulo 4.

La cirugía había tardado menos de lo esperado. Pensé que sería algo más urgente de lo que sonaba la señorita Paige por teléfono.

A veces sentía que sí era su perra, pero estaba bien. Puedo ser la perra de cualquiera por 650 dólares semanales.

El consultorio de la doctora era inhóspitamente blanco y las únicas cosas de colores que habían eran las sillas de esperas de pacientes pediátricos y unos dibujos que había hecho su hija en una guardería.

La doctora era muy dulce, pero también muy reservada.

Lo que me llevaba a otro asunto: ¿cuál era el problema de Sky con mi trabajo?

Ya yo había egresado de la universidad. Logré conseguir un trabajo. No era mi culpa que ella tuviera que repetir la prueba, pensé.

Detuve mis pensamientos. Eso era, por mucho, lo más cruel que haya pasado por mi cabeza.

Sacudí mi cabeza como si la acción misma alejara todos los pensamientos feos.
La doctora estaba sentada detrás de su escritorio mientras le daba unas indicaciones a la madre del paciente. Cada cinco palabras dirigía una mirada hacia mí, que estaba de pie junto a la puerta.

Después de la cirugía, sólo había una cosa realmente importante: solucionar el carácter altanero de Sky.

Decidí salir del consultorio a tomar aire, no sin antes el permiso de la señorita Paige.

Justo al otro lado de la puerta me topé con un manotón seco en la espalda.

-¿Qué taaaal hombre? -Exclamó un muy sonriente Jesse. Lucía más regordete. Había contraído matrimonio dos meses luego de la graduación y ya tenía una bebé.

-Vaya, hombre -saludé junto con un abrazo. Muy varonil-. ¿Es eso comida o vas por tu segundo mes de gestación?

Jesse soltó una carcajada sarcástica.

-Pues espero que no sea otro embarazo realmente -susurró-, luego de tener a esta bebé, pido a Dios todos los días quedar estéril o en estado vegetal. No soportaría estar de nuevo junto a una mujer embarazada.

-Tú eres una mujer embarazada -me burlé y sobé su barriga.

Jesse espantó mi mano de un golpe.

-Sigues igual de imbécil, ¿no?

Me levanté de hombros.

-Las cosas buenas jamás mueren -alegué.

-Sí, como las bacterias vaginales -asintió y ambos reímos-. ¿Haz sabido de los chicos? ¿Supiste que Sebastian contrajo clamidia?

Reí mentalmente. Creí que Sky les había deseado VPH, no clamidia.

-Pues no mucho -admití-. Me consume el trabajo y el tiempo libre lo ocupa Sky.

A veces, me dije a regañadientes.

-¿Y cómo van? -indagó, mientras me tomaba del brazo y me empujaba hacia el cafetín de la clínica-. ¿Ya hay problemas en el paraíso?

-Pues no, todo bien -dije, rápidamente-. Hoy deberíamos estar celebrando que logró entrar a la escuela de enfermería, pero estoy aquí.

Llegamos a una mesa y nos sentamos uno al frente del otro.

La conversación duró alrededor de 10 minutos ininterrumpidos (qué raro), que finalizaron cuando la asistente de Jesse le llamó regañándolo por haber dejado esperando a 4 pacientes.

Jamás elegí a un grupo normal y estoy seguro de que esa "anormalidad" jamás cambiará.

***

Piadosamente, la señorita Paige (o como le dicen en otros consultorios, La Bruja Escarlata) me dejó salir 3 horas después de una cirugía que duró menos de 20 minutos. Pensé, "bien pude haberle dicho a Sky que me esperara", pero luego de esas 3 horas seguramente encontraría mi auto en llamas o para no ir tan lejos, con las llantas pinchadas.

Me sentía nervioso.

No sé si fue por un comentario que hizo Jesse.

"-¡Dicen que elige odontólogos recién egresados sólo para follárselos! -exclamó en un susurro-. Perro suertudo."

La verdad, dudaba en todo ámbito sobre ello. Paige solamente me ve como su cochino lacayo.

Luego de haber salido y recorrido varias dulcerías y tiendas departamentales, había conseguido un regalo para Sky: un par de uniformes morado y azul, un envase de helado de Oreos y un par de juegos de Play Station.

Éste definitivamente era el regalo más mediocre que yo podría ofrecerle. Pero, ¿qué le puedes regalar a Sky Crowley cuando está molesta? Algo de comer (para que no te insulte) y algo con qué distraerse (porque a veces la comida no es suficiente distracción).

Dejé el auto aparcado en la acera frente a la casa y me adentré lo más rápido posible a mi habitación.

No había nadie afuera, pero las llaves del auto de papá estaban guindadas, por lo que supuse, mis padres estarían acaramelados en su habitación.

Ya en mi pieza, me tomé la libertad de lanzar mis zapatos y dirigirme hacia la ventana, que estaba raramente abierta.

Cuando me dispuse a caminar hacia la ventana con los presentes en mis manos, el teléfono dentro del bolsillo de mi pantalón chilló con el tono de Star Wars.

-Maldita sea mi existencia -mascullé, tirando las cosas en la cama. Tomé el telefono, colgué la llamada y saqué la batería.

Es mi día libre, repetí en mi cabeza.

-Definitivamente te vas a quedar sin trabajo por faltar un día -dijo Sky del otro lado de la ventana. Estaba usando una de mis playeras y un mono a cuadros.

Era su pijama de estar de mal humor. Me lo dijo hace un año, cuando me pidió prestado el Mustang y no se lo quise dar.

-Te traje algo -murmuré. Su expresión era ilegible.

-No quiero nada que provenga del dinero que te pagó "la señorita Paige Green".

Bufé.

-Estás siendo una inmadura, Sky.

-Estar celosa de la mujer que pasa más de las ocho horas de trabajo correspondiente contigo, que almuerza contigo, que cena contigo, que viaja contigo, ¿es inmadurez?

-Ajá -puntualicé.

-Pues eres un gran imbécil -escupió-. Éste era el día en que más te necesitaba.

Sentí como mi pecho se contrajo en un guisante. Un sucio, culpable y egoísta guisante.

-Para mal o para bien, prometiste estar allí y te fuiste -rascó su cabeza y continuó-, y sé que suena egoísta, pero nuestro tiempo juntos empieza después de cenar y termina cuando nos quedamos dormidos.

Me recosté de la ventana.

-Si prometo rogarle a Paige que me dé un día libre a la semana, ¿aceptarías comer helado conmigo, en mi habitación viendo Netflix? Sin sexo. Sólo tú, yo y una película mala.

Sky cerró los ojos y suspiró.

-Iré a dormir. Hablemos mañana luego de que salgas de trabajar.

Y sí, definitivamente preferiría quedarme sin trabajo a quedarme sin Sky.

Criando a mi novia 2.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora