III

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¿En qué hondonada esconderé mi alma
para que no vea tu ausencia
que como un sol terrible, sin ocaso,
brilla definitiva y despiadada?
Tu ausencia me rodea
como la cuerda a la garganta,
el mar al que se hunde"

(J.L. Borges)


Las únicas noticias que le llegaban del exterior, encerrado en la absoluta reclusión, eran las que su hermano traía durante sus vanos intentos de convencerle de salir.

Lan Wangji no prestaba atención a ninguno de ellos, sus ojos siempre fijos en sus manos, aun sintiendo sobre ellas el peso de la sangre de su único amor.

Había perdido, ese día, la batalla contra el control y su ira había causado todo el desastre. Un Lan pensaba antes de actuar, un Lan no asesinaba, un Lan no usaba su espada para dañar a otro cultivador.

Pero al ver a Jin Zixun luchando con Wei Ying, sujetándole de la muñeca, solo atinó a arrojar a Bichen en su dirección, dispuesto a matar al hombre que había dirigido todo un ejército contra su Wei Ying.

Debería haberlo visto venir.

Debería haber pensado, debería haberse dado cuenta, que Jin Zixun usaría a Wei Ying como escudo.

Al final, Bichen derramó sangre y tomó una vida.

La vida de Wei Ying.

Y su alma se hizo pedazos junto al alma rota de su amor, cuando este dejó de respirar en brazos de Jiang Wanyin, quien en vano intentaba despertarle y transferirle energía espiritual.

No presenció el juicio, no estuvo presente para los castigos. El primer mes de un niño arruinado por la ambición y poca moral de su familia.

Ni siquiera puso un pie en el Jingshi. Simplemente llegó a Clound Recesses y entró en la misma cueva en la que su padre se recluía. Entró allí, dispuesto a salir solo con la muerte.

Había asesinado a Wei Ying.

¿Por qué sería digno de vivir?



No escuchó los rumores de guerra entre sectas. No escuchó las quejas de los civiles, que ya no agachaban la cabeza frente a los cultivadores, que ya no los respetaban.

No se percató, al igual que todos, que la cantidad de espíritus malignos había comenzado a mermar sin una razón aparente.



Los susurros de su hermano eran inquietos.

-Hay un niño, un muchacho, que predica sobre rebelión contra el cultivo y las sectas. Dice que somos la cizaña de los campos... y que pronto, una especie de salvador vendrá y nos raerá de la tierra.

¿Qué podría importarle lo que sucediera allá afuera mientras Wei Ying estuviera muerto?

-En un pueblo, asesinaron a tres cultivadores Jin. Y cada vez son más los ataques hacia cultivadores. La gente realmente está escuchando a ese... lunático, que habla sobre falsas promesas de libertad y justicia.

-Lo que me preocupa es que habla de la venida, o más bien, del regreso, de alguien que impartirá justicia sobre los cultivadores. ¿Crees que este siendo manipulado por un demonio?

No le importaba.

-Tuvimos una reunión con otros líderes de sectas... no pudimos llegar a un consenso, lamentablemente. Salieron a la luz temas del pasado y...

Nadie gustaba de asumir la culpa de lo sucedido en el paso Qiongqi. A las pequeñas sectas les gustaba culpar a las grandes de las desgracias acontecidas después del asesinato del Patriarca Yiling.

"Esto es una venganza del Patriarca Yiling, porque los cobardes le tendieron una trampa y lo asesinaron".

Lan Wangji nunca se enteró de lo que decían sobre él, pero no debía de ser agradable. Jiang Wanyin le había gritado, ese día, cuando intentaba marcharse.



¡Lo mataste! ¡¿Por qué demonios arrojaste tu maldita espada?!

...Y tú lo abandonaste.

(Jiang Wanyin nunca respondió a eso).



Lan Wangji salió de reclusión una mañana de invierno, luego de enterarse que dos jóvenes aprendices de la secta habían sido heridos de gravedad durante una cacería nocturna, por dos granjeros que se negaron a dejarles pasar por sus campos de arroz.

Se dirigió hacia un pequeño pueblo, sin nombre, donde le dijeron que el lunático estaría predicando sus palabras blasfemas.

No pudo evitar ver algo de razón en su discurso.

Los cultivadores habían estado mirando demasiado tiempo al cielo, y muchos se creían superiores. Muchos se creían con el juicio de decidir quién merecía ayuda o no, en base de las ricas ofrendas que traían para rogar ayuda. Muchos abusaban de su poder para hacer cosas horribles.

La gente se había cansado de ello, y las palabras del lunático solo incentivaban una revolución.

Pero la violencia y la muerte no eran la respuesta.

Nunca serían la respuesta.

Esperó que la multitud se dispersara para seguir los pasos del "lunático", un muchacho demasiado joven como para realmente entender lo que predicaba.

Lo siguió unos kilómetros, hasta que lejos de cualquiera que pudiera escuchar, el niño se giró para enfrentarle, con algo de miedo en sus ojos.

-¿Qué quieres de mí, cultivador de Gusu?

-¿Por qué haces esto?

-Mi maestro me pidió que lo hiciera.

-¿Y quién es tu maestro?

-Ya deberías saberlo.

La sonrisa del niño fue afilada, a pesar de las dudas en su mirada.

-Tú mismo fuiste quien lo asesinó y envió su alma al infierno, Lan Wangji.

Todo fue silencio, entonces, con solo los latidos de su corazón resonando en sus oídos.

El frio congeló sus huesos, sin hacer nada más que mirar al niño huir.


Wei Ying.


Wei Ying.


Oh, Wei Ying.

¿Qué estás haciendo?



¿Esta es tu venganza?


Acheronta MoveboWhere stories live. Discover now