Capítulo 33

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Ella se quedó unos segundos en completo silencio, como si se hubiese tragado su propia lengua.

Tara tenía la piel blanca, pero ahora parecía que había desaparecido de mi campo de visión por lo pálida que se había puesto, por lo que ya era imposible que me dijese una mentira. La había atrapado con las manos en la masa y no podía negarme ninguna mierda.

—Habla —insistí.

Ella respiró profundo.

—¿Estabas escuchando detrás de las puertas como los putos chismosos? —frunció el ceño con molestia.

—No es momento de que te pongas a la defensiva —hablé —¿En qué demonios estás metida? ¿Estás pasando drogas y haciendo trata de blancas, Tara?

—Claro que no...

—¡Te oí! —alcé la voz.

—Por favor cállate —me pidió con desesperación en sus ojos. Se acercó a mí con rapidez y me tomó de los brazos —, no puedo decírtelo.

—Ya te escuché hablando, Tara. Dime la puta verdad ¿qué demonios estás haciendo?

—Es sólo trabajo.

—¡¿Trabajo?! —solté sus brazos con brusquedad —¿Desde cuándo pasar drogas y obligar a chicas a prostituirse es un trabajo? ¿Estás tomándome el puto pelo?

—No, Jared...

—Dime de qué diablos se trata todo esto antes de que vaya allá afuera a comentárselo a mis padres ¿para eso estás sacando el dinero de la empresa?

—No por favor, no puedes decirles —me pidió con consternación —. Estoy intentando salir de esto, de verdad, pero no he podido hacerlo aún.

—¿Quién te ha metido en todo esto?

—Nadie...

—Eso no me lo creo ¿qué tipo de persona eres, Tara? ¿Cómo se te ocurre estar haciendo una cosa así? ¡Con todo el puto dinero que tenemos! —alcé la voz con molestia y ella nuevamente me hizo callar —No me hagas callar porque no tienes ni un maldito derecho.

—Jared, son chicas que quieren estar ahí...

—¿Es un prostíbulo?

—Si.

—¡Hablaste de trata de personas! —grité en un susurro.

—Tuve un desliz, me equivoqué.

—Vas a salirte de esa mierda, Tara —amenacé —porque si no lo haces yo mismo voy a perjudicarte todo.

—Dame tiempo, necesito tiempo..., de verdad voy a salirme.

—¿Por qué lo haces?

—Pensé que podía con ello.

—No puedo creer que estemos hablando de algo así —me removí por la habitación inquieto —Tienes un día para salirte de esa mierda.

—No puedo salirme en un día, dame unas semanas, un mes si es necesario, pero por favor... —pidió con desesperación —. Las personas con las que trabajo no son buenas Jared.

—Dos semanas, Tara. Nada más —zanjé.

Iba a rebatirme, pero no la dejé. Sólo me giré sobre mis pies y salí de la habitación, crucé hasta mi salón de música y cerré la puerta con llave para que no me jodiera. No podía creer que Tara se haya metido en una cosa como esa, no entendía el nivel de locura que podía significar estar tomando decisiones como lo hacía ella. No quería perjudicarla porque eso significaba perjudicar a toda mi familia, pero le daría tiempo, mi familia no podía estar involucrada en una cosa tan macabra como esa.

El destino que no soñéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora