Capitulo 37: Más radiante que el sol.

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Al final, Geraldine había conseguido el permiso de sus padres para asistir a la fiesta de Lexi. Después de todo, la fiesta también era en su honor y para festejar que había regresado sana y salva, así como Kassie. Y ella no tenía pensado perdérsela.

Aunque si lo pensaba bien, si no hubiese conseguido la aprobación de sus padres, le habría resultado casi imposible escaparse con tanta custodia que tenía.

Entonces ella y Nina habían disfrutado de la tarde juntas, como en los viejos tiempos, con la excusa de prepararse para la fiesta. Nina había insistido en que Charlie tenía que ser invitada a su tarde de chicas, y Dina se había sentido mal por lo aliviada que había estado cuando se hermana había declinado diciendo que tenías cosas importantes que hacer con su abuela.

No era que quisiera alejar a su hermana, sino que no sabía cómo comportarse con ella. Ya le costaba estar relajada con Nina, siendo que había arreglado las cosas antes de que ella supiera la verdad sobre Emalene, Con Char era mucho más difícil. Ella le había advertido miles de veces, y Geraldine la había insultado. La había tratado de mentirosa y muchas cosas más. Ninguna bonita.

Y Charlotte no se había equivocado.

Como de costumbre.

¿Era suficiente con pedirle perdón? Cosa que aún no había hecho porque no sabía cuál era la mejor forma de hacerlo. De disculparse por no haber confiado en ella, en su propia hermana.

Era una cobarde, y lo aceptaba. Huiría por el tiempo que fuese posible. No estaba lista para enfrentarse a la verdadera realidad. No quería creer todo lo que le habían contado, una parte de ella seguía resignándose a creer que quién consideraba una buena amiga, a quién le había confiado montones de cosas y había buscado ayudar de todas las formas posible, la hubiese traicionado así.

Y vaya que la había ayudado. No en la forma en la que había pretendido, claro.

—Estás hermosa —dijo mirando a Nina. Ella cuidaba su aspecto conservador, siempre tan prolija con todo, luciendo perfecta, sin una falla. Toda una dama. Y una mujer para admirar.

Con la revelación que había tenido acerca de ella misma, Geraldine se había encontrado pensando mucho en los cambios que tendría que realizar sobre su imagen, su comportamiento, su forma de ser.

Todo. Tenía que cambiar un poco de todo si quería evitar que volvieran a engañarla y jugar con sus sentimientos como Emalene y Duncan lo habían hecho.

La mitad de la culpa era de ellos, sí, pero la otra mitad tenía que adjudicársela a sí misma. Si no hubiese sido tan confiada, arriesgada, estúpida, nada de aquello habría ocurrido.

Y Nina tenía todo eso que se suponía que debía imitar. Era inteligente, controlada. No se cegaba por las personas, jamás habría invitado a su casa a alguien de quién no sabía nada más que su nombre y un pasado lejano y borroso. Su única debilidad era Robert, pero ella sí lo conocía. Sabía todo sobre de él, defectos incluidos. Y los aceptaba.

Pero lo más importante era que Nina tenía una meta en la vida, un objetivo. Sueños que cumplir.

Geraldine no.

Era un desastre. En la universidad era un desastre. Siempre estaba pensando en cualquier otra cosa. Cosas sin importancia alguna que no la llevarían a ningún lado. Ideando planes para escaparse de sus guardaespaldas e ir a una de las tantas fiestas a las que era invitada.

Había tantas cosas que cambiar, que no tenía ni idea de por donde empezaría.

—Es solo un vestido sencillo, es una reunión familiar —contestó Nina mirándose al espejo para terminar de cepillar su cabello. Era un vestido azul oscuro con mangas tres cuartos, y largo casi hasta las rodillas, ajustado al cuerpo. Sobria y pulcra, pero no dejaba de verse bellísima.

Bésame o Dispara. #Descontrol en la Realeza 3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora