Q u i n c e .

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11 de julio de 2019

Axel y Lydia ya estaban en la cafetería cuándo yo llegué, dos minutos antes de las ocho. Me había costado horrores levantarme esa mañana para ir a trabajar, pero finalmente, ahí estaba, frente al mostrador, observando las magdalenas perfectamente decoradas que Lydia había preparado.

Los clientes no habían llegado todavía y el ambiente estaba muy tenso. Axel apenas me había mirado cuándo me había visto. No se había quitado los auriculares en ningún momento y yo sospechaba que no lo haría hasta que el primer cliente llegara. Me estaba tratando con la misma indiferencia de los primeros días, solo que antes no me importaba tanto como ahora.

Sabía que las cosas se iban a volver incómodas entre nosotros pero no pensé que Axel se comportaría como si nada hubiese pasado y comenzara a ignorarme por completo.

Cretino, pensé, y mi voz interior pronunció todas las letras de la palabra con un claro rencor.

Pero la tensión en el ambiente no se debía únicamente a aquel beso. Lydia y Axel apenas se habían dirigido la palabra, al menos desde que yo estaba allí. Axel tampoco la miraba a ella y su expresión de cabreo dejaba muy claro que no estaba de mal humor solo por lo que había pasado entre nosotros. Aún así, no me aliviaba demasiado. Prefería lidiar con un Axel indiferente a uno malhumorado.

Sin embargo, lo más molesto era el recuerdo de lo ocurrido el martes. Era como escuchar el constante zumbido de una mosca, pero mucho más agradable. No sabía qué pasaba por la cabeza de Axel pero por la mía no pasaban más que las imágenes de aquel beso, acompañadas de todas ls emociones que había sentido aquel día. Era horrible y cautivador al mismo tiempo.

Al recordar el beso, me acordé también de otra cosa. Aún tenía las llaves de la cafetería que Axel había dejado en la mesa después de huir como un cobarde.

Me dirigí a la cocina dónde Lydia se encontraba limpiando todo lo que había ensuciado mientras preparaba los pasteles.

—Toma —le extendí las llaves a Lydia. Se me hacía extremadamente raro hablar con ella, era incapaz de hacerlo como antes, como si nada hubiese sucedido entre su hermano y yo. Además, ella no parecía la misma de siempre tampoco. No tenía pinta de estar enfadada, pero sí mucho más seria que de costumbre. Yo esperaba que no fuese por mi culpa —. Axel se las dejó el martes cuándo vinimos a estudiar.

—Ah, muchas gracias —sonrió ligeramente y se guardó las llaves en el bolsillo de su delantal.

—¿Puedo preguntarte algo? —dije. Lydia asintió con la cabeza —. ¿Os habéis peleado Axel y tú?

—¿Tan obvios somos?

—Un poco —admití. Hasta hace poco, pensaba que yo no era de esas personas a las que les gusta meterse en asuntos ajenos, pero había descubierto que me equivocaba. Era mucho más cotilla de lo que me habría gustado reconocer —. ¿Qué ha pasado?

Lydia tomó aire y lo dejó salir en un pesado suspiro, como si Axel agotase la mayor parte de su paciencia.

—Pues que es un cretino y no soporta no tener la razón —bufó —. Hay pocas personas tan obstinadas como Axel.

Después de decir eso relajó la expresión y la postura y me miró dubitativa.

—De todas formas, ya estaba un poco alterado cuándo empezamos a discutir. No debería haberle dicho nada —comentó —. Y quizá tampoco debería preguntar esto, pero... ¿ha pasado algo entre vosotros dos?

Zoe & Axel ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora