♛ C U A R E N T A Y T R E S✏

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Olía a metal líquido, quizás a metal mojado, a óxido

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Olía a metal líquido, quizás a metal mojado, a óxido.

Tenía mis brazos cruzados sobre mi pecho con una mezcla de enojo, rabia, agradecimiento y satisfacción mientras miraba de reojo a James al otro lado del asqueroso piso también sentado con aburrimiento.

Éramos de momento los únicos en la pequeña celda y aunque había una necesidad de mi parte de mantener distancia con él, dos metros era lo máximo a lo que podía aspirar.

Se escuchaba el crujido rasposo de los radioteléfonos de los policías que estaban unos metros más afuera y las voces inentendibles de lo que les transmitían a través de ellos, aparte de eso estaba el goteo persistente y fastidioso de una pequeña abertura en el techo cuya filtración caía directo a una silla plástica afuera de la celda, haciendo ese ruido algo desesperante.

Cuando escuché un quejido leve de la celda inmediatamente cercana, proferí un gruñido y apreté los puños en reflejo, lo cual fue mala decisión porque los nudillos heridos se lastimaron más con la tensión.

—¿Estás bien? —murmuró James a mi lado, bajito para que los vecinos de celda no oyeran.

No le dediqué ni una sola mirada, pero supe que sus manos estaban igual o peor que las mías.

—¿Y tú? —El tono me salió áspero como lija, dejando claro que no me interesaba su respuesta.

—Oye, no puedes estar enojado siempre por...

—¿Porque besaste a mi hermana? —completé con acidez.

James apretó tanto la mandíbula que logré escuchar ese crujido.

—Hay una explicación...

—Que te has negado a darme —corté de nuevo.

—Solo quiero que Martina esté cuando te lo explique.

Solté un bufido entre los labios que me hizo consciente del sabor a sangre en mi lengua. No había ni avistado un espejo hacía un buen rato, pero si estaba parecido a James, en definitiva no lucía nada bien.

—Es mi hermana —argumenté de nuevo—. Mi hermana pequeña, demente, no sé qué demonios esperas que te diga. Siento que me han engañado por... ni siquiera sé por cuánto tiempo.

—Nadie te ha...

—Deja de mentirme miserablemente.

—No te mien...

—Así están las cosas: o me das tu explicación o no me dirijas la palabra hasta que lo hagas. Punto.

Cuando prefirió callar me enojé aún más, pero el orgullo y el lugar asqueroso que nos rodeaba, más los problemas que de seguro teníamos ahora no me dejaron replicarle más. Necesitaba un poco de silencio, de paz en el caos de las últimas horas.

Cerré los ojos, reclinando la parte trasera de la cabeza contra la pared, odiando toda la situación, pensando en qué explicación razonable darle a Isa o a su madre que seguro me esperaba con un plato más en la mesa para el almuerzo... o a mis padres si se enteraban de esto, o a Martina. Tenía que dar mil explicaciones y sentía que ninguna me dejaba bien parado pese a que en realidad tenía mi conciencia tranquila.

De una fuga y otros desastres •TERMINADA•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora