Capítulo 19

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Harry no estaba seguro de cuánto tiempo había pasado sentado en esa parada de autobús, apoyado sobre sus rodillas y con la cara entre sus manos. No sabía si estaba triste, frustrado o asustado, y no sabía cuántos autobuses había dejado pasar mientras trataba de descubrir cómo gestionar sus emociones antes de volver a casa.

Porque tenía que volver. Tenía que ponerse frente a Elliot y dejarle las cosas claras de una manera justa. Sin tenerle borracho y llorando en su cuello, sin negarle las explicaciones que no se atrevió a darle en el momento, y sobretodo, sin que estuviera delante la persona que le había hecho plantearse que quizás Elliot no era el amor de su vida.

Hasta hace poco estaba jodidamente feliz ante la simple idea de pasar el resto de su vida con Elliot; ahora le estaba echando de ella porque se había dado cuenta de que la felicidad no era exactamente como Elliot se la había pintado.

Harry era feliz haciendo feliz a Elliot, y durante mucho tiempo funcionó bien; Harry le daba todo lo que estaba en su mano y Elliot esbozaba una sonrisa que le alegraba el día.

Pero hasta ahora no se había dado cuenta de que eso no era suficiente, y ojalá no hubiera necesitado que Louis entrase a su vida de golpe y sin avisar para descubrir que hay personas que simplemente son felicidad, sin más.

Y ahora Harry había aprendido que la felicidad se encuentra y no se busca, porque llevaba años buscándola en Elliot y, cuando creía que ya la tenía, la encontró en Louis. Y le demostró que era más simple de lo que pensaba, que no hacían falta esfuerzos, ni condiciones, ni dar nada a cambio.

Por desgracia, había aparecido en el momento más inoportuno. Louis tenía razón y Harry no se la quitaba. Las cosas habían pasado de tal manera que simplemente no podía culparle por haber decidido alejarse y desconfiar.

Eso no significaba que Harry estuviese dispuesto a dejar pasar la oportunidad de intentarlo con él, de luchar todo lo que hiciese falta para demostrarle que había sido honesto en todo lo que le había dicho, que cada beso había sido sincero, y que realmente estaba seguro del camino que estaba tomando.

Porque lo que había encontrado en Louis jamás lo había encontrado en nadie, y Harry no era tan imbécil como para dejarlo ir.

Con su espalda apoyada en el frío respaldar, dejó que otro autobús pasase frente a su cara sin molestarse en subir a él junto al resto de las personas que esperaban a su lado en la parada, porque que fuese consciente de lo que debía hacer para comenzar a arreglar todo aquel lío no significaba que no le aterrase.

Estaba a solas de nuevo cuando sintió su teléfono vibrando en su bolsillo, y en un primero momento su pecho se apretó ilusionado. Como si siquiera existiese la mínima posibilidad de que fuese Louis quien estuviese llamando apenas una hora después de haber puesto un punto y coma entre ellos. Como si no le hubiese demostrado la jodida madurez y voluntad que tenía a la hora de tomar decisiones racionales y rotundas.

Así que su corazón iluso volvió a la normalidad con la misma rapidez con la que se había acelerado, y simplemente exhaló un suspiro antes de buscar en su bolsillo para leer el nombre en la pantalla.

Era su madre, y Harry no sabía si esa llamada le alegraba o si simplemente le asustaba más.

Suponía que estaba preocupada por él. Entendible, teniendo en cuenta que apenas había pasado un día desde que dejó a su maldito prometido frente a toda la familia -y frente a todo el club de golf-, pero Harry no quería responder las preguntas que sabía que iba a hacerle.

Descolgó, sin embargo, porque al fin y al cabo era su madre, y Harry llevaba sin dar señales de vida frente a su familia desde la mañana de ayer.

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