60. Las joyas tardan más que las rosas

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Insisto en que este capítulo me gusta mucho.

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60. Las joyas tardan más que las rosas

IVANNA

Pese a que hoy no quería salir de la cama y aún siento malestar, el trato está cerrado. Brindo con el nuevo cliente y nos despedimos una vez escoge la fecha para la siguiente cita.

No es una cuenta imposible, pero sí es importante, Rodwell estuvo mucho tiempo detrás. Eso, sumado a que más temprano recibí la llamada de Dattel confirmando que sí firmarán, hace de este un buen día.

Es viernes y conseguí tres cuentas esta semana. Dudo que Lobo haya tenido una semana igual.

Considero tomarme la tarde para mí, aún no me siento bien y no me caería mal descansar. Por lo que, aprovechando mi estancia en el bar, paso de la mesa a la barra y pido un té de manzanilla sin azúcar. Todavía me duele la boca del estomago y lo que como al instante siento que lo voy a vomitar.

«No fue buena idea tomar las pastillas con whisky».

—Hoy no vino el chico —ríe Blas, barman de Cashba, al entregarme el té.

—¿Luca? —Trato de recordar de dónde lo conoce.

—Oh, ¿ése es su nombre? Fue insistente la otra vez.

«La otra vez».

Fue cuando pedí a Blas distraerlo.

—¿Tardó en darse cuenta de que nada más lo estabas entreteniendo?

—Un poco —Él se inclina para susurrar—. Creí que iba a golpearme.

Escondo una sonrisa con mi mano.

—No. No es violento. ¿Está Plasticola? —cambio de tema.

—Salió a unas diligencias, pero puedo localizarlo si lo necesita con urgencia.

—No. Estoy bien. Solo quería saludar.

—Como guste, señorita. Avíseme si necesita algo más de comer o beber, o a quien entretener —se despide Blas y después de que se gira hacia otros clientes doy el primer sorbo a mi té.

«Luca».

Primero no recordaba haberlo traído a Cashba, pero lo tengo claro al volver a imaginar este lugar lleno de gemidos.

¿Quién, además, debido a la vergüenza deja caer el teléfono antes de poder detener el audio?

De pena ajena.

«Luca».

Me remuevo en mi asiento al repasar lo sucedido la noche anterior.

—La culpa de todo la tiene Prudensa —mascullo—. Porque estábamos bien —Molesta, doy otro trago a mi té—. Estábamos muy bien.

Limpio la marca de pintura de labios que dejé en mi taza.

«Muy bien».

O al menos lo estábamos hasta que decidió pasar por alto el acuerdo.

—Yo fui clara —digo, pensando en voz alta; volviendo a llamar la atención de Blas.

—¿Perdón?

—Que yo fui clara —repito, echando hacia atrás mis hombros, enderezando mi espalda—. Le dije que no tengo novios, que si estaba de acuerdo en compartirme y dijo que sí.

El asistente ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora