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La primera vez que Olivia Rogers había ingresado a una de las fiestas privadas del clan Vushkeroff interpretando a la modesta Ginevra había quedado anonadada con el lugar. Su estética delataba de la gran fortuna que la familia poseía y que no se molestaba en ocultar.
Se sentía perfectamente acorde al lugar, pues llevaba puesto un vestido realmente costoso acompañado con un apuesto hombre a su lado, que además, portaba con la esencia de un ruso. Nada podía salir mal de aquella misión. O al menos eso esperaba, realmente eso esperaba.
La reunión exclusiva que los Vushkeroff brindaban una vez al año parecía ser exclusiva, pues todo el perímetro alrededor del lujoso hotel estaba supervisado por un gran equipo de seguridad de alta gama. Olivia sintió la mano de Pietro apretarse contra la suya, por lo que la rubia acarició su brazo tranquilamente con su mano libre, brindándole la sensación de serenidad que el sokoviano parecía necesitar.
-Debes estar tranquilo -murmuró Olivia, sin perder su sonrisa mientras avanzaban a paso lento hacia el hotel-, esta gente está preparada para cualquier estúpido que quiera engañarlo, debemos ser inteligentes.
Al llegar a la entrada, un corpulento hombre de traje completamente negro se paró frente a ellos, obstaculizando su entrada al hotel. -Nombre.
Olivia se preparó mentalmente para imitar a la perfección el acento ruso que caracterizaba a su personaje. -Ginevra Lensherr y su esposo, Sacha.
El hombre revisó la lista que llevaba pegada a un pequeño portapapeles negro y luego les dedicó una mirada analizadora. Olivia sabía que aquello iba a suceder, por lo que solo levantó le mentón, demostrando la seguridad de su persona. Aunque, oculta por el brazo de Pietro, había preparado su mano en caso de tener que lavarle el cerebro para que los dejara pasar.
El hombre no emitió ninguna palabra, aún así abrió la cinta que impedía el acceso al hotel y les permitió entrar. Olivia dejó salir el aire que había retenido sutilmente y dio el primer paso, guiando a Pietro a través de los corredores del lugar hasta llegar a la reunión privada en el pent-house del hotel. Conocía el camino como la palma de su mano, por lo que no tardarían demasiado en llegar.
El murmullo de música Jazz junto con las risas para nada discretas podían traspasar las puertas de ascensor. Olivia se concentró una vez más, la hora de que el telón se abra había llegado. -Pi, ahora sí necesitas hablarme, solo piensa en lo que me quieras decir, yo estaré atenta en todo momento.
Pietro se llevó la mano a la cabeza rápidamente al sentir la voz de la rubia en su mente. Olivia quiso golpearse en el rostro, había olvidado completamente que aquello provocaba una jaqueca del demonio.
-Si no sufro un derrame cerebral antes, lo haré -le respondió Pietro de la misma forma. Olivia asintió conforme, por lo menos había comprendido como funcionaba.
