Capítulo 23

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Harry había dejado su trabajo.

Había puesto un pie fuera de la última casa que le tocaba enseñar -y que esa pareja con sus cinco hijos decidió rechazar tras toda una hora intentando convencerles de lo contrario-, y después se había lanzado a las calles de San Francisco de camino a la agencia, con una sonrisa enorme en la cara al saber que aquella era la última vez que iba a poner un pie en ella.

Iba a soltar su maleta en el escritorio, a aflojarse la corbata, y a despedirse de todos esos compañeros con quienes jamás había cruzado más de dos palabras en sus tres años compartiendo trabajo con ellos.

Iba a cobrar el finiquito, a arrancar su coche, y a conducir hasta casa para terminar de hacer sus maletas. Porque aquel también era su último día en San Francisco.

Después de meses tratando de encajar juntas dos vidas tan diferentes como lo eran las de Harry y Louis, por fin habían llegado al momento de convertir los planes en acciones.

Y puede que el cambio que estaba a punto de haer ya le hubiese costado unas cuantas lágrimas en esa pequeña fiesta que sus amigos planearon la semana pasada para despedirle, y que también estuviese un poco melancólico durante la última cena en casa de su madre, o durante esa última cerveza con Niall junto al paseo marítimo.

Pero lo que le esperaba en Las Vegas merecía toda esa pena.

Así que Harry dejaba San Francisco, con la seguridad de que tendría un hogar en Las Vegas y medio año de contrato en un trabajo por el que sí sentía motivación.

Aunque siendo honestos, en un principio no quiso aceptarlo.

—Harold, yo tengo el puesto que tengo precisamente porque mi padre es el jefe de Recursos Humanos —fue lo primero que le dijo Louis un par de meses atrás, nada más verle negar con la cabeza tras poner sobre la mesa esa opción que llevaba recomendándole desde que decidieron que iban a mudarse juntos—. No pasa nada porque uno más de la familia se una a la empresa.

Y Harry recordaba haber sonreído -aún estando completamente serio- por el simple hecho de que Louis le había contado como parte de la familia.

—Ni siquiera conozco a tu padre, Louis —se había quejado Harry—. No puedes pedirle que, solamente porque es mi suegro, deje pasar el hecho de que no tengo los estudios necesarios para el puesto.

—Estás preocupado por problemas que no existen —replicó Louis con simpleza—. La empresa tiene fondos para costearte una formación, y mi padre viene a cenar a casa esta noche, así que...

Harry nunca pudo ver el final de la sonrisa divertida que Louis esbozó en aquel momento, porque nada más escuchar las palabras "cena" y "padre" en una misma frase, fue incapaz de evitar estampar su mano sobre sus ojos.

—¿En serio? —cuestionó, echando una miradita nerviosa hacia Louis desde la esquina del sofá—. ¿Has invitado a tu padre a cenar y ni siquiera se te ocurre avisarme?

—Disculpa, pero tu madre me manda fotos de gatitos deseándome salud todos los fines de semana —Harry soltó una carcajada desde lo más profundo de su pecho—. Creo que estoy en todo mi derecho de presentarte a mi padre.

—No he dicho que no quiera conocerle, he dicho que podrías haberme avisado.

—Te estoy avisando... cinco horas antes —replicó divertido, echando una miradita hacia la pantalla de su teléfono—. No te preocupes, me he encargado de hacer que le caigas bien antes de conocerte, prácticamente tienes el camino hecho —le aseguró, guiñándole un ojo con complicidad.

Y por supuesto, Harry tenía el camino hecho. En todos los aspectos posibles.

Mark Tomlinson no solo le ofreció al instante una entrevista para un puesto libre como ilustrador en el departamento creativo, sino que además le hizo sentir parte de la pequeña familia de Louis sin dudarlo ni un momento.

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