S e i s .

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19 de junio de 2019

Llevaba ya una hora frente al mostrador, tomando los pedidos de cada persona que llegaba a la cafetería, cuando un grupo de adolescentes llegó riendo. Me llamó la atención porque entraron al local como si fuese un lugar que conocían a la perfección, como si estuviesen entrando en casa de un amigo muy cercano y no en una cafetería con desconocidos dentro.

No era un grupo muy grande, en realidad. Tan solo cuatro personas; dos chicos y dos chicas. Una de ellas, la más bajita de las dos, se sorprendió un poco al verme. Intenté no fruncir el ceño ante su mirada, pero creo que no pude evitar que mi incomodidad fuese obvia.

La chica de cabello rubio y gafas de sol se acercó primero al mostrador. Llevaba el pelo largo y ondulado, en un corte a capas que le daba un aspecto veraniego. Su ropa de colores vibrantes y alegres y su pintalabios rosa acompañaban bastante ese estilo.

—Hola —saludó.

—Buenos días, ¿qué os apetece tomar? —Me aseguré de sonreír. Llevaba haciéndolo ya un buen tiempo, y empezaba a quedarme natural.

La realidad era que había estado aprendiéndome un par de frases con las cuales poder iniciar la conversación con el cliente, e iba aplicando una con cada cliente que llegaba.

—Ponnos cualquier cosa —hizo un gesto con la mano como restándole importancia. Yo parpadeé dos veces, bloqueada. ¿Cómo diablos iba a elegir yo lo que iban a pedir?

El chico detrás suya suspiró y la hizo a un lado, quedando más cerca del mostrador.

—Dos batidos de fresa, uno de frutos del bosque y un zumo de naranja —dijo. Después observó los cake pops que Lydia había decidido incluir finalmente y los señaló con el dedo —. Y cuatro de estos, por favor.

Asentí con la cabeza y lo anoté todo en la libretita.

—¿Algo más? —pregunté. El chico negó con la cabeza.

Era alto. Más que el chico moreno que los acompañaba. Tenía el pelo rizado, de un color tierra anaranjado, y bastante corto. Su cara estaba llena de pecas.

Hice las cuentas en mi móvil. No podía calcular nada mentalmente, y mucho menos en verano. Me negaba. El chico alto lo pagó todo.

—Podéis elegir una mesa. Os llevaremos los batidos en seguida —dije, de nuevo con una sonrisa en mi rostro. Sin embargo, antes de que les diese tiempo a alejarse del mostrador, Alex los interrumpió.

—¿Qué hacéis aquí? —les preguntó con el ceño aún más fruncido que de costumbre.

—Nos aburríamos —dijo el chico que no había hablado todavía. Tenía el pelo algo más largo y muy oscuro. Sus cejas eran tupidas y negras y tenía algo de barba, aunque afeitada.

—Y Lydia subió una foto a su instagram de los nuevos pastelitos —señaló la rubia —. Sabes que soy muy fan de las cosas adorables —observó con detenimiento su piruleta de osito e hizo una mueca triste —. Me da pena comérmelo y todo.

—Anda, id a sentaros y dejadnos trabajar—puso los ojos en blanco.

—¡Pero si no hay cola ahora! —se quejó ella. Axel la ignoró por completo. Entró detrás del mostrador y se puso a preparar los batidos y el zumo —. Y no me habíais dicho que habíais contratado a alguien más —añadió, mirándome a mí. Si me estaba invitando a hablar, no lo capté —. Hola. Me llamo Ciara.

—Hola —respondí —. Zoe.

—Ay, me encantan los nombres cortos —exclamó ella —. Son más fáciles de recordar.

Zoe & Axel ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora