Capítulo 24

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Se escucharon pasos en las escaleras, entonces, cada una se sentó de regreso al sofá.

Yo, quitándome las lágrimas. Keitha borrando rastro alguno de haber llorado aunque fuera poco, y Mália y Adair, incómodas.

—Vendremos mañana para lo planificado. —se escuchó la voz de Snow.

Clover fue el primero en terminar de bajar, y vio mi expresión, frunciendo su ceño.

—Se lo dijiste. —confirmó, mirando a Adair de mala gana— Maldición, Adair.

—¡Tenía qué! Ya bastante ha sufrido, ¿no crees? —rechistó Adair, molesta.

Cuando los demás llegaron, ambos se callaron. Snow me miró, tal vez dándose cuenta que estuve llorando, pero no me dijo nada.

Tuvimos que regresar en portal, pues el auto se había quedado en la cabaña, luego del susto con Dereck.

Punto a mi favor, pues me ahorré el viaje incómodo,  a pesar de que la desgracia me esperaba en casa igualmente.

Todo pasó en la cena.

Jugaba con mi trozo de pizza, pizza que Snow se tomó la molestia de pedir pues le comenté que tenía hambre, y él igual quería comer.

Sí tenía hambre, pero el hecho de que a cada minuto regresara a mi mente la historia de Snow... okey, nuestra historia. Me quitaba el hambre.

—Ángeles, ¿qué demonios te pasa? —preguntó, con cólera.

—No me hables así. —murmuré, sintiéndome sensible de pronto.

Suspiró con brusquedad, y dió la vuelta a la isla hasta donde yo estaba sentada. Me tomó desprevenida y logró sacarme un gritillo cuando me alzó y me sentó encima del mármol. Buscó mi mirada, cosa que evité pues, estaba a punto de llorar.

—Estás así desde que llegamos. ¿Dije o hice algo malo?

—¿Morirás? —solté, con la voz rota.

Snow se alejó de repente, sorprendido por mi pregunta. Sus cejas oscuras se hundieron, y los músculos de su mandíbula se tensaron.

—¿Quien te ha dicho eso?

—No me evadas el tema. —torpemente, me bajé de la isla— Sé la historia.

—¿Cómo te enteraste?

Alcé una ceja.

—Yo lo sé todo, Snow. ¿Pretendías ocultarmelo hasta el final?

—No, no es eso.

—¿Entonces?

—No es algo que debías saber.

La furia comenzó a crecer, sentía mis mejillas arder.

—¿Que no es algo que deba saber, dices? —halé mi cabello, riendo con ironía—. El chico que me gusta morirá en cualquier momento, y tal vez, yo también, pues su castigo terminó y es probable que lo arrastren de regreso al infierno, y de paso, se roben todos mis recuerdos de él. Pero, ¿no es algo que deba saber? ¡No me jodas!

—¡No me refiero a eso! —habló, alzando su voz—. ¡Sólo quiero que entiendas que es mí castigo! ¡Mío! ¡Y no pretendo ni quiero que te afecte de nuevo a ti!

—¡Es que de igual forma me va a afectar! ¡No es algo que pueda evadir como si nada! —chillé—. Usa tu jodido cerebro, Snow, estamos en esto juntos, y siendo honesta me importa un comino si en épocas anteriores era así, o no. Sea como sea, no pienso dejarte solo y menos aceptar que me escondas las cosas como si fuera alguien incapaz.

—¡Es que no se trata de eso, mujer! ¡Entiendeme, joder!

—¡Qué voy a entender!

—¡Que todo se repite y si metes tu cabeza en esto morirás y te perderé! —me gritó, tomándome de los hombros, un atisbo de lágrimas se asomaron por sus ojos celestes— , ¡Entiende que no quiero ver como te alejan de mi otra vez!

Cabizbajo, lo escuchaba sollozar. El chico con autoestima suficiente, narcisista, y suficientemente fuerte, estaba llorando frente a mí.

—Snow... —lo llamé, en voz baja—. Mírame, por favor.

Mechones negros rebeldes tapaban sus ojos rojos, sus mejillas carmesí húmedas me lastimaban, me daba tanta tristeza verlo así.

—No podré soportar perderte de nuevo, Ángeles.

—Yo no puedo quedarme sentada viendo cómo te vas.

—Tampoco quiero eso.

—¡Entonces quédate conmigo! —repliqué.

Su rostro estaba cerca del mío, y aprovechó aquello para rozar levemente sus labios con los míos, un roce endemoniado y deseado, para luego soltar la palabras más hirientes que me habían dicho en toda mi vida.

—No puedo, lo lamento.

Separó mis brazos de su cuerpo, alejándose de mí.

Era como una pesadilla echa realidad.

—Protegeme. No puedo hacer esto sola. —dije.

—No puedo hacerlo, Ángeles. Pasará lo mismo que pasó con Bloody y Avery, si me quedo.

Daba pasos hacia atrás, dejándome confundida.

—¿Te irás?

—Lo siento tanto. —susurró, dándose la vuelta.

—¡Snow! ¡No te atrevas a dar un paso más! —vociferé, caminando hacia él—. Si lo haces, estarás dejando todo esto. Estarás dejándome. A mí, Snow.

—Si con eso lograré protegerte, lo haré.

Su mano rozó la manilla de la puerta, cuando corrí hasta él y me aferré a su espalda.

—Basta, por favor, no te vayas. —cerré los ojos, dejando caer las lágrimas, sintiendo que vomitaría en cualquier momento.

—No tengo otra opción, Ángeles. —su voz ronca, su olor a cigarrillos y menta quedaría impregnado en mí— Lo estaba llevando bien, ¿sabes? Estaba resignado a perderlo todo pues fue algo que jamás me perteneció, hasta que apareciste tú. Lo dije una vez, y ahora lo confirmo. Eres lo mejor que me ha pasado en toda mi vida, y es porque eres tan distinta a ella. Tienes tu propia escencia, eso... eso me hace amarte más de lo que esperaba.

—Snow, me quedaré en casa, haré lo que me pidas que haga, pero por favor... ¡Por favor!

—No.

—¿Qué?

—Ángeles, este tiempo que me has dado, ha sido suficiente.

—¡Para mi no! —grité, apretando su abdomen—. Por favor, no me dejes.

—Debo irme, cariño.

—Te odiaré hasta los últimos días de vida, Snow. ¿Me oyes?

—Te quiero, Ángeles.

Tomó con fuerza mis manos, y me empujó lejos de él. Con rapidez, salió por la puerta, y yo intenté levantarme y hacer lo mismo.

Cuando crucé el umbral, no había nadie.

Estaba completamente solo, el bosque, Snow se había ido.

SNOW  [S.S #05].Donde viven las historias. Descúbrelo ahora