Tatiana ya se había marchado cuando me desperté a media mañana. Tenía una resaca horrible, que no era nada en comparación al sentimiento de culpa y vergüenza que me atormentaban. Juré que nunca más volvería a beber o a acercarme a un chico. Tenía que poner en orden mi vida, necesitaba dejar de cometer errores.
Mientras me duchaba repasé mi semana: Héctor me pidió perdón, me cogió de las manos y casi me derrito allí mismo. Me pilló espiándole, cené con él y sus padres, me escapé al pueblo, vi mi antigua casa en ruinas y me enteré de que mi madre estaba en el infierno. Creí ver morir a Héctor, pero estaba vivo y la noche siguiente le salvé de un águila gigante que casi me mata. A mitad de semana descubrí que no era gay, hacía unas horas se lio con lo más parecido que tenía a una amiga y yo me lie con otro chico delante suya, antes de vomitar frente a decenas de compañeros del instituto.
Habían pasado muchísimas cosas, pero Héctor ya estaba a salvo así que tenía que olvidarme de él y centrarme en mis dos prioridades: salvar a mi madre y aprobar bachillerato para que no me echara la bronca. Así que me vestí con ropa cómoda, me recogí el pelo y me puse a estudiar. Alterné unos cuantos capítulos del libro de mitología entre asignatura y asignatura.
No solté los libros ni un momento. Me ofendió un poco que esto preocupara a mi tía y me preguntara si me encontraba bien.
El domingo por la tarde, me metí en una cafetería a seguir leyendo acerca de los dioses y los mitos. Leí acerca del origen del Tártaro y los prisioneros que allí eran torturados. El más famoso era Sísifo, a quien se le había dado la tarea de subir una enorme roca a una colina empujándola. Cada vez que iba a llegar a lo más alto esta caía y Sísifo debía volver a empezar su tarea. Una tarea tan inútil como hacer la cama todas las mañanas cuando sabes que vas a deshacerla por las noches. Otro prisionero era un tal Tántalo, condenado a estar sumergido en un lago con el agua hasta la barbilla y un árbol con frutas sobre su cabeza. Cada vez que intentaba beber el agua se alejaba de él y cada vez que trataba de coger fruta para comer esta desaparecía, dejándole eternamente hambriento. Debía ser como ir a una barbacoa cuando estás a dieta, pero peor.
Después pasé a leer acerca de Zeus, el dios de los dioses. Que con todo su poder y magnificencia dedicaba el noventa por ciento de su tiempo a tirarse a cualquier cosa que se moviera. Era un salido con poderes, no tenía un plan para la humanidad. No creó un orden, unas leyes o un sistema que ayudara a la sociedad de una u otra manera. Su única preocupación era quién sería su próxima víctima. Recurría a engaños y ejercía su poder para salirse con la suya. Yo no era experta en feminismo, pero todo aquello me resultaba muy tóxico y machista.
Salté a la historia de Medusa, la gorgona, ya que al fin y al cabo era la que más se parecía a mí. Ella había nacido mortal y era sacerdotisa en el templo de Atenea, la diosa que en teoría debe protegerme. El dios Poseidón, un depravado marino que era hermano del salido con poderes, forzó a Medusa en el templo de Atenea y esta se enfadó muchísimo, pero en vez de castigar al depravado marino convirtió a Medusa en un monstruo. Atenea ganándose el título de diosa de la misoginia. Claro que, si tu padre es el mayor guarro del universo y tu tío un depravado marino, acabas desarrollando traumas. Atenea necesitaba un buen psiquiatra.
El caso es que Medusa, además de tener un aspecto monstruoso, convertía en piedra a todo el que la miraba a los ojos. Así que se fue a vivir a una cueva para no causar problemas, y supongo que también para que la dejaran tranquilita. Ella iba a lo suyo, sin molestar a nadie, cuando llegó Perseo a matarla.
La historia de Perseo es rara. Su madre, Dánae, era una princesa que estaba encerrada y su padre Zeus, el salido con poderes, se convirtió en lluvia de oro para colarse en su prisión y seducirla. Así que Perseo era un engendro medio humano medio lluvia de oro. Su abuelo lo tiró al mar junto a su madre, porque esta gente o no siente cariño hacia sus familiares o siente DEMASIADO. Ambos sobrevivieron. Años más tarde, el rey de donde fuera que viviesen se enamoró de Dánae y para beneficiársela, en vez de mandar a Perseo a un campamento o a dormir con amigos, le mandó a cortar la cabeza de Medusa, quien hacía años que vivía a su bola y no tenía culpa de nada.
ESTÁS LEYENDO
Cuervo (fantasía urbana)
FantasyAlexia debe averiguar por qué se está convirtiendo en un monstruo, mientras suspira por el sexy chico gay que la odia y sobrevive a su nuevo instituto. **...