Parte XIV: LA REINA DE MEDIONEMETON - CAPÍTULO 74

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CAPÍTULO 74

—¡Vaya! —exclamó Morgana—. Veo que mientras Anhidra discutía con vos sobre mi Tanafree, olvidó contaros lo que había hecho ella en vuestra ausencia.

—¡Hablad claro, Morgana! —le exigió Merianis.

—Cuando fuisteis abducida y llevada al otro mundo, el Ojo Verde apareció en Medionemeton. Anhidra llevó a Macha hasta el lugar donde estaba emplazado y dejó que ella entrara. Eso causó que recuperara su memoria y su poder completo, permitiéndole más tarde encontrar la forma de unirse a la Tríada. A su vez, Macha es ahora vuestra sucesora en el trono. Estos hechos convierten a Anhidra en traidora no solo de Medionemeton y las mitríades, pues propició el advenimiento de la intrigante y pérfida Macha como nueva reina, aun cuando sabía que vos seguíais viva, sino también en traidora de todo el Círculo. Sin Anhidra, la Tríada nunca se habría formado. ¿Es eso lo suficientemente claro para vos?

Merianis se la quedó mirando, azorada, sin palabras.

—Y si pensáis que miento y que he inventado todo esto, no tenéis más que interrogar a Anhidra y lo confirmará todo —siguió Morgana.

Merianis permaneció en silencio. Sabía que Morgana estaba diciendo la verdad.

—Así que sí, admito que enjaular a Clarisa fue un error y que fui demasiado severa con ella, pero en el caso de Anhidra, he sido más que indulgente, porque por sus acciones, debería haberla ejecutado sin contemplación —continuó la reina—. Solo dilaté la cuestión por vos, Merianis, porque juzgué que era vuestro derecho lidiar con ella.

—Conozco a Anhidra —dijo Merianis suavemente—. Lo que hizo... no creo... —meneó la cabeza—. Cometió un error, Morgana —la justificó—. Ella no sabía lo que iba pasar, no tenía forma de conocer las consecuencias de sus acciones.

—Conocía bien las reglas —le retrucó Morgana—, y las violó de forma consciente.

—Es verdad —admitió Merianis—, pero lo hizo porque no vio otra salida. Tomó una medida desesperada en un momento de debilidad. ¿Cómo se diferencia eso de lo que vos misma hicisteis al aceptar tratos con Lorcaster?

Esta vez fue Morgana la que permaneció en silencio.

—Lug os perdonó la vida porque entendió eso —continuó Merianis—. No arruinéis ese regalo manifestando ahora que sois incapaz de mostrar la misma misericordia que recibisteis de otros, por crímenes mucho más graves incluso.

Morgana bajó la mirada y estuvo callada por un largo momento. Luego levantó la cabeza nuevamente hacia Merianis y dijo:

—Vuestra sabiduría es digna de una reina —inclinó la cabeza de forma respetuosa—. Acepto vuestro punto de vista y dejo el destino de Anhidra en vuestras manos.

—Gracias —dijo Merianis, de corazón.

—¿Qué haréis con ella? —quiso saber Morgana.

—Perdonarla —respondió Merianis—. Tal como lo hice con vos.

Morgana asintió en silencio.

—Hay otra cosa de la que debemos hablar —dijo Morgana.

—Sí, vuestra abdicación como reina de Medionemeton —dijo Merianis.

—No, más bien el por qué debo continuar en el trono —retrucó la otra.

Los ojos de Merianis fulguraron y apretó los puños, pero se forzó a responder con calma:

—Os escucho.

—Quiero llamaros la atención sobre un hecho que tal vez no hayáis notado —comenzó Morgana—. Llevo en el trono de Medionemeton tres días.

—¿Y?

—Comparado con todos los años en que vos guiasteis a esta comunidad, es nada. Y sin embargo, cuando regresasteis a Medionemeton, solo lograsteis la lealtad de cuatro mitríades, más Anhidra y Clarisa. ¿No os parece eso un poco extraño?

—Puede haber más aliadas que aun no se hayan mostrado por temor a vuestras represalias —respondió Merianis.

—Si es así, vuestras seguidoras son unas cobardes que no están realmente dispuestas a pelear por vos —le retrucó Morgana.

—No sé qué hicisteis para tener a todas a vuestros pies, pero...

—Ese es precisamente el asunto —la cortó la reina—: no hice nada. Solo mi nombre y mi presencia bastaron para inspirar a Medionemeton a seguirme. ¿Por qué creéis que sucedió eso?

—El puesto de reina es hasta la muerte y como regresasteis viva, aunque fuera después de miles de años, la comunidad debe aceptaros como reina legal —explicó Merianis.

—No, no, no —meneó la cabeza Morgana—. No entendéis el punto, Merianis.

—¿Qué punto?

—Que esta comunidad ha estado esperando por mucho tiempo una nueva líder que responda a sus necesidades.

—¿Estáis cuestionando mi idoneidad como líder de Medionemeton? —se puso de pie Merianis, furiosa.

—Sentaos, por favor —dijo Morgana con calma.

Merianis respiró hondo y obedeció, no sin reticencia. Apretó los puños para disminuir el deseo de arrojarse al cuello de Morgana allí mismo.

—Creo que habéis sido una reina espléndida y sabia, una reina que supo liberar y proteger a esta comunidad por mucho tiempo. Pero aun cuando hace ya años que los Antiguos no amenazan a las de nuestra raza, las habéis mantenido en este refugio de árboles rojos, en una paz y armonía que las ha llevado a un estado de letargo abúlico del cual están cansadas.

—¿Cómo podéis sacar semejante conclusión solo después de tres días? —la cuestionó Merianis.

—Lo supe a los cinco minutos de haber llegado, Merianis —le respondió la otra con el rostro grave.

—No podéis estar hablando en serio —meneó la cabeza Merianis.

—La prueba de que lo que os digo es verdad está en el simple hecho de que las mitríades no me recibieron con los brazos abiertos debido a la legalidad de mi reclamo del trono, sino porque les prometí una nueva era de expansión. Les prometí sacarlas de Medionemeton y volver a tener poblados en todo el Círculo, como era antes de la guerra.

—Así que ese era el plan del que quiso advertirme Anhidra —comprendió Merianis.

—Muchas de las mitríades vieron en vuestra llegada un obstáculo a esa expansión, y por eso vuestro recibimiento fue tan frío e incluso hostil —expresó la reina—. Por eso Tabitha está tan ansiosa por sacaros del paso. Ella y muchas más temen que vuestra interferencia destruya el sueño que han guardado en sus corazones por mucho tiempo.

Merianis suspiró sin contestar.

—Si no me creéis, podéis hacer el intento de recobrar el trono, y entonces veréis hasta dónde están dispuestas a llegar las mitríades para defender su derecho a abandonar esta cárcel de barrotes rojos que les habéis impuesto y que ya no es necesaria. Pero, si en todo caso, queréis evitar la violencia entre hermanas, podemos simplemente someter el asunto a votación: que las mitríades mismas decidan sobre su futuro.

Merianis apretó los labios y reflexionó en silencio sobre las palabras de Morgana.

LORCASTER - Libro VII de la SAGA DE LUGDonde viven las historias. Descúbrelo ahora