Trato hecho

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Tan sólo habían pasado cinco días desde la declaración de guerra y ya había estado seis veces en el despacho de McGonagall, el lugar donde me encuentro ahora, con el pelo teñido de negro y humo saliéndome por las orejas. Literalmente.

Los merodeadores habían jugado bien sus cartas, he de reconocerlo. Siempre atacaban cuando menos lo esperábamos y habían comenzado a hacer que sus bromas se centraran solamente en una de nosotras cada vez. Hoy me había tocado a mí.

Como la oficina de McGonagall se saturaba si todos estábamos allí, había comenzado a llamar solo a las dos personas más implicadas en la broma de cada equipo. Esta vez nos había tocado a mí y, obviamente, a Potter.

Estaba sentado a mi izquierda con una sonrisa petulante y la mirada fija en la directora, la cual estaba hablando, pero yo no le prestaba atención. Estaba demasiado ocupada fulminando a Potter con la mirada.

- ¿Y bien? ¿Como podemos devolver a la señorita Evans a la normalidad? -le preguntó al azabache alzando una ceja de brazos cruzados.

- Digamos que en un par de horas se le bajarán los humos, se lo garantizo -contestó soltando una carcajada.

- ¿Y su pelo?

- Es muy brillante y huele a coco -añadió con una sonrisa inocente encogiéndose de hombros.

- Se refiere a cuando volverá a ser de mi color natural, idiota -dije de mala gana.

La directora me lanzó una mirada de advertencia y luego miró a James de manera inquisitiva.

- Ah, eso -continuó con indiferencia- En dos, tal vez tres.

- ¿Dos o tres qué? -preguntó la profesora perdiendo la paciencia- ¿Horas, días, semanas...?

- Si -se limitó a responder el azabache con una sonrisa.

La profesora llevó la mano a la cara y se golpeó en la frente.

- ¿Es permanente? -volvió a preguntar.

- No -contestó Potter suspirando con diversión.

- Entonces ambos -dijo señalandonos- fuera de mi despacho.

- ¿Qué? -inquirí entre sorprendida y enfadada- ¿Y qué pasa con mi pelo?

- Bueno, ya que no es permanente supongo que se irá con el tiempo. Además, ustedes -volvió a señalarnos- me están dando dolor de cabeza. Vuelvan a su sala común.

- ¡Pero...! -comencé indignada.

- ¡Pero nada! -exclamó la profesora interrumpiéndome- Ya estoy harta de sus bromas y de sus disputas. Lo siento señorita Evans, pero esto deben arreglarlo entre ustedes. Ahora márchense, ya es tarde -finalizó mirando su reloj. Tenía razón, llevabamos una hora en su despacho y ya eran las diez de la noche.

Bufé y me levanté de la silla molesta, dispuesta a irme. Potter hizo lo mismo pero con una sonrisa triunfante. Salimos del despacho y caminamos en silencio hasta la sala común.

- Sinceramente te prefiero pelirroja, pero hay que admitir que te ves muy sexy con el pelo negro -comentó de manera repentina sin sacar la vista del frente.

Me quedé estática en medio del pasillo y él me imitó. Luego me giré para verlo de manera furiosa.

- ¡Me importa una mierda lo que pienses! ¡Dime cómo hacer que mi pelo vuelva a la normalidad! -exigí.

Realmente me molestaba lo que había hecho. Siempre había destacado por mi pelo, ya que en Estados Unidos no hay muchas pelirrojas. El ser pelirroja era una parte más de mi personalidad.

Potter se puso las manos en los bolsillos y me dijo calmado:

- ¿Y qué ganaría yo con eso?

Enmudecí. ¿Realmente me importaba tanto mi pelo? ¿Realmente valía la pena arrastrarse para que me ayudara sin nisiquiera saber cuándo volverá a la normalidad? Sí, definitivamente sí.

- Te haré los deberes de pociones durante una semana -suspiré derrotada.

Se llevó la mano a la barbilla y fingió pensar.

- Dos semanas. Pociones y herbología.

- ¡Ni de coña! -exclamé. Pero la negociación no había hecho más que empezar...- Una semana. Haré tus deberes de pociones y tus brebajes en clase.

Tendría que hacer el doble de trabajo en esa materia, pero al menos se me daba bien. Era unas de las favoritas de Slughorn.

Él volvió a mirarme con una sonrisa. Oh, no...

- Y llevarás una camiseta que ponga "queen" durante toda la semana.

Espera, ¿qué?

- ¿Disculpa? Y eso para ti sería favorable porque...

- Porque yo llevaré una que ponga "king".

Ahí estaba. No solo iba a hacer sus deberes, sino que también iba a humillarme. Pensé en mi cita con Luke el sábado en Hogsmeade. Tendría que llevar la camiseta.

- No, de ninguna manera -respondí haciendo una mueca.

- Entonces no hay trato -dijo mientras se alejaba con las manos en los bolsillos.

Me miré en el reflejo de una armadura. Mi pelo negro mezclado con algunas de mis facciones me recordaban muchísimo a alguien, y aunque no sabía a quién, siempre que me miraba al espejo me invadía una sensación de odio profundo.

Dure lo que dure este hechizo, no voy a soportarlo.

Faltaba muy poco para llegar a la sala común. Corrí para alcanzar a Potter y lo agarré del brazo.

- Una semana. Haré tus deberes de pociones y lo que sea que tengamos que hacer en clase -comencé. Probablemente me arrepentiría de lo que iba a decir a continuación- y me sentaré en todas las clases a tu lado -finalicé recordando que compartimos todas las clases. Mierda, pensé - ¿No querías tenerme cerca? -añadí cuando vi que no contestaba.

El azabache me miró muy sonriente.

- Nos sentaremos en la primera fila, que se nos vea bien. Y en el Gran Comedor desayunaremos, comeremos y cenaremos juntos.

Suspiré y asentí. No tenía elección...

- Entonces trato hecho.

Potter sacó un pequeño frasco de su bolsillo y me lo entregó. Lo agarré con cuidado y lo miré más de cerca: estaba lleno de un líquido morado brillante.

- Tómatelo y mañana volverás a tener ese pelo tan bonito que tú tienes. Supongo que te veré en clase. Recuerda nuestro trato.

Dicho esto me guiñó un ojo y caminó los pocos metros que faltaban para llegar a la sala común, dejándome sola en el pasillo.

Recordé que el lunes a primera hora tenemos pociones. Suspiré y entré en la sala para ir directa a mi cuarto.

Mañana será un día largo...

•Riptide• j.s.pDonde viven las historias. Descúbrelo ahora