Capítulo 12

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Lexa cabeceó como si quisiera sacarse las telarañas de los oídos y se pellizcó el puente de la nariz.

—¿Disculpa?

Clarke suspiró.

—Será mejor que me siente —musitó, al tiempo que alcanzaba la butaca que había junto al hogar.

Lexa alargó la mano para ayudarla, pero como no llegó a tiempo la apartó de nuevo, incómoda. En ese momento apareció Skye, corriendo desnuda por el pasillo.

—Abuela me baña. ¡Y lee cuento!

Indra regresó a la sala de estar y se pasó los dedos por el pelo plateado.

—Solo he tenido que sacarla del desagüe una vez —rio, y extendió la mano—. Venga, guppy. Dales un beso de buenas noches a mamá y a Lexa.

Clarke se agachó con un gruñido para besar a su hija.

—Buenas noches, pastelito. Te quiero.

—Nanoches, mamá. —Corrió hacia Lexa, que también se agachó—. Nanoches, Lesa.

—Buenas noches, pitufa —susurró, y le dio un beso en la sonrojada mejilla—. Dulces sueños.

Clarke notó que se le llenaban los ojos de lágrimas al ver la tristeza en la mirada felina de Lexa. Hasta diría que a ella también le brillaban sospechosamente los ojos.

—Gracias, Indra —le dijo a la anciana.

—Un placer, querida.

—Esto... Indra....

La aludida ladeó la cabeza interrogativamente, con Skye de la mano.

—¿El pijama? —observó, señalando a la niña desnuda.

Indra chasqueó los dedos.

—Ya sabía yo que me olvidaba de algo. Lexa solía dormir desnuda. Creo que todavía lo hace.

A Lexa casi se le salieron los ojos de las órbitas y evitó mirar a Clarke cuando esta soltó una carcajada. El silencio, sin embargo, solo duró un segundo en la habitación, antes de que Clarke iniciara su relato.

—Vamos a ver, ¿por dónde empiezo? Skye es mi ahijada. Mi mejor amiga, Barb, y su marido Steve murieron en un accidente de coche cuando Skye tenía dos meses. Habíamos planeado que, si les pasaba algo, yo sería la tutora legal de Skye y la adoptaría. Por supuesto, no es algo que discutiéramos en profundidad, pero no tenían más parientes. Yo creía que los padres de Steve pondrían algún problema, pero no pareció importarles. ¿No te parece raro? ¿Unos abuelos que no quieran a su nieta?

Lexa se encogió de hombros. Bastante trabajo le costaba entender todo lo demás.

—Supongo. Cuando murió mi madre, Indra ocupó su lugar. Sé que yo ya era mayor y estaba en la universidad, pero no me la imagino sin querer formar parte de mi vida —confesó, con los ojos verdes puestos en el fuego.

—¿De qué murió tu madre? —quiso saber Clarke.

Lexa levantó la mirada y se encogió de hombros.

—Cáncer. Parece ser el modo más popular de marcharse... — se interrumpió, al darse cuenta de lo que acababa de decir—. Lo siento. Eso...

—Lo entiendo y tienes razón. ¿Pudiste pasar con ella mucho tiempo?

—Sí —asintió Lexa—. Pero cuando yo iba a la universidad ella estaba muy enferma y no me permitió dejar la carrera y volver a casa. Mi abuela dice que quería que terminara mis estudios y no tuviera que cuidarla. O-Ojalá...

—Hubieras tenido más tiempo —le acabó la frase Clarke.

—Sí —dijo Lexa—. Perdona, acaba lo que me contabas de Skye.

—Bueno, después del funeral y de acabar con todo el papeleo, nos llevamos a Skye a casa. Los padres de Barb ya habían muerto y los de Steve vinieron al funeral y luego cogieron un avión de vuelta a su casa. Creo que viven fuera del país, al menos entonces era así. No vi otra opción. Además, Niylah estaba encantada. Skye es una niñita preciosa y muy llena de vida.

—Y un diablillo —se oyó decir Lexa, afectuosamente. Clarke tuvo que mostrarse de acuerdo—. Me siento como una idiota. Creía que eras una irresponsable que se había gastado una fortuna no en una, sino en dos inseminaciones artificiales, y que al morir Niylah te habías visto sin dinero.

—Entiendo que pensaras eso —aceptó Clarke, que dejó escapar un gemido quedo al reacomodarse en la butaca.

Lexa le acercó una otomana y le subió las piernas.

—Gracias —suspiró Clarke con pesadez.

Lexa se sentó al lado de la chimenea, con la espalda contra la pared de piedra, y contempló las llamas danzarinas, como ensimismada. Por primera vez, Clarke pensó de verdad en lo atractiva que era Lexa. No en plan «Oh, Dios mío, eres preciosa», que también, sino en la manera sutil y tranquila como la veía ahora.

Lexa no sabía o al menos no daba muestras de percatarse de que Clarke la observaba. Se la veía vulnerable, y la imagen era definitivamente afrodisíaca para Clarke.

—Puede que sea yo la que deba sentirse como una idiota, Lexa.

Lexa pestañeó lentamente y la miró.

—¿Y eso?

—Fue Niylah la que sacó el tema de la inseminación artificial. Al principio le dije que no, que ya teníamos una hija, pero Niylah quería otro bebé. «Para que le haga compañía a Skye», decía. Te acordarás de que Niylah había sido hija única y tuvo una infancia muy triste y solitaria. Lo usé como excusa. Creo que lo que intentaba era conservar a Niylah.

Lexa no dijo nada.

—Niylah siempre estaba fuera, volando de un lado para otro. Nunca pasaba tiempo en casa con Skye... o conmigo. Así que fui tan tonta de pensar que lo que quería era un bebé de las dos, para que fuéramos más una familia, y que entonces sería más responsable. Fue una estupidez por mi parte.

—No puedo creer que haya muerto —soltó Lexa de repente. Enseguida miró a Clarke—. Mierda, lo siento. Menuda tontería acabo de decir.

—No lo sientas, yo también me siento así. Pero ¿sabes? Pasaba tanto tiempo fuera que, no sé, de alguna manera ha sido algo más fácil. ¿Tiene algún sentido lo que estoy diciendo? Quiero decir, que yo la quería y la echo de menos, pero los últimos seis meses fueron terribles y he tenido que ocuparme de muchas cosas. —Se detuvo y miró a Lexa de reojo—. No busco que me compadezcas.

Lexa esbozó una sonrisa leve.

—Lo sé. Eso es lo que me saca de quicio.

Clarke le lanzó una mirada severa, pero cuando vio que Lexa hacía esfuerzos por no sonreír, soltó una carcajada.

—Tengo una vena independiente muy potente. —A su lado, Lexa asintió con énfasis antes de volver a contemplar el fuego—. ¿En qué piensas?

—Pensaba en Niylah. Ella quería tener hijos, pero yo sabía que ella no era responsable y yo no concebía la idea de hacerle algo así a un niño, al menos si puedes elegir. Al ser lesbiana hay que ir con mucho cuidado. Incluso para los heteros, tener un hijo es una responsabilidad enorme.

—¿Demasiado grande para ti?

Lexa reflexionó sobre la pregunta antes de contestar.

—No, demasiado no. Sencillamente no quería tener hijos con Niylah, y no es que pretenda hablar mal de ella, Clarke. Yo... yo la quería...

—No hace falta que me des explicaciones, entiendo perfectamente cómo te sientes. Yo también quería a Niylah —rio Clarke, meneando la cabeza—. Tenía algo único.

—Sí que lo tenía. Pero voy a serte sincera: nunca he considerado la posibilidad de tener hijos sin estar casada con mi pareja —dijo, con el ceño fruncido. Hacía cinco años que no pensaba en todo aquello—. Pero eso es otra historia. No estoy en el mercado para formar una familia ni para tener una relación seria. Me... me gusta la libertad —afirmó, aunque el tema la hacía sentir violenta.

Clarke asintió, y luego apoyó la cabeza en el respaldo.

—No te culpo. Parece que tienes una buena vida, muy cómoda. Vas y vienes cuando quieres, aunque no comes bien. Imagino que no te mueres por la compañía de una adorable mujercita. ¿No te sientes sola? Por la noche, me refiero, sin nadie a quien abrazar, o por la mañana, ¿alguien con quién empezar el día? —Como Lexa no contestó, Clarke siguió hablando—. No, supongo que no. Te envidio, Woods —dijo. Bostezó—. Pero bueno, las cosas pasan siempre por una razón. Una buena razón. Eso es lo que creo — concluyó, con un suspiro, y cerró los ojos.

—¿Puedo decirte una cosa?

Clarke irguió la cabeza y asintió, notando un cosquilleo de expectación en la boca del estómago.

—Ahora mismo, se te ve muy joven. Demasiado joven para tener dos hijas, haber pasado por la muerte de tu pareja y de tus amigos. Joder, para haber tenido esa vida, se te ve muy bien. Eres una mujer atractiva, Clarke.

Clarke notó que se le encendían las mejillas y supo que se estaba ruborizando. Lexa sonrió y apartó la vista.

—Gracias. Yo no me siento demasiado atractiva.

—Mi abuela me dijo que seguramente te pasaría eso —le dijo Lexa—. Mira, lo siento. Yo no tengo mano para esto. Quiero ayudarte y, ahora que conozco toda la historia y me siento como una capulla, a lo mejor podríamos volver a empezar.

Clarke le regaló una sonrisa.

—Me gustaría. Skye... bueno, la verdad es que te quiere con locura.

Esta vez le tocó sonrojarse a Lexa, que se rio y se rascó la frente.

—Menudo trasto está hecha, pero la verdad es que lo paso genial con ella.

Las dos rieron juntas y luego se relajaron en un silencio cómodo, por primera vez desde que se conocían.

—Bueno, cuéntame cómo te quedaste encallada en el flotador.

Lexa soltó una carcajada.

—Estaba intentando enseñarle a ponérselo, para que pudiera estar en el agua sin que yo la aguantara. Se parece mucho a su madre, es muy independiente.

—Que Dios te pille confesada, Woods.

—Diría que Dios ya me ha echado un cable.

Clarke le lanzó una mirada de asombro, pero sonrió.

—Vaya, siguen vivas las dos —intervino Indra, apareciendo por el pasillo—. Skye está frita. He tenido que leerle a Shelley. Por amor del cielo, Clarke, ¿no se sabe la de un elefante, dos elefantes y quién sabe cuántos elefantes más?

Las dos mujeres más jóvenes se echaron a reír e Indra agitó la mano en su dirección.

—Necesito una copa.

Vientos Celestiales (Adaptación)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora