Domingo | 14:56

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12.04.20

[Domingo | 14:56]


Alba y Natalia continuaban en su cuarto. Apenas habían salido para ir al baño a despejarse un poco y recuperarse de la resaca mientras hablaban. Afortunadamente, los cuerpos jóvenes se recuperan rápidamente. Continuaban hablando de sus cosas cuando escucharon a los padres de Natalia discutir en otra habitación.

—Están discutiendo otra vez —le explicó Natalia a Alba al ver su cara extrañada—. Se están cortando un poco porque tú estás aquí.

—Lo siento.

—No, ni que fuese tu culpa. Llevan así todo el mes. Cuando salgas ahí te van a recibir con una sonrisa, no te preocupes. Estoy deseando acabar las clases para buscar trabajo ya de una vez.

Alba, cuanto más tiempo pasaba en su casa más se daba cuenta de las diferencias económicas que había entre su familia y la de Natalia. En su casa nunca se habían perdido los nervios por la falta de dinero, no podía imaginarse cómo podría sentirse la morena. Tras unos minutos de calma, su madre las llamó para que fuesen todos a comer a la mesa del salón.

—¡Alba! Por fin te vemos la cara —la vaciló el padre, que le hacía mucha gracia que no se hubiese dejado ver en toda la mañana por la resaca—.

—Perdón —agachó la cabeza avergonzada—. Perdón si anoche hice ruido al llegar.

—Jajajaja —rió su madre—. No te preocupes, si ya estamos acostumbrados a ver a Natalia y sus amigas achispadas.

—Ves —le chistó Natalia a Alba, que le había dicho exactamente las mismas palabras hace un par de horas—.

—No me quiero acordar de la primera vez que se fueron de botellón —intervino esta vez su padre—. Bebieron más de la cuenta obviamente. Fui yo mismo a recogerlas y al traerlas a casa se pasaron hasta las tres de la mañana llorando porque su "cras" no les hacía caso.

—Todavía tengo vídeos de esa noche—la picó Santi—.

—Como esos vídeos salgan de tu móvil te arranco los dos pelos que tienes en el pecho —amenazó Natalia—.

—¿Qué tal fue vuestra noche?

—Guay, juntamos a nuestros amigos y se llevaron muy bien.

—También volvimos a ver al homófobo del bar —se quejó Natalia—.

—¿Otra vez ese niño? —chistó su padre—.

—Uno de nuestros amigos lo amenazó un poco. Espero que sea suficiente para que no vuelva a molestar, porque si no...

—Ni se te ocurra meterte en otra pelea, que ya hemos tenido suficientes —volvió a advertir su padre, conocedor de lo problematica que podía llegar a ser su hija—.

—Vale, vale. Intentaré controlarme.

—A último remedio, mi madre, que es abogada, dice que podemos denunciarle.

—Eso me parece mejor solución —se impresionó su padre al ver la madurez con la que hablaba la rubia—.

—Alba, ¿qué quieres hacer cuando acabes el instituto? —se interesó ahora su madre—.

—He pensado en que quiero entrar en una escuela de arte privada aquí en Madrid, pero tengo que pasar unas pruebas de acceso.

—Qué claro lo tienes. Natalia a ver si tú te decides ya.

—Ya os he dicho que lo primero que voy a hacer es buscar trabajo. Más claro no lo puedo tener.

—Con tu primer sueldo me vas a comprar a Switch, ¿a que sí? —volvió a vacilar Santi—.

—Sigue soñando, Santi.

—Pero deberías estudiar algo. En España hay mucha titulitis, te va a ir mejor con un título debajo del brazo.

—¿Y qué quieres que haga? ¿Estudiar ADE con los niños pijos?

—No, claro que no te vamos a obligar a estudiar algo que no te gusta. Pero algún curso habrá que te ilusione.

—Puedes hacer algo relacionado con la música —intervino Alba para ayudarla en aquel asunto—. Hay becas para estudiar en el conservatorio, y también puedes estudiar magisterio en la rama de artes. Puedes ser profe de música, por ejemplo.

—No sé... Si yo me conformo con servir cafés.

—Tu madre y yo pensábamos igual de jóvenes y míranos ahora.

—Bueeeeeno, ya pensaré en algo, tampoco hay tanta prisa.

Aquella frase dejó pensativa a Natalia. La verdad era que no quería pasar el resto de su vida preocupándose por llegar a fin de mes. También sintió un poco de envidia de que Alba tuviese las cosas tan claras porque podía tener la tranquilidad de escoger lo que quisiera, incluso ir a una escuela privada. En lo que llevaba de año, Natalia no se había planteado mucho lo de estudiar porque sabía que al final necesitaría pedirle dinero a sus padres, lo cual veía inviable.

Se formó un silencio un poco incómodo después de la charla sobre los estudios que, como siempre, la más pequeña de la familia se encargó de resolver.

—Santi ha besado a su crush —dijo Elena repentinamente—.

—¡¿QUÉ!? —gritaron todos en la mesa sorprendidos—.

—¡Elena, no te cuento nunca más un secreto! —exclamó en tono de fastidio su hermano—.



SKAM AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora