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Nota: por favor no se salten mi nota al final. Léanla.


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En realidad, "ella" es quien tiene todas las respuestas

¿Las dará?


Las cosas pasaron demasiado rápido.

Ax le gritó a la chica:

—¡No lo mates!

Pero ella no soltó al doctor Campbell, sino que lo empujó hacia la pared con una fuerza violenta y furiosa, todavía apretándole el cuello con ambas manos.

Fue una escena aterradora. Ella aún estaba desnuda, pero respiraba con mucha agitación, desesperación y ansias de violencia. Sudaba demasiado y tenía el cabello desordenado. Y había algo nuevo: por toda su piel se marcaban ramificaciones de venas ennegrecidas e hinchadas. Extrañas. Dolorosas a simple vista.

Aunque si le dolían no parecía interferir con su fuerza, porque Campbell ya tenía el rostro rojo e hinchado, los labios casi morados y algunos hilillos de saliva goteándole por la presión. Aun así trató de liberarse del ahorcamiento, pero a pesar de que él era físicamente más robusto y aparentemente capaz de defenderse de cualquiera, ella era fuerte de una manera sobrehumana, incluso más que Ax, quien ahora intentaba jalarla por los hombros, pero que no lograba separarla del hombre.

Quise poder hacer algo. Quise intervenir. Quise empujarla también para que lo soltara. Y algo dentro de mí iba a impulsarme a hacerlo, pero entonces...

—¿¡Los llamaste!? —le gritó ella a Campbell, furiosa y jadeante.

Me quedé paralizada e impactada. Ax detuvo su intento de alejarla.

¿Qué?

Como la chica no obtuvo respuesta inmediata, hizo que la cabeza de Campbell golpeara contra la pared y se lo volvió a preguntar en un grito:

—¡¿Los llamaste?!

No.

No podía creerlo.

El doctor no los había llamado. No era cierto. No podía ser cierto.

El hombre titubeó algo inentendible entre temblores. De repente, su mirada se desvió hacia mí con las cejas arqueadas, como si pidiera una disculpa.

Sí. Sí era cierto. Lo entendí solo con eso. Había llamado a la gente de la organización.

Oh mierda.

Campbell volvió a mirar a la chica.

—Ustedes... tienen que ser encerrados.

En un gruñido salvaje de rabia, ella le dio un apretón fuertísimo en el cuello. Por una fracción de segundo se escuchó el pequeño crujido de algo rompiéndose, después ella soltó el cuerpo y este cayó al suelo como un saco, con el rostro morado e hinchado, y los ojos abiertos y fijos en el vacío.

Muerto.

El único que tenía la mayoría de las respuestas, estaba muerto.

Y ni siquiera tuve tiempo de entender lo que eso significaba, porque de pronto la chica giró la cabeza hacia mí, y experimenté algo rarísimo que me heló y me dejó perpleja al mismo tiempo.

Primero, todo se detuvo. Mi alrededor se suspendió en un silencio profundo, como si alguien hubiese pausado el curso del mundo. Luego me di cuenta repentina y bruscamente, como si la revelación me hubiese abofeteado la cara, de que la familiaridad que había sentido cuando encontramos a Ax en el patio se debía a ella. Esos ojos heterocromáticos, en ese orden, junto a esos rasgos, era a lo que yo había sentido que conocía. No lo había experimentado porque lo recordaba a él de pequeños, sino porque la recordaba mucho más a ella.

S T R A N G E © [Parte 1 y Parte 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora