Parte XII: JUICIO Y CONDENA - CAPÍTULO 60

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PARTE XII: JUICIO Y CONDENA

CAPÍTULO 60

Cormac encontró a Lug sentado en un banco de uno de los reductos más alejados y escondidos de los jardines de la escuela. Gruñía con los dientes apretados mientras lanzaba piedras con furia a un estanque, perturbando a los huidizos peces. Se acercó con cautela:

—¿Puedo sentarme? —pidió permiso.

Lug se encogió de hombros sin contestar. Cormac lo tomó como una respuesta afirmativa y se sentó. Habían pasado un par de horas desde la bulliciosa llegada de Lug Dana y Merianis a la escuela. Todos estaban muy atareados, preparando la fiesta para la noche, pero era obvio que Lug no estaba de humor para fiestas. Después de su conversación con Llewelyn en su oficina, Lug había desaparecido de la vista de todos. Por un momento, Cormac temió que Lug hubiera abandonado la escuela, pero Julián lo ayudó a localizarlo en los jardines, aunque le advirtió que era mejor que lo dejara solo.

—Julián me dijo que te informaron del asunto de Nuada y Nemain —comenzó tentativamente Cormac.

Lug no se dignó a contestar y levantó otro guijarro del suelo para arrojarlo al estanque.

—¿Cómo lo tomó Dana? —preguntó Cormac.

Lug se detuvo con la mano alzada, listo para tirar la piedra, y se volvió hacia Cormac con los ojos chispeantes de furia:

—¿Cómo lo tomó Dana? —repitió—. ¡Pues cómo crees que lo tomó, maldición! —arrojó la piedra con fuerza al agua—. Está llorando en nuestra habitación.

—¿Llorando por Nemain? —frunció el ceño Cormac, sorprendido.

—Llorando por Nemain o por Nuada o por Lyanna, ya no lo sé —arrojó los brazos al aire Lug con frustración—. Traté de consolarla y lo único que gané fueron sus reproches por no haber detenido a Lyanna. ¡Como si eso fuera remotamente posible! Ni siquiera puedo seguirla a donde fue porque Llewelyn no me quiere decir su destino. Y cuando le dije a Dana que forzaría a Llewelyn a informarme el paradero de Lyanna, me echó de la habitación, no sin antes amenazarme de muerte si le tocaba un pelo a Llewelyn. Y después de todo ese drama, aquí estoy, asustando a unos peces que no tienen nada que ver en el asunto.

—Lo siento —trató de empatizar Cormac.

—Y encima está esa condenada fiesta de esta noche donde todos esperan que yo sonría y aparente estar feliz, cuando en realidad, todo lo que quiero es que me dejen en paz por una vez en la vida —se quejó Lug.

—Si quieres, puedo decirles que cancelen la fiesta —ofreció Cormac.

—No, no —meneó la cabeza Lug—, todos están muy entusiasmados con eso, no quiero aguarles una oportunidad de disfrutar y compartir una noche de distención. Todos lo necesitan.

Los dos guardaron silencio por un largo momento. Finalmente, Cormac se atrevió a plantear:

—¿Estás preocupado por Lyanna?

—Sí —admitió Lug—. Lyanna parece indestructible, pero no lo es. Augusto me contó sobre las repercusiones que tuvo la muerte de Nemain en las mentes de Lyanna y Marga. Si no hubiese sido por esos granjeros en Polaros...

—¿Crees que Nuada vaya a dañar a Lyanna?

—Quiero creer que no se atreverá a tocarla —dijo Lug, sombrío—. Me gustaría saber qué es lo que piensa hacer Lyanna con él. Llewelyn dice que la Tríada la ha cambiado.

—Pero Llewelyn confía en ella —razonó Cormac—, de otra manera, te hubiera hablado de su paradero o habría ido tras ella él mismo.

Lug asintió en silencio.

—Supongo que solo nos queda esperar —suspiró Lug—. ¿Cómo está Marga? —cambió de tema.

—Bien —respondió el otro—, recuperada. Quería bajar a recibirte, pero Llewelyn no lo permitió. La tienen confinada en su habitación.

—Llewelyn dice que Lyanna la respalda, que siempre estuvo realmente de nuestro lado —comentó Lug—. ¿Qué opinas tú?

—En lo que concierne a Marga, prefiero no opinar —desvió la vista Cormac hacia el estanque.

—Pero viniste a hablarme de ella, ¿no es así? —adivinó Lug.

—Sí —admitió Cormac—. Tengo un pedido al respecto.

—Te escucho.

Cormac hizo su pedido y Lug lo concedió sin cuestionarlo, lo cual alivió sobremanera a Cormac, que no tenía deseos de discutir sus motivos ni sus sentimientos.

—Iré a avisarle a Marga sobre esto —dijo Cormac, poniéndose de pie—. ¿Le permitirás asistir a la fiesta esta noche?

—No creo que vaya a ser bienvenida —respondió Lug—, aun con el respaldo de Lyanna. Lo mejor será que se quede en su habitación.

—¿Irás a verla?

—Tal vez.

La conversación se vio interrumpida por Merianis que llegó volando suavemente al estanque.

—¡Finalmente! ¡Aquí estáis! —exclamó la mitríade—. Os he buscado por todas partes.

—Necesitaba un momento a solas —dijo Lug.

—Creo que ya debo irme —se excusó Cormac—. Merianis, es un honor y un placer, como siempre —le hizo una reverencia a la reina—. Me complace verte bien.

—Igualmente, Cormac —replicó Merianis.

—Nos veremos, Lug —se despidió.

Lug lo saludó con la mano y Cormac se retiró por el sendero que llevaba al patio principal.

—¿En qué puedo ayudarte, Merianis? —se ofreció Lug.

—Vine a deciros que no participaré de vuestra fiesta. Parto inmediatamente hacia Medionemeton —anunció ella—. Me urge volver con mis hermanas y el camino es largo.

—¿Piensas volar hasta allá por tus propios medios?

—No me faltan fuerzas ni motivación, Lug. Estaré bien.

—De ninguna manera —meneó la cabeza él—. Dame un minuto para avisarle a Dana y luego yo mismo te teletransportaré hasta los bordes del bosque rojo.

—No quiero importunaros.

—Nada de eso, perdóname por no haber tenido en cuenta tus necesidades antes. Recibí noticias un poco perturbadoras hace un rato y eso me ha tenido distraído —se disculpó Lug.

—Lo de Nemain y Nuada —asintió la reina.

—¿Quién te puso al tanto?

—Dana. Vengo de estar con ella. Y por cierto, me pidió que os dijera que ya está más calmada y que quiere ofreceros disculpas por su comportamiento para con vos. Dijo que su enojo no era realmente con vos, pero que ante la imposibilidad de descargar su ira con los verdaderos culpables...

—Me usó de chivo expiatorio —completó Lug.

—Deberíais estar feliz de que ella os haya elegido para poder expresar su enojo. Eso significa que sois el que mejor puede comprenderla —opinó ella.

—"Feliz" no es exactamente la palabra que me viene a la mente —resopló Lug—, pero sí entiendo por lo que está pasando y haré mi mejor esfuerzo por propiciar una reconciliación —prometió.

—Ella estará muy agradecida —aseguró Merianis.

—Vamos —se puso de pie Lug.

De camino, el Señor de la Luz se detuvo por un momento:

—¿Quieres adelantarte? —le dijo a la mitríade—. Necesito hablar con Govannon, hacerle un encargo.

—¿Regalo de reconciliación? —inquirió ella.

—Algo así —asintió él.

—Nos veremos en la habitación de Dana, entonces —sonrió Merianis, complacida.

LORCASTER - Libro VII de la SAGA DE LUGDonde viven las historias. Descúbrelo ahora