Capítulo 97 Parte 2

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MICHELLE

El dios Farell nos conduce a una nave que descansa en el puerto aéreo. El acantilado detrás del santuario es solitario, no se ve ningún monje. El transporte es pequeño, parece una capsula, solo tiene dos asientos, el del piloto y el copiloto.

─Usen esta, el manubrio es automático. Está programada para esquivar cualquier ataque mágico.

─ ¿El sol nos atacara? ─cuestiono con temor. El Príncipe se introduce en la nave.

─Arroja lanzas de luz ante las amenazas. Debe ser por el poder que absorbió de la diosa Ilse ─explica con obviedad. Eso es nuevo.

─ ¡Y ahora lo dices! ─elevó el tono de voz.

El Príncipe me coge del brazo y me sienta en el puesto de copiloto.

─No serán un inconveniente para la elegida, suerte ─se cierra el descapotado y el dios Farell se aleja de inmediato.

─No pierdas el tiempo pidiéndole explicaciones. Ese viejo se trae algo ─me suelta el codo. Lo observo extrañada.

─ ¿Crees que es una trampa?

─Existe la posibilidad. De cualquier manera debemos obtener la quinta piedra e irnos.

La nave tiembla, el motor se ha encendido y ha despegado ferozmente. Aferro las manos a los reposaderos mientras intento ponerme el cinturón de seguridad. Mi vista viaja hacia la de mi compañero, el cual se engancha a los mangos de la parte de arriba.

─ ¡Debes ponerte el cinturón! ─grito estresada. Él se ve tan mal como yo.

─ ¡¿De qué hablas?! ─nos hamaqueamos de un lado al otro.

─ ¡El cinturón de seguridad! ¡Póntelo para no salir volando! ─comienzo a desesperarme. No he podido meter la estúpida hebilla en el broche.

─ ¡No sé qué es! ─exclama arto.

─ ¡¿Cómo que no sabes?! ¡Es esa cosa que te mantiene estable y te aferra al carro! ─mi agarre no resistirá por más tiempo.

Un vuelco brusco me hace viajar hacia el lado izquierdo de la nave, específicamente encima de su alteza. Caigo boca abajo sobre sus piernas, me sujeto a ellas sin vacilar.

─ ¡No sé qué es un maldito carro! ¡Explícate bien, tonta!

─ ¡No soy tonta! ¡Tú eres un cavernícola que no sabe lo que es la tecnología! ─espeto sulfurada. Había olvidado que no solo somos de mundos distintos, sino también de épocas diferentes.

Este no sabe lo que es un carro y menos una nave... lo más avanzado que conoce son las carrozas.

─ ¡Estás pesada! ¡Quítate! ─suelto un bufido extenuante. No le daré el gusto.

─ ¡Ahora no me quito! ─le llevo la contraria.

Utilizo sus piernas para levantar el torso, con dificultad tomo la hebilla que está al lado de su cabeza, una vez en mis manos me reacomodo encima del Príncipe para tener más estabilidad. Él se queja mientras ignoro su pataleta. He quedado en una posición bastante inquietante, sentada sobre su regazo con las piernas dobladas a los costados de sus caderas. Me concentro en colocarle el cinturón de seguridad izquierdo, mi cabello roza su rostro; pero no lo miro porque eso me haría sonrojarme aún más. Elevo la mirada hacia el otro cinturón y sin querer nuestros ojos se encuentran, su escrutinio es intenso y la cercanía me hace apreciar la claridad de su iris azul cielo. Por un momento, la respiración se me corta y olvido mi tarea. El deseo de acortar la distancia que nos separa me martilla la mente; sin embargo, saco fuerzas de no sé dónde para retomar el asunto y ponerle el otro cinturón.

Atrapada en otro mundoWhere stories live. Discover now