Capítulo 32.

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NARRA NIALL

Mientras esperábamos que mis amigos llegaran, jugamos con Carlitos. El pequeño hijo de Clara, mi mucama, tenía un gran afecto por _______, adoraba que la trajera a casa, pues ella siempre era amable y en extremo amigable.

-Vamos Carlitos, deja a los señores tranquilos. –Dijo Clara, entrando a la sala para llevarse a su único hijo.-

-¡Pero mamá! –Respondió el aludido al borde de hacer un berrinche, ya con los ojos llorosos.-

-No es ningún problema, Clara. Déjalo que se quede con nosotros, nos estamos divirtiendo. –Esa característica sonrisa amplia apareció en su rostro, sonrisa que fue respondida por una proveniente de mi ama de llaves. –Por cierto, muchas gracias por los sándwiches que mandas con Niall para el almuerzo. –Una ola de exaltación me recorrió al escuchar aquello, rogando que la respuesta no fuera algo que revelara mi secreto.-

-¿De qué sándwiches habla, señorita? Yo no… -Empezó, con un tono de voz tranquilo, aunque estuviera vendiéndolo.-

-Clara, trae más refresco, por favor. Los chicos están por llegar. –Interrumpí nervioso. –Vamos, te ayudo a servirlo. –La tomé del brazo y la empujé con suavidad a la cocina, lanzándole una mirada y sonrisa forzada a _______, quien nos seguía con la mirada y un rostro confundido; ella era buena dándose cuenta de las cosas y leyendo entre líneas, así que algo me decía que ya sabía lo que estaba pasando, adiós a uno de mis secretos, ella y esa maldita habilidad.

Cuando habíamos cruzado la puerta de la cocina e hicimos nuestro camino en aquel cuarto de baldosas, me apoyé en la mesada y solté un suave suspiro.

-¿Me dirá a qué vino todo eso? –Preguntó Clara ¿acaso todas las mujeres ahora tenían ese súper poder? Aunque fuera una empleada en mi casa, le tenía confianza. Esa mujer me conocía incluso mejor de lo que yo mismo me conocía, sabiduría y crédito que se había ganado al criarme desde muy pequeño.-

-¿A qué vino qué? –Pregunté haciendo un encogimiento de hombros que estaba lejos de poder cubrir mi intento de evadir el tema.-

-¿Hay algo que me quieras decir? ¿Algo con unos sándwiches quizás?...

Y se lo conté, era yo quién en realidad preparaba aquel alimento antes de recoger a ______ de sus entrenamientos y decía que eran hechos y mandados por Clara. Encontraba peligroso que ella no comiera nada y más si iba a hacer tanto esfuerzo físico, como el que hacía en la piscina, podría haber colapsado. Después de tanto tiempo preparando su merienda, había aprendido cómo le gustaba el tomate, que le gustaba comer el pan molde con su corteza y todo, no le agradaba mucho la mostaza, pero jamás lo mencionaba, siempre tenía una sonrisa agradecida. Cualquiera podría preguntarme acerca de los sándwiches que le gustaban a ______ y yo, absurdamente, sabría la respuesta correcta. Sin embargo, sin motivo alguno, mi sonrisa se ensanchaba al ver su expresión de satisfacción, que se dibujaba cuando la comida desaparecía de sus manos.

Clara supo muchas cosas en ese momento, cómo me concentraba para ver esa expresión en el rostro de la nadadora, cada día. No olvidaba que la mostaza era el condimento que no debía agregar a los sándwiches, que era libre de dejar la corteza del pan en su lugar y que el tomate debía se cortado en rodajas no cuadraditos.

-Creo que a la señorita le gustaría saber que usted se preocupa por ella. –Inquirió con una sonrisa suave y una mirada sabia.-

-No me preocupo por ella. –Dije rápidamente, explicando el malentendido. –Yo sólo… quería ser amable.-

En aquel rostro que denotaba cansancio y experiencia, la sonrisa se hizo más notoria; una sonrisa de esa que expresaban complicidad. Claro que ella sabía lo que pasaba y aunque pensara que la pareja de muchachos ya eran novios, supo que Niall se estaba enamorando. Mas no dijo nada sobre el tema  y sólo extendió un par de vasos llenos de gaseosa. –Lleve el refresco, señor. –

El trato {Niall Horan}♥Where stories live. Discover now