Parte XII: JUICIO Y CONDENA - CAPÍTULO 63

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CAPÍTULO 63

—De acuerdo, si piensas que eres un monstruo que merece morir, que así sea —dijo Lyanna, resignada—, pero hay un problema con la forma en la que elegiste perder la vida.

—¿Eh? —inquirió Nuada.

—Si dejas que Kerredas te ejecute, ese será el disparador perfecto para que se inicie una guerra entre el norte y el sur donde morirán muchos, tal vez más de los que hubiesen muerto a manos de Nemain. Además, eres el padre de Dana y el suegro de Lug, por lo que el Señor de la Luz se verá forzado a ponerse del lado del norte en el conflicto, y desde luego, la escuela de las Marismas deberá respaldarlo, iniciando también una guerra civil interna en el sur y echando por tierra todos los logros en cuanto a la tolerancia de personas con habilidades especiales por la que tanto han luchado Alaris, Govannon y todos los demás.

—No lo había pensado —murmuró Nuada.

—Así que si quieres matarte, tendrás que hacerlo de otra forma porque yo no permitiré que destruyas el Círculo a causa de una crisis personal de culpa —concluyó Lyanna, su impasibilidad reemplazada con exasperación.

Nuada asintió:

—Tienes razón, lo siento, no lo había pensado.

Lyanna se acercó a él:

—Toma mi mano —se la extendió—, y salgamos de aquí para privar a Kerredas de su ansiada guerra.

—Mis hombres —dijo Nuada— están en estas mazmorras por mi causa. Debemos sacarlos también. Ellos no tienen nada que ver con mis crímenes ni con mi decisión de dejarnos capturar.

—Ya lo sé —replicó Lyanna—. No te preocupes, ellos ya están en casa. Los teletransporté a Tu Danacum antes de venir a hablar contigo. No querían irse sin ti, preferían acompañarte a la horca antes que abandonarte, pero los convencí de que te llevaría a casa a ti también. Así que toma mi mano y vámonos, no me hagas romper una promesa a los Tuatha de Dannan.

Nuada tomó la mano de su nieta y los dos desaparecieron de la celda.

Reaparecieron en el medio de Tu Danacum, que había sido restablecido en su emplazamiento original en el área de la península Everea, entre las ruinas de Estia, al norte, y la ciudad fortificada de Kildare, al sur. El clan había dejado de ser nómade hacía unos años, abandonando sus tiendas de lona y estableciéndose de forma más definitiva en viviendas de madera, construidas de forma robusta con postes y puertas decoradas con tallados geométricos de delicado diseño.

Nuada abrió los ojos y descubrió que su nieta era extremadamente precisa en sus traslados: se encontraban parados justo frente a la enorme residencia del rey, ubicada al extremo del óvalo que formaban las demás viviendas del asentamiento. A los lados de la puerta de la casa de Nuada, estaban los diez guerreros que lo habían escoltado al sur y que Lyanna había rescatado de las mazmorras en Fort Mount. Los Tuatha de Dannan hicieron una reverencia a su rey. Sus rostros estaban aliviados de verlo sano y salvo. Nuada devolvió el saludo con seriedad y se dirigió a la puerta. Se tambaleó por un momento, todavía no estaba del todo repuesto de la teleportación, pero Lyanna lo tomó enseguida del brazo para sostenerlo, haciendo a su vez un gesto rápido con la cabeza a los guerreros para que se mantuvieran quietos en sus puestos.

Con pasos inciertos, y ayudado por Lyanna, Nuada entró en el gran salón de su residencia y se encontró con un hombre vestido totalmente de negro, sentado en la punta de la larga mesa, tamborileando sus dedos con impaciencia sobre la pulida madera. Al ver entrar al rey, se puso de pie y le acercó una silla:

—Te ves fatal —le dijo.

—¿Qué haces aquí, Calpar? —le gruñó Nuada.

—Ah, pero tu carácter no ha mejorado, supongo que eso es buena señal —dijo Calpar.

LORCASTER - Libro VII de la SAGA DE LUGDonde viven las historias. Descúbrelo ahora