Capítulo 6

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ALPHA

La ciudad rusa de Ravlas —dentro de lo que en algún momento fue territorio de Siberia—, la misma que en algún momento conoció el máximo esplendor por sus tierras heladas eternas, se encontraba en ruinas; sumida en la destrucción total después de que las guerras entre las propias naciones soviéticas —Siberia, Evenki y Saja— arruinaran dicho paisaje. Habían sido mortales, se habían destruido a sí mismos por un trozo de tierra. Ya no existía vida en dicho lugar; las casas desechas, la mugre invadiendo cada centímetro del terreno. El único sonido que oíamos, era el de nuestros pasos sobre los escombros. La desolación perfecta se dibujaba ante nuestros ojos.
El cielo no aparecía tras las nubes negras, oscuras y de eternas tormentas. Maldito clima.

Dada la fuerte radiación en el aire, nos obligaron a utilizar máscaras de oxígeno capaces de mostrarnos la cantidad disponible en sangre cada uno.
Porque la guerra entre esas naciones no fue lo único que deshizo todo aquello: hace años, en un intento desesperado por impedir que los Nhereos ingresaran a tierras extranjeras, la población de China se detonó a sí misma para no ser tomados como prisioneros —según ellos se los llevarían con otras intenciones— y lanzó un misil nuclear.
China ya no existía.

El aire se había viciado con radio, uranio, plutonio y éstos, para hacer peor la situación, se esparcían en el aire alcanzando el resto del mundo. Jamás vi un sitio tan devastado como ese sector de Rusia.

Mi casco disparó una alerta roja de sensibilidad. Había actividad bajo nosotros, esperábamos a que una parte del equipo los espantara y salieran a la superficie.

Y así pasó.
Una explosión bajo tierra los obligó a correr cuales ratas entre la mierda que rodeaba la ciudad. Abrí bien mis ojos, tardando una milésima de segundo en correr tras ellos.

—¡A las doce! —rugí—. ¡Danoon, a las tres! ¡Rápido, rápido, rápido! ¡Omega a las nueve!

Mis hombres disparaban armas con balas de hielo sólido, eso los obligaba a permanecer quietos en sus lugares. Otras, disparaban redes, balas potentes y las peores: los cañones de gamma. Eso los atravesaba o inmovilizaba según la distancia a la que estuvieran.
Capturaron a cinco pares de gemelos. Asesinaron a veintinueve personas.
El número seguía en aumento, era cuestión de tiempo para acabar completamente la misión.
Los hombres que intentaban proteger a sus familias nos atacaron de imprevisto... sacaron cañones de entre los escombros y dispararon contra nosotros.

Creí que eran simple balas, inútiles hasta que examiné a uno, la piel se chamuscaba donde el proyectil impactaba. En otro fundía el cristal de su protección y caía en su rostro; lo mismo si tocaba cualquier material. No eran ordinarias, por supuesto que no lo eran.
Era Xenón líquido, lo único que podía matarnos.

—¡Xenón! —rugí para advertirles. Los otros buscaron refugio entre los disparos—. ¡Necesito refuerzos! —pedí a Hiringger—. ¡Nos atacan con Xenón!

Los Valkiryas van en camino, Alpha.

El Xenón era lo único sobre la faz de la Tierra que impedía nuestra rápida regeneración celular. Actuaba como ácido metiéndose a través de la herida que generaba y se dispersaba por la sangre, y por consiguiente a todos los órganos.
Un maldito genio había conseguido que el gas noble e inalterable —uno de tantos en la tabla periódica— se alterara a su antojo, convirtiéndolo en un químico líquido. ¿Cómo lo hizo? No lo sé, pero lo hizo.

—¡No puedo esperar! —gruñía. Con presionar un botón en el mitón, un cañón se armó y disparé contra el enemigo, poniendo el cuerpo a la situación. Aceleré y destrocé aquellos de varios golpes. Lancé lejos a sus tiradores—. ¡Búsquenlos! ¡Sólo los niños con vida! —ordené señalando a un número de personas que escapaban.

NHEREOS: Nacer para Sobrevivir © [NHEREOS #1] [✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora