.•°|XLIII. Liberar|°•.

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Chan era el tipo de persona que cuando se proponía algo, debía lograrlo cueste lo que cueste. Algunos podrían decir que era perfeccionista, sin embargo, el rubio no veía aquello como un defecto que debía borrar de su personalidad. Por eso ahí estaba, repitiendo el: otra vez; cuando sus músculos dolían y su cabeza le reventaba. ¿Quién iba a imaginar que ese tal Mark lo derribaría en cada intento de pelea?

— Otra vez. — sentenció el menor mientras se levantaba del suelo.

— Es hora de descansar. — demandó Mark con seriedad. — No debes exigirle tanto a tu cuerpo. Si estás cansado, descansas, si tienes energía, lo haces, así es como funciona.

— Yo estoy bien-

— ¿Sabes por qué el príncipe Jisung y tú no tienen poderes de defensa? — le cortó con una pregunta que lo tomó por sorpresa. El menor negó. — Porque el poder mental que ustedes poseen es más pesado que el corporal.

— ¿Qué?

— Puede que pienses que el poder del príncipe Minho hace trabajar mucho su cerebro, pero no es tanto como cuando Han detiene el tiempo o tú borras la memoria de alguien, ya que la energía que necesita el príncipe Lee viene de todo su cuerpo, a cambio, el de ustedes no. — explicó el mayor, intentando ser comprendido a la primera. — El líder es el punto clave de un equipo; sin él, los integrantes entran en la incertidumbre.

— ¿Es por eso que me secuestraron? — cuestionó de repente molesto.

— Fue una buena idea de mi parte, puesto que sabía que no podría leer tu mente. Así que la ficha del tablero que ellos creían débil, se convirtió en su perdición. — contestó el mayor orgulloso. Y aunque Chan estaba algo confundido, decidió no preguntar. — Lo que quiero decir es que puedes utilizar tus poderes en una pelea si entrenas tu cuerpo, pero con disciplina. No sobre exigiéndote.

— ¿Cómo podría-

— Yo te enseñaré, pero todo a su tiempo, por favor. — indicó Mark con suavidad.

Bang suspiró agotado y asintió. Tuan se dirigió al palacio, pero entonces la voz del príncipe lo detuvo.

— Hace poco descubrí un nuevo poder. — comentó en voz alta, y el mayor se giró a verlo. Chan no había estado seguro de compartir sus cosas, pero no tendría a quien mas para contárselo. Ya no estaba ella. — Yo pude ver . . . a mi Nana . . .

— ¿Qué?

— Digo que . . . ella está muerta. — aclaró sin mirarlo fijamente. — Pero hablé con ella . . . No fue un sueño.

Mark se acercó a él con pasos fijos y suspiró mientras miraba furtivamente a su alrededor.

— ¿La liberaste? — interrogó interesado en su confesión.

— ¿Liberar? ¿Qué es eso?

El mayor asintió, indicando que había sospechado que el rubio no sabría hacer algo así.

— En el planeta mágico existe un hechizo que se le otorga a las familias que han perdido a un ser querido; es como una especie de ritual de liberación, en el cual la familia habla por última vez con el fallecido y le concede su último deseo para que pueda descansar en paz. De otra forma, el alma podría deambular por ahí entre los vivos hasta que la última cosa que quiere hacer se cumpla. — explicó el mayor y observó el rostro pensativo del menor.

— ¿Eso quiere decir que debo preguntarle a mi Nana cuál es su última petición? — cuestionó incrédulo. — ¿No la volveré a ver si la libero?

— Chan . . . — murmuró Mark angustiado. — . . . Sé que es difícil, pero debes saber que ella siempre estará contigo. — agregó con suavidad.

S T R A Y : 𝒌𝒊𝒏𝒈𝒔 Where stories live. Discover now